Pesa poco más de un kilo y por su constitución enjuta, que se diría compuesta solo de huesos y plumas, no bastaría para saciar el insaciable apetito avícola del peruano. La gallina ‘Esperanza’, espécimen de mirada asustadiza y cresta rebelde que le cubre medio ojo, como una diva de los años 40, es sin embargo mucho más valiosa que otras de sus anónimas congéneres, cuyo destino y quizás única gloria será protagonizar un tazón de ‘caldo con presa’ en una noche invernal.
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Esta ave, nacida y criada en Chincha, encierra en su organismo y en sus huevos nada menos que el secreto de una posible terapia made in Perú contra el COVID-19. Una solución que de ser administrada a pacientes humanos en un estado intermedio de la enfermedad –una vez que terminen las pruebas en animales–, podría representarles una significativa mejoría, si se confirman las hipótesis de trabajo de un equipo de investigación peruano abocado a la búsqueda de una vacuna nacional contra el SARS-COV2.
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GALLINAS DE ÉLITE
Las más de cuatro mil gallinas que picotean sus granos de pellet en la sede de FARVET, en Chincha, no son como esa gallina rolliza que espera su suerte encerrada en una jaula del mercado, ya se dijo. Desde su nacimiento, estas están en forma y libres de patógenos y tienen una dieta balanceada, casi gourmet comparada con otras gallináceas menos afortunadas. Ponen huevos blancos –que saben igual que los rosados, no hay que creer en los mitos– y están vigiladas con un celo científico especial, como corresponde.
‘Esperanza’ es solo una de las cerca de 40 gallinas que fueron inoculadas en mayo pasado, un día antes del Día de la Madre, con la proteína del nuevo coronavirus, un logro científico que desarrollaron los responsables del proyecto, el Dr. Mirko Zimic, jefe del laboratorio de bioinformática y biología molecular de la Universidad Peruana Cayetano Heredia; y el Dr. Manolo Fernández, del laboratorio FARVET, especializado en vacunas animales, ubicado en la mencionada provincia iqueña.
Tres semanas después, los resultados han sido un éxito. Se comprobó que las yemas de los huevos de las gallinas revelaban la presencia significativa de anticuerpos contra el coronavirus. En pocas palabras, si el COVID-19 afectase a las gallinas (y no lo hace), estas plumíferas ya estarían vacunadas.
“Los anticuerpos contra un virus pueden encontrarse con facilidad en el plasma [sangre] de las personas que han tenido una enfermedad y ya sanaron. El problema es que no podemos pasar ese plasma a otros seres humanos, porque es riesgoso y podríamos contaminarlos con otras enfermedades. El método con aves, si lo comparamos, es inocuo porque no tenemos que sacarle sangre a la gallina. Solo purificar las yemas de sus huevos”, dice Fernández, veterinario especializado en microbiología con 50 años de experiencia trabajando en vacunas para animales y también para personas.
Aunque la noticia de una posible vacuna hecha en el Perú asombre a muchos, a Fernández no le sorprende para nada. Ha diseñado vacunas para el ébola, el zika y el dengue que han estado listas pero que se han encar petado y no entraron a fase de producción por diversos motivos, entre ellos la falta de recursos. Recuerda los años 70, cuando nues tro país era potencia regional en la fabricación de vacunas huma nas como la antirrábica o la tuberculina, así como otras para uso pecuario. “Exportábamos a Chile, Ecuador y Colombia. Todo eso se destruyó por culpa de la política, los gobiernos y hasta el terrorismo. Yo venía a trabajar al labora- torio de Chincha y había una bandera con la hoz y el martillo a menos de 100 metros. Es decir, trabajábamos amenazados”.
¿Cuál será el futuro de ‘Esperanza’? Luego de cumplir su misión, la gallina será cuidada como el símbolo de un trabajo único de investigación peruana, dice Fernández. Bien lejos del resto de sus compañeras de otras granjas, cuyo destino, en el mejor de los casos, será un tazón
CARRERA POR LA VACUNA PERUANA
Es importante señalar, como lo recuerda el Dr. Mirko Zimic, de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, que el de la gallina no es el proyecto principal en su búsqueda de una vacuna contra el nuevo coronavirus, como la prensa ha malentendido. De hecho, es el proyecto secundario y colateral a otro mucho mayor, que viene desarrollando su institución y FARVET, para lograr una vacuna humana. Ya está bastante encaminada y en la fase de ratones de prueba. Luego pasaría a monos y de ahí a humanos.
La diferencia entre el proyecto principal y el secundario es que las vacunas se utilizan con personas sanas, para prevenirlas del contagio de un virus o una enfermedad. Lo de la gallina busca, explica Zimic, la “inmunización pasiva”, que es dotar de anticuerpos de un virus específico a un organismo ya enfermo, como una especie de refuerzo que lo ayude a neutralizar la enfermedad. Los anticuerpos reconocen al SARS-COV2 y en especial el espigo (spike), el “brazo” que le permite al coronavirus adherirse a las células humanas. “Es como atar de manos al virus”, resume Zimic.
La inmunización pasiva conseguiría resultados de corta duración, de entre 10 o 12 días (otros dicen 21), pero, como afirman los investigadores peruanos, en casos de urgencia es algo vital porque “es eso o nada”. Nos dice el experto: “La siguiente fase ya se ha iniciado en conejos, a los que se ha inmunizado por tres vías: nasogástrica [estómago], subcutánea y por la nariz”. Se está en la fase de espera para ver si los anticuerpos ingresan a su sangre. De conseguirlo, sería un nuevo hito en la historia de la inmunización en el Perú y un paso más cerca para hallar una salida efectiva contra una enfermedad que, gracias al esfuerzo de 100 laboratorios en el mundo –uno de ellos peruano–, tarde o temprano será vencida. //