Gustavo Abad Crespo Gómez, hombre alto y de cabellos grises yace en una cama con los ojos cerrados. Ex marino de profesión y mil oficios por obligación, escucha las noticias de las 11 de la mañana a través de unos auriculares conectados a un diminuto aparato que se pierde entre sus manos. Está tan concentrado y tan cómodo que casi no percibe lo que pasa a su alrededor.
A sus 61 años, ha perdido la cuenta de cuántos lleva viviendo en las calles de La Victoria, vendiendo zapatos de segunda, lavando carros o comprando cosas para revender. “Yo sufro un poquito por lo que paso en la calle. Es bien triste, es para valientes, y yo me aguanto todo”, nos cuenta desde la comodidad que recientemente ha encontrado y que ahora atesora.
Gustavo es una de las 122 personas en situación de calle que desde el 31 de marzo duermen bajo el techo de la Casa de Todos, instalada en la mítica Plaza de Acho de Lima. “Vine para acá y me aceptaron. De ahí mi vida cambió. Me sentí muy feliz y muy contento”, continúa diciendo con una visible emoción.
En estas casi tres semanas, además, dice que sus pies han vuelto a tomar forma y que están como nuevos, que sus brazos los siente más livianos y que su mente por fin ha descansado. “Soy un nuevo ser”, explica. “No soy fanático de la Biblia, pero sí creo en Dios y parece que Él le ha quitado un poco de comida a las personas que tienen plata y nos ha dado un poco a nosotros. Nunca en mi vida he comido lo que estoy comiendo, ni he tomado desayuno, ni he almorzado o cenado como acá. Es nueva toda esta vida para mí”, agrega.
Un hogar en tiempo récord
Esta iniciativa de la Municipalidad de Lima y de la Beneficencia de la ciudad se hizo realidad tras una maratónica jornada de cuatro días de trabajo. “Fue una tarea ardua porque Acho es un espacio que tiene varias complejidades. Una de ellas era respetar al máximo que es un lugar declarado patrimonio cultural. Todo lo instalado es por fuera, no se ha tocado nada, ni se ha puesto en riesgo ninguna parte. El albergue cuenta con el respaldo del Ministerio de Cultura” detalla a El Comercio, Miguel Ríos, el coordinador general de la Casa de Todos.
En esta ocasión se ha dado cobijo a los más vulnerables entre los más vulnerables y se ha priorizado a adultos mayores, personas con problemas respiratorios o enfermedades crónicas que deambulaban entre el Cercado de Lima y el Rímac, quienes ya se han acostumbrado a comer tres veces al día, asearse todas las mañanas, dormir en una cama limpia y a distraerse con ejercicios, lecturas breves, películas nocturnas y partidas de ajedrez o cartas.
“No solamente es un albergue que resuelve la comida y el lugar donde vivir. Les estamos regalando todo un estilo de vida que han tenido negado por su situación en calle”, acota Ríos.
Y es que en la Casa de Todos hay alrededor de 60 personas que trabajan a tiempo completo para atender las necesidades de los albergados desde la consejería hasta la atención física y mental. Ellos han desarrollado un sistema por turnos con la finalidad de evitar algún riesgo y posible contagio del COVID-19. Fuera de Acho también hay un gran equipo que se encarga de la logística, entrega de alimentos y de coordinar las donaciones que reciben de unas de 70 empresas que se han comprometido con alimentos y financiamiento económico.
Pero esto no es todo, Miguel cuenta a El Comercio que ya se viene el segundo paso: hacer realidad la Casa de Todos.
Ya se están avanzando con los planos, el plan de gestión social y viendo la ubicación más idónea del que sería el primer albergue para personas en situación de calle de la ciudad. “Lo que necesitamos ahora es poder contar con el financiamiento para que este proyecto se haga realidad, porque hay voluntad y vocación de servicio”, explica Ríos.
Y esa vocación es visible en todas las enfermeras, asistentes y médicos que están en el lugar. Una de ellas es Flor de María Villegas quien a su jornada como técnica en enfermería, le ha sumado los trabajos de enseñar el uso correcto de mascarillas, ayudar a acomodar camas, construir conversaciones amenas y sacar un par de risas. “Todo el personal nos sacrificamos por ellos, porque son seres humanos como nosotros. Si ellos están acá no es porque lo han querido, es por la voluntad de Dios”, acota.
Sobrevivir en la selva de cemento
Muchos de los ahora residentes de Acho ya no recuerdan hace cuánto la calle se convirtió en su hogar, otros no saben dónde están sus hermanos, hijos, sobrinos o esposas. La calle los ha consumido, los ha hecho olvidar lo que eran antes y los ha obligado a adaptarse para poder sobrevivir en la gran Lima.
Manuel Antonio Alejandría Huamaní, hombre delgado, de arrugas prominentes, ojos achinados y voz rasposa, tiene 61 años, y vivía del reciclaje en San Martín de Porres. “Con eso me sustento. Si me sobra un dinerito, me compro mis cositas. Solo lo necesario. Más que nada busco para la comida y para tener útiles de aseo, cosas chicas porque no se puede juntar para tener un par de zapatillas o un par de zapatos. Es bastante difícil la calle”, dice.
