La voluntad puede notarse en un solo gesto y, a veces, este gesto sirve para salvar miles de vidas. El enfermero que trata con cariño a sus pacientes; el médico preocupado en llegar a tiempo y tratar a la mayor cantidad posible de personas; el policía que reprime a los que pasean o sacan el auto cuando no deben; el militar que informa a la población y la hace sentir protegida; el político que no miente, sino trabaja; las autoridades que aportan soluciones. En distintos periodos de la historia, héroes anónimos han permitido que el Perú salga adelante sin repetir errores del pasado… a pesar de que muchas veces nos hayamos esmerado en hacerlo. Estas son 5 historias de personajes que, desde distintos campos de la salud, nos dieron esperanza.
AGUA QUE NO HAS DE BEBER
Nacido en Arica en 1755, Hipólito Unanue es recordado como uno de los precursores de nuestra independencia, además de reformador de la medicina nacional, fundador de la escuela de medicina de San Fernando –hoy Facultad de Medicina de San Marcos-, médico, naturalista, meteorólogo o catedrático universitario. Sin embargo, fue Unanue también responsable de convencer al virrey Fernando de Abascal para que se creara el primer cementerio general de Lima, en lo que antes era el perímetro de la ciudad. La salubridad pública era la razón principal, pues hasta ese momento la mayor parte de entierros se realizaba en las iglesias, por lo que la contaminación del aire producto de la putrefacción y la contaminación del agua de las acequias como consecuencia de la filtración de esta putrefacción se convirtieron en un problema serio. Al mismo tiempo, era fundamental terminar con la costumbre de los sepelios prolongados, porque exponían al cadáver a la contaminación del aire. En estos tiempos, aún se creía en el contagia miasmático. Los microbios fueron descubiertos después. En aquellos años todavía era común que las familias de alta sociedad hicieran una parafernalia que incluía sepelio y entierro, previa exposición del cadáver del fallecido por días o semanas. Esto involucraba también una costumbre tétrica, hoy inadmisible: se aseaba el cuerpo del cadáver y los asistentes al velorio bebían esa agua. Con la creación del cementerio general Presbítero Maestro, en 1808, los cuerpos empezaron a ser enterrados allí y el tiempo de duración de los velorios se vio recortado. A pesar de que hoy es un museo devorado por el crecimiento urbano, su creación acabó con la costumbre medieval y poco salubre de enterrar a los muertos en las iglesias. Gracias a esta y otras iniciativas –como la vacunación contra la viruela o el recojo de basura-, Hipólito Unanue fue un pionero. Por eso es considerado el “padre de la salud pública en el Perú”.
TUVO CAYETANO
Hoy, su nombre nos remite de inmediato a los doctores y enfermeros que día a día luchan contra el coronavirus en nuestro país, intentando salvar vidas y curar a los afectados. Cayetano Heredia es, hasta hoy, sinónimo de medicina. Fue el primer decano de la Facultad de Medicina de San Fernando y una de las principales universidades especializadas en ciencias de la salud del país lleva su nombre. Cayetano Heredia, nacido en Catacaos en 1797, fue también un reformador. Desde su puesto de inspector general de hospitales y rector del Colegio de la Independencia durante el gobierno de Francisco de Vidal concentró sus esfuerzos en reorganizar y modernizar el Colegio de Medicina para ponerlo al nivel adelantado y más profesional que entonces ostentaban los europeos.
Empoderó a los médicos con el propósito de que sean ellos los únicos autorizados en materia de salud, prohibiendo el ejercicio de la medicina a una variedad de agentes empíricos como las parteras, curanderos o hueseros, fortaleciendo el rol del estado y del médico. Eso tuvo como consecuencia el desarrollo de especialidades médicas como geriatría, gastroenterología, pediatría u otras. Heredia es uno de los personajes emblemáticos del siglo XIX en el Perú. Cuando falleció, en 1861, su féretro fue conducido en hombros por los estudiantes sanmarquinos –y seguido con un numeroso cortejo a pie que reconocía su labor por la salud del país- al cementerio general Presbítero Maestro.
MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA
Nacida en Chincha en 1878, María Alvarado es uno de los primeros ejemplos de feminismo y lucha social tras la Guerra del Pacífico. Maestra, escritora y socióloga autodidacta, fue una mujer adelantada a su tiempo. Además de la justicia social y la igualdad, le interesaba la eugenesia, pero no en los aspectos de limpieza racial que mentes peligrosas enarbolaron en los años de la Segunda Guerra Mundial, sino en sus aspectos higiénicos. Alvarado notó rápidamente que la única manera de que la gente fuera más limpia era que fuera educada para serlo, por lo que intentó promover la educación higiénica para lograr, a través de ella, un comportamiento saludable de los pobladores.
Además de la higiene cotidiana, María Alvarado difundía temas de avanzada, como los referidos a una adecuada nutrición y a la higiene sexual, por lo que propuso hacer obligatorio el examen prenupcial. En los años 40 hizo también campaña para mejorar la elaboración del pan, a fin de convertirlo en un producto más saludable. Además, abogó por una sociedad libre de alcoholismo y contra la propagación de las enfermedades venéreas. En 1938 solicitó que se dicte un Código de los Derechos del Niño y dio conferencias sobre una correcta atención para ellos, sembrando las bases de la pediatría moderna. Protagonista de una vida agitada, que incluyó la cárcel y el exilio, María Alvarado falleció en San isidro, Lima, en 1971, a los 92 años. Hoy, el Lima High School lleva su nombre, como homenaje a su labor pionera para el desarrollo del concepto contemporáneo de salubridad pública.
