Como diría el desaparecido ícono de la televisión mexicana Roberto Gómez Bolaños, “sin querer queriendo” la epidemia mundial de coronavirus se ha convertido en una oportunidad para poner a prueba nuevas modalidades de trabajo que rompen con viejos paradigmas. Uno de ellos, el ‘presentismo’ al que están acostumbrados los empleadores de países como el Perú. De hecho, China fue el primer país que pudo seguir andando (aunque con las limitaciones propias de una emergencia sanitaria) gracias al home office o teletrabajo, una modalidad por la cual el trabajador se conecta virtualmente con su trabajo y cumple con su jornada laboral desde casa sin que esto afecte factores de productividad y eficiencia, pero favoreciendo y mejorando su calidad de vida.
“El teletrabajo es una de las mejores opciones que tenemos en la actualidad para lograr objetivos y mejorar rendimientos. Con este sistema, la persona puede aprovechar el tiempo de transporte en su casa, haciendo las tareas que todos, hombres y mujeres, tienen que hacer, y luego sentarse disciplinadamente a cumplir con su jornada de trabajo. La persona estará muy motivada, porque evitará un desplazamiento innecesario, sobre todo en una ciudad tan hostil como la nuestra. Esto impilica un ahorro real de dos horas diarias como mínimo, ahorro de dinero en pasajes y refrigerios, mucho menos desgaste físico del trabajador, menos riesgo de robo y de accidentes. Y se logra sobre todo compatibilizar la vida y el trabajo”, explica Mónica Villegas, directora de Oportunidades Laborales de la UPC.
Esta modalidad no solo es favorable para el trabajador. El empleador se beneficia también, además de la fidelidad del empleado, con el ahorro de recursos como la energía, el espacio físico o posibles subvenciones en la alimentación de sus trabajadores. Y todo esto con la posibilidad de medir objetivos o productividad por resultados.
El gran problema del teletrabajo, dice el abogado laboralista Jorge Toyama, es que la regulación laboral peruana es muy rígida y esto propicia que haya mucha gente en la informalidad. “La ley del teletrabajo exige demasiada formalidad. Para empezar, tiene que haber un convenio escrito y si este no existe, no hay teletrabajo. Número dos, la empresa le tiene que pagar al trabajador por el valor del wifi en su casa. Y si la laptop es del trabajador, también tiene que haber un pago... Hay mucha rigidez en torno al sistema del teletrabajo. Aquí las partes deben ponerse de acuerdo. Es un ‘gana-gana’ para todos. Y el Estado evita el congestionamiento, la polución, etc.”, dice el experto.
Si bien el teletrabajo se presenta como una opción en esta coyuntura de coronavirus, esta modalidad ya es usada por muchas empresas en nuestro país, como Comunicaciones Pacific Latam, que integró el home office hace cuatro o cinco años. Por su parte, Osiptel se ha convertido desde hace dos años en la primera institución pública en haber implementado un verdadero sistema de teletrabajo. “Nosotros considerábamos que debíamos ser la primera porque regulamos un sector donde el componente tecnológico es el elemento más destacable”, afirma Sergio