Para él es un alivio estar en la Casa de Todos, sobre todo ahora que ya empieza el cambio de estación. “Es bastante fuerte, es bastante difícil vivir en la calle, más que nada ahora que viene el invierno. Es bastante aterrador. A veces no tienes un dinero suficiente como para un hospedaje en donde te cobran 15 o 20 soles. Tienes que irte a dormir a un lugarcito, tienes que buscan un lugar a donde meterte, como un perrito porque el frío te hace correr. Entonces, con lo que haya, hasta con bolsas de cemento tienes que taparte. Yo me conseguía una colchita y me ponía dos pantalones, dos casacas o todo lo que me podía abrigar. Subía de peso en menos de una hora, de 70 a 80 kilos”.
Ahora Manuel tiene mucho más de lo que alguna vez imaginó y aprovecha sus mañanas practicando deporte desde las 5:30 o 6 de la mañana. Ahí empieza con algunos trotes y calentamientos, una ‘chica perica’ como él le dice. Sobre las 10 llega lo fuerte con ‘el profe’ que los manda a hacer polichinelas, trote, saltos y otros ejercicios. Luego, con la energía a flor de piel, Manuel se anima a jugar un poco de fútbol. Todo eso se hace hoy sobre la mítica arena de Acho, que se ha convertido en uno de los símbolos solidarios de la ciudad.
Los testimonios de Manuel y Gustavo son solo dos de los que se replican durante las noches en las 8 grandes habitaciones de la Casa de Todos y que siguen escribiéndose a diario en la ‘Ciudad de Los Reyes’.
De acuerdo con el Ministerio de la Mujer, solo en Lima Metropolitana existirían unas 250 personas en situación de calle. Mientras que Ríos, señala que existen más de 3 mil personas en esta situación. “Lima es la tercera o cuarta ciudad con más personas que viven en las calles o que viven de la mendicidad. No es un problema que sea ajeno ni para la Municipalidad ni para la Beneficencia. Esto es algo que la ciudad en su conjunto debe resolver. Todos debemos hacernos parte”, enfatiza el coordinador general de la Casa.
Donde come uno, comen dos, tres…
Este albergue ha resultado un presupuesto aparte para la Beneficencia de Lima, que es una entidad económicamente independiente del Estado y de la comuna capitalina. Esta institución vive de las rentas que percibe de los más de 650 predios que tiene, principalmente, en el Centro Histórico de la Ciudad. Y para la Casa de Todos toda ayuda ha sido bienvenida y se han formado alianzas y convenios con diferentes instituciones y gerencias del municipio.
En el caso de los alimentos, los albergados reciben desayuno, almuerzo y cena de manos de 12 reconocidos chefs voluntarios que laboran desde las 5 de la mañana hasta las 6 la tarde y que planean meticulosamente el menú de cada día. Esta cocina se ha instalado en San Isidro, en el restaurante Astrid & Gastón, propiedad de Gastón Acurio y Astrid Gutsche, reconocidos representantes de la gastronomía peruana.
“Ellos (los chefs) han donado su día completo a los albergados de Acho. Esa comida nos la mandan y lo único que hacemos aquí es repartirla. Esta cocina funciona gracias a las donaciones de muchísimas empresas y que día a día nos apoyan para que la cocina pueda estar siempre bien implementada”, acota Ríos.
A través de su Facebook, el restaurante compartió algunas fotos y escribió: “Hoy la Plaza de Acho es el lugar de la solidaridad, un albergue temporal para personas vulnerables y en estado de abandono. Ahí, la Beneficencia de Lima se encarga de cuidarlos con la ayuda de muchos profesionales de la salud y un grupo de cocineros anónimos que se han unido para cocinar esperanzas en estos momentos difíciles. Gracias a todos ellos, la Plaza de Acho es ahora #LaCasaDeTodos. Un espacio cuyo nombre especialmente nos toca y nos inspira, y al que hemos querido sumarnos ayudando con lo que sea necesario, pero sobre todo, con la ilusión de que muchos más restaurantes se unan. Unámonos a pesar de la distancia”.
Y eso se demuestra en las opiniones de los albergados, que además de sentirse agradecidos y bien cuidados, explican a detalle todos los manjares con los que se han ido deleitando, platillos tan comunes, que algunos podemos comer a diario casi sin pensarlo mucho. El menú de cinco estrellas está compuesto por pastas, lentejas, papa, ensaladas, sopas, mazamorras, etc.
“Estoy bien, muy tranquilo y bien atendido. Hay buena comida, duermo a mis horas, cambio de sábanas cada día. Tengo de todo, de todo. Nos están apoyando con ropa, zapatillas, zapatos. Todo nos dan, creo que ya no se necesita nada de la calle”, nos cuenta Manuel mientras espera que le hagan su chequeo diario antes del almuerzo.
Más solidaridad
Otra iniciativa es la Cocina de Todos, programa en conjunto con la Municipalidad de Lima, que busca alimentar a los que se han visto perjudicados por el cierre de sus comedores populares a raíz del coronavirus. “Hay muchísima gente que se atendía y que comía ahí y que simplemente dejó de tener el espacio donde poder comprar sus alimentos”, explica Ríos.
Nuevamente, gracias a la empresa privada, es posible entregar cerca de 4 mil raciones de comida al día, en las zonas donde estos comedores funcionaban.
¿Cómo ayudar?
Si quieres apoyar a los albergados de la Casa de Todos puedes ingresar a su página web: www.casadetodos.pe