Don Cucho destapó la olla de barro y un hongo de vapor dejó tras de sí una visión que nos abrió los ojos como platos: una huatia de carne de res generosamente enredada en hierbas y tallos aromáticos impuso su color en esa mesa campestre allá por el año 1996. Imposible olvidar ese, nuestro primer encuentro con los sabores rotundos del llamado último valle verde de Lima.
El reconocido investigador y cocinero nos mostraba así uno de los platos imprescindibles de Pachacámac, un manjar de raíces indígenas que en su restaurante campestre de doce mil metros cuadrados se convirtió en uno de los más pedidos. Don Cucho La Rosa hizo historia y dejó huella con ese local que abrió el camino para los ecorrestaurantes de primera categoría, que hoy se han convertido en un hermoso abanico de alternativas para disfrutar en familia.
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El querido maestro cerró su local gigante y abrió un huarique en plena Plaza de Armas del distrito. Allí campeonan su lomo saltado fogoso, su mentada huatia de pecho de res y la carapulcra con sopa seca, cuyos sabores recogen el aporte de la albahaca y el aceite de achiote.
Quizás usted, querido lector, ya conoce los vericuetos y tesoros ocultos de este distrito campestre. Detrás de los muros y vallas siempre asoman el verdor y el asombro. Vale la pena sortear el tráfico de la urbe para llegar, por ejemplo, a la heladería Huerta Casablanca. Entre campos de fresas y árboles frutales uno puede disfrutar de los helados artesanales más adictivos del que tenga memoria. Pruebe el de pistacho, por no decir el de lúcuma. Y si va temprano, podrá lanzarse como píldoras sus pancitos de yema recién salidos del horno.
Hay algo mágico en este valle donde crece de todo a pesar de los muros. La explicación puede estar en el sistema de lomas que circunda su territorio. Colinas suaves que retienen el agua de la niebla y que se aterciopelan de verdor durante los meses más fríos de invierno. Y dentro de esa borrachera de color esmeralda y amancaes amarillos, el atractivo mayor del circuito de bicicleta de montaña.
Si bien a partir de octubre las lomas vuelven a secarse, los aficionados a la mountain bike no dejan de llegar para abocarse a rutinas de downhill, enduro y cross country. Cuide dónde se para usted porque de la bruma surgen ciclistas lanzados al aire por las rampas del circuito. Hasta mil vehículos con sus respectivas biclas atadas a la espalda llegan en las temporadas de mayor humedad, para pedalear entre nubes verdes y montañas rusas de dicha.
Según Katty Trejo, de la municipalidad distrital, los aficionados al MTB representan hasta un 40 por ciento del turismo. Sin embargo, los que quieren evitar la fatiga tienen senderos para caminar en las mismas lomas de Pachacámac o en las cercanas lomas de Lúcumo. Marcas como Specialized abren sus quioscos para atender a los deportistas y aficionados.
Y como el hambre arrecia después del ejercicio, lo mejor es buscar un lugar para concentrarse en la tarea de ser feliz. Y esa es la filosofía de Eco Resto Park, el restaurante campestre que si solo fuera por su cocina y sus postres, ya tendría un bien ganado lugar, pero que además posee una serie de atractivos que lo han convertido en uno de los points favoritos. Por ejemplo, su bella arquitectura rústica pero armónica y sus juegos y desafíos para la familia; un laberinto, canopy, trampolines. Si bien la pandemia ha obligado a ciertas restricciones ya conocidas, el amplio espacio ofrece la distancia requerida.
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Un lugar premiado como mejor restaurante campestre es Chaxras, donde no olvide pedir las colitas de buey deshuesadas con puré cremoso de papas. Y después la piña a la brasa con helado de coco y manjar. El propietario, Eduardo Navarro, muestra su bodega de productos ecológicos donde llaman la atención la miel de eucalipto, los yogures y los piscos.
Otro lugar encantador es Las Leñas, con su decoración lounge andino y su plato llamado cuy orgánico crocante, delicioso hasta el último huesecillo. Y también, por supuesto, mencionemos a La Grilería, con sus parrilladas con chancho al palo de pellejo crunchy, más su carapulcra de cortesía. Allí atiende una pareja de jóvenes propietarios que se ha esmerado en el arte de hacer delicias a la parrilla. Uno de los sitios favoritos siempre será Don Torcuato, una huerta llena de flores y buena onda donde se come un rico arroz con pato y la legítima ensalada del huerto, con flores comestibles.
No olvide pasear en caballo de paso ni visitar la feria de productos orgánicos en la Plaza de Armas. El legado arqueológico sobrepasa los museos y se convierte en cultura viva: un pueblo lleno de sabiduría culinaria y tradiciones que son el orgullo de la ciudad de Lima. //
PACHATOURS
Los paseos en caballo de paso suelen incluir catas de pisco, por un precio aproximado de 150 soles. Informes en el teléfono 994987315.
El restaurante Chaxras abrió un local en Lima desde donde hace delivery a través de Rappi o el teléfono 924761116. Aquí puede encontrar productos de Don Torcuato: http://dontorcuatomarket.com.
La oficina de turismo del distrito responde consultas en el teléfono 2311311 anexo 208.
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