Allison Quispe Chávez no pudo llorar a su padre cuando este murió de COVID-19 el 10 de enero. No pudo porque a la más mínima manifestación física de pena ella dejaba de respirar. También estaba enferma, como todos en su casa. En la Facultad de Educación de la PUCP es célebre incluso hoy su energía y positivismo, pero entonces, la aspirante a profesora de primaria estaba agotada. Cada día era peor que el anterior. Demasiada pérdida junta. Pronto se lo diría a su familia: “Lo dejo ya en manos de Dios”. Entró inducida al coma a la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Sanna de San Borja el 21 de enero y despertó el 15 de marzo, casi dos meses después. A los días, sin embargo, aún con un tubo conectado con un corte a la garganta, encontró en el Whatsapp de su teléfono maravillosos motivos para recuperarse. Estaban los cincuenta y tantos mensajes que su enamorado Jason le había escrito y enviado cada noche que estuvo inconsciente, por ejemplo. Pero, especialmente, un chat con dos de sus grandes amigas de la universidad: Elizabeth Gutiérrez y Diana Guerrero. El trío tenía lista una tesis grupal para optar por el grado de licenciadas, pero la sustentación a inicios de año quedó suspendida debido a la tragedia. Ante la incertidumbre, se les ofreció a estas últimas la chance de defender a dúo oralmente su trabajo, pero ellas se negaron. Iban a esperar a Allison porque estaban seguras que iba a reaccionar. Porque las misas virtuales los viernes iban a funcionar. Porque sin ella no había “tres mosqueteras” y porque juntas empezaron el proyecto más importante del último lustro de sus vidas y juntas lo iban a acabar. Allison recuerda: “Cuando leí que estaban aguardando por mí, me sobrecogí de la emoción. Sentí que tenía que pararme rápido. Balbuceando le pedí al doctor que me desentubara, que me mandara a piso para empezar a usar una computadora portátil. Me tocaba ahora estar ahí para ellas”.
Un poco de contexto para entender la trascendencia de este hermoso fenómeno entendido como la amistad. Allison, Elizabeth y Diana son amigas desde que eran cachimbas. Las tres aplicadas, responsables y muy exigentes con su rendimiento académico; de ahí que se hayan conocido al ser elegidas beneficiarias de la Beca Educación Maestro de Pronabec. Esta les permitió asumir los costos de la carrera, siempre y cuando mantuvieran excelentes calificaciones -tal y como ocurrió-.
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“La primera persona con la que hablé fue con Alli. Alegre, atenta, siempre está riéndose. Me ayudó con la timidez, a entrar en confianza y tener también más amigos. Ella es muy sociable, todos en la facultad saben quién es, además, porque estuvo en el Tercio Estudiantil. Junto a Eli, las tres hemos llevado a lo largo de la carrera muchos cursos juntas. En cuarto ciclo, hicimos nuestro primer trabajo. Tenemos distintas personalidades y nos complementamos, pero guardamos en común que nos somos muy comprometidas con el estudio. Siempre logramos sacar adelante algo que queremos”, le cuenta Diana a Somos.
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Elizabeth prosigue: “Este lazo fuerte que mantuvimos toda la carrera nos llevó a decidir realizar una tesis grupal para obtener nuestra licenciatura. Se tituló: ‘La participación de las familias en las experiencias de aprendizaje a nivel primaria en una institución pública durante la pandemia’. Incluso ganamos un fondo de la facultad que pagaba los costos de la tramitación, siempre y cuando la termináramos en un año y sustentáramos lo más pronto posible. Por eso trabajamos en ella todo el 2020. Estábamos alistándonos para presentarla en enero. Y entonces Alli enfermó”.
Todas para una
Antes de ser internada, Allison (26) usó oxígeno por nueve días en su casa de Ventanilla. Necesitaba tres cilindros al día. “Mi madre no quería que fuera al hospital porque mi papá solo duró dos allí cuando lo mandaron. Pero yo comienzo a considerarlo porque cada vez era más difícil conseguir oxígeno. Afortunadamente tenía un seguro particular, así que llamé por ayuda. Me recogió una ambulancia, entré por Emergencia a la clínica y allí mismo fui entubada. Tres días después se liberó una cama UCI. Estuve en coma casi por dos meses. No podía creer, cuando me desperté, que era marzo. Yo había llegado en enero”, detalla Quispe, también colaboradora de Enseña Perú.
Salir de Cuidados Intensivos no implicó que prescindiera de oxígeno. Allison permaneció entubada unas tres semanas más, sola no podía aún respirar. En el interin, sin embargo, ya pudo coger su celular. “Fue abrumador todos los mensajes que allí encontré. Todos deseándome solo lo mejor. Y estaba, claro, el chat de la tesis que usamos las tres. Saber que Elizabeth y Diana me esperaban hizo que me quisiera recuperar muy rápido”.
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No solo sus compañeras estaban al pendiente de ella en la universidad -el hermano de Allison les mandaba reportes de su evolución médica-. Profesores y autoridades también. “Como la sustentación de hace por zoom, yo podía participar desde mi cama de la clínica. Todos cuestionaban si eso no me haría mal y los entiendo: tenía que hablar sola 10 minutos seguidos y estar frente a la computadora al menos dos horas y media... Era un esfuerzo que yo quería hacer por mí, por Diana y Elizabeth”.
Al mes, el 24 de abril, estaban las tres frente al jurado. “Ese día le pedí a mis médicos y la enfermera que me subieran la cantidad de oxígeno a través de la canula (ríe). Sabían que estaba sustentando, así que nadie me tocó la puerta de la habitación para evitar interrupciones. Al acabar me preguntaron cómo me fue. Todos estábamos muy contentos porque fuimos aprobadas”, narra hoy jocosamente Allison.
Las tres todavía celebrarían “presencialmente” 30 días después, en casa de ella, luego que fuera dada de alta. En busca cada una de su camino, aún planean escribir juntas un artículo académico relacionado con su tesis y seguir metiendo chacota en el chat del Whatsapp, claro. Porque hay buenas notas, pero también buen humor. Y ejemplo, un gran ejemplo para los niños y niñas que tengan la fortuna de tenerlas como maestras.//
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