BOLSAS DE VIDAL Y ESPERANZA
Le tocó enfrentar una epidemia y lo hizo con entereza y creatividad. Nacido en Lima en 1931, Carlos Vidal Layseca fue profesor fundador de la Universidad Cayetano Heredia. En su juventud, hacia los años 60, dedicó esfuerzos en promover la medicina familiar y comunitaria y la integración de profesores y estudiantes de medicina en este proceso. Convertido ya en un destacado profesional, asumió el ministerio de Salud al inicio del primer gobierno de Alberto Fujimori y fue el principal gestor de las políticas desarrolladas para enfrentar la epidemia del cólera, que golpeó muy duro al país en 1991. Vidal fue el médico responsable de difundir y hacer uso intensivo de las llamadas “bolsitas salvadoras”, que demostraron ser un método sumamente eficaz para prevenir y combatir el cólera y otras enfermedades diarreicas, al lado de la purificación del agua, el aseo personal y de los alimentos, sobre todo frutas y verduras. A pesar de esto, terminó siendo muy maltratado por el mismo gobierno de Fujimori. Cuando él recomendaba hervir adecuadamente los mariscos antes de su consumo -pues los productos marinos estuvieron constantemente bajo sospecha de transferir el mal-, Fujimori aparecía frente a los medios, comiendo sashimi o cebiche para tranquilizar a exportadores y empresarios. A este episodio se le llamó entonces “La guerra del cebiche”. Dicha muestra de despreocupación de Fujimori –apoyado por los ministros de Pesca, Félix Canal, y de Agricultura, Enrique Rossl Link-, se tradujo en un rebrote de la enfermedad que se intentaba combatir.
Sobreponiéndose a la actitud negativa del presidente y a las alarmantes condiciones sanitarias del país, Vidal logró frenar el avance de la enfermedad. Poco después, sin embargo, este adalid de la lucha contra el cólera, dejó el ministerio. A pesar de la expansión de la enfermedad, el trabajo de Vidal logró que Perú tuviera una tasa de mortalidad menor al 1% de los enfermos (se contaron unos 800.000 casos y, aproximadamente, 6000 fallecidos). A pesar de que son cifras alarmantes, el impacto fue mucho menor de lo esperado en un principio. Más tarde, entre 1994 y 1999, fue nombrado rector de la Universidad Cayetano Heredia. Durante su gestión se creó la Facultad de Salud Pública y Administración. Vidal es considerado un líder, formador de toda una generación de salubristas. Por eso, dicha facultad lleva su nombre. Falleció el 2017.
LA PESTE ES LA IGNORANCIA
El primer caso de SIDA en el mundo se dio en 1981. En el Perú sucedió en 1983, con un compatriota que había vivido en Nueva York y volvió al país con síntomas evidentes. Para ese momento, Raúl Patrucco ya tenía un nombre importante en el campo de la salud. Se había graduado como médico en la Universidad Cayetano Heredia y obtuvo un posgrado en Inmunología por la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Aunque nacido en Córdoba, Argentina, en 1939, desarrolló toda su carrera profesional en el Perú. Cuando la enfermedad llegó aquí, el comportamiento de los medios contribuyó a despertar prejuicios y desconfianza hacia determinadas minorías. El Sida fue considerado una epidemia. Patrucco, que era, desde 1980, profesor principal del departamento de Medicina y jefe de los laboratorios de inmunología del Instituto de Altura, en la Universidad Cayetano Heredia, y del Centro de Investigaciones del Instituto Nacional de Salud, hizo lo posible por combatir a la prensa sensacionalista con información, entre 1983 y 1987, cuando la ayuda del Estado en esos casos era casi inexistente. Cuando los estudios sobre el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) fueron avanzando, se identificaron varios grupos de riesgo, a pesar de que muchos estigmatizaban a la comunidad gay como única responsable de la propagación de la enfermedad.
El gran problema del SIDA era ser asociado al sexo en una sociedad muy conservadora. Raúl Patrucco, encargado de informar a una población que hablaba de “cáncer gay” o “peste gay”, trabajó mucho en la difusión de los cuidados y pormenores de la enfermedad en radio y Tv y en conferencias por todo el país, en una labor similar a la que hoy hace el doctor Elmer Huerta, en su caso como miembro de la entones recién formada Comisión Nacional de Lucha contra el Sida. Demostró que la enfermedad se podía prevenir, que no se contagiaba por un abrazo o un beso, entre otras cosas. Su trabajo frente a una sociedad hipócrita y prejuiciosa como la nuestra merece un mejor reconocimiento. Patrucco falleció muy joven, apenas a los 47 años, en 1987. Recién en 1988, el Estado creó el PECOS (Programa Especial de Control de Sida).
En todos los casos, comprobamos que no hay nada que elimine más pronto el pánico y cure mejor las heridas que la información real. Hoy, podría decirse que es más sencillo que hace 30, 80 o 200 años reconocer entre un medio amarillista al que no le importa causar pánico en una situación como esta, y otros que prefieren informar, transmitiendo calma a la población. Cada quien elige el de su preferencia y decide a quién quiere escuchar.