El médico chimbotano Fabrizzio Canaval debe de ser una de las pocas personas en el planeta a las que llamaron a su celular personal para preguntarles si querían vacunarse contra el COVID-19. Habían sobrado algunas dosis en un hospital de la ciudad de Londres, donde vive desde octubre mientras estudia una maestría en salud pública, y pensaron que él sería idóneo para recibir la inyección, dado el esfuerzo que estaba realizando allí como voluntario en la campaña de vacunación para frenar el nuevo coronavirus. “Se supone que no me debía pasar. Yo colaboro aquí, pero no ejerzo la medicina, soy estudiante... El 8 de enero fue, probablemente, uno de los días más felices de mi vida”, le narra a Somos por teléfono al mismo tiempo que va a comprar víveres en medio de uno de los confinamientos más estrictos que vive Gran Bretaña como consecuencia de los embates de la pandemia. Mientras este artículo se va a la imprenta, se informó que ya son más de 100.000 los fallecidos en ese país por el nefasto virus. También, con esperanza, que la curva de esta tercera ola empieza a doblegarse. El graduado de la UPAO añade que no dudó un segundo en aceptar el pinchazo que gran parte de la humanidad está esperando. Así como tampoco lo hizo, previo a ello, cuando decidió apoyar a su nueva y temporal comunidad. “Es la vocación de servicio... está mucho más allá de los riesgos”, cuenta.
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