Muchos peruanos viven obsesionados con la forma en que comen. Se estima que un 11,5% de la población en general padece de trastornos alimentarios, siendo las mujeres el grupo más perjudicado (alrededor del 15% de ellas). Y en los adolescentes, la frecuencia de estos problemas puede llegar a entre el 7% y el 11%, según datos del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi del Ministerio de Salud (Minsa).
En términos médicos, estos problemas reciben el nombre de trastornos de la conducta alimentaria. Se trata de hábitos que afectan nuestra capacidad para obtener una nutrición adecuada. Las obsesiones con la comida, el peso y la forma corporal pueden ser señales de estos trastornos.
A menudo, esta relación “tóxica” con la comida produce importantes comorbilidades médicas y psiquiátricas, asociándose con la reducción de la calidad de vida y la esperanza de vida. “Son conductas que pueden afectar seriamente la salud, las emociones y las relaciones personales. La presión social por el aspecto físico, agudizado en estos tiempos por las redes sociales y el boom de los influencers, suele disparar este tipo de problemas”, explica el Dr. Michael Kabar, psiquiatra y director del Instituto de Neuroestimulación de Lima (INEL).
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La reciente pandemia del COVID-19 ha tenido un impacto negativo en estos pacientes. Según el Dr. Kabar, muchas personas diagnosticadas con estos problemas, y que estaban en procesos de recuperación, han experimentado “situaciones de riesgo y recaídas” como resultado del encierro y el distanciamiento social.
Un estudio británico, publicado en el Journal of Eating Disorders, revela que la crisis sanitaria generada por el coronavirus, ha agravado más estos trastornos, ya sea por el estrés causado en el hogar, relacionado con dificultades económicas o sociales, o la ansiedad causada por el encierro y la incertidumbre. Puedes leer el estudio aquí: https://jeatdisord.biomedcentral.com/articles/10.1186/s40337-020-00319-y
Según el ensayo, casi nueve de cada diez personas (87%) que sufre de estos trastornos (anorexia y bulimia, principalmente), han empeorado sus síntomas producto de la pandemia. “El problema se agudiza ante las restricciones que ha traído esta crisis. La atención médica para estos pacientes ahora es más difícil. Además, la parte social también influye. Al no tener un grupo de apoyo familiar o de amigos cerca, producto del aislamiento, muchos de estos pacientes sufren recaídas y aumentos los malos hábitos”, sostiene el director del INEL.
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LOS TRASTORNOS MÁS COMÚNES
La Anorexia nerviosa se caracteriza cuando la persona presenta un índice de masa corporal extremadamente bajo, ansiedad y preocupaciones relacionadas con el peso y la imagen corporal. Este trastorno ejerce un impacto individual y social significativo. “La anorexia se asocia con desequilibrios metabólicos, endocrinos y electrolíticos. Hay un riesgo alto de mortalidad por suicidio o complicaciones médicas”, sostiene Kabar.
Por su parte, la Bulimia nerviosa se caracteriza por la presencia de episodios recurrente de ingesta de alimentos de una manera descontrolada y comportamientos compensatorios purgativos (se induce el vómito o se toma laxantes de forma indiscriminada). Es a menudo funcionalmente debilitante y también está relacionada con una mayor mortalidad.
Otro trastorno muy común es la llamada alimentación compulsiva o “trastorno de atracones”. Se caracteriza por episodios recurrentes de consumo excesivo de alimentos con pérdida de control sobre la alimentación y una angustia marcadas, que no son seguidas por conductas compensatorias purgativas. “La prevalencia en el transcurso de la vida es mayor en la población con sobrepeso y con obesidad. Muchas de estas personas buscan ayuda en programas de pérdida de peso. Tiende a ser un trastorno crónico”, indica el especialista.
TRATAMIENTO EFICAZ
Tradicionalmente, diferentes psicoterapias y medicamentos se han utilizado como elementos claves para tratar estas patologías. Sin embargo, los resultados del tratamiento siguen siendo modestos, especialmente para la anorexia.
Recientemente, diversos estudios y la amplia experiencia con esta tecnología han comprobado el éxito de la Estimulación Magnética Transcraneal (EMT) un dispositivo que genera impulsos magnéticos a fin de estimular diversas áreas del cerebro. Esta estimulación produce cambios electromagnéticos que a su vez ponen en marcha cambios favorables para el paciente.
“En el Perú ya se viene usando esta tecnología desde el 2010. La ventaja es que obvia los inconvenientes producidos por los efectos colaterales de los psicofármacos y otros tratamientos. Es una tecnología no invasiva, no usa anestesia ni produce convulsiones”, indica Kabar.
En el caso de los trastornos de conducta alimentaria, la EMT actúa como neuromodulador de las estructuras y ciertos circuitos neuroanatómicos implicados en estos problemas, favoreciendo a su tratamiento como a sus comorbilidades.
Según el experto, las sesiones duran en promedio 30 minutos y permiten que el paciente continúe con sus actividades cotidianas, ya que la EMT se aplica de forma ambulatoria. Cabe indicar que este equipo ya fue aprobado el 2008 por la FDA de EE.UU., la agencia que regula los fármacos y tratamientos médicos en este país. Además, se viene utilizando ampliamente en todos los países desarrollados desde hace ya varios años.
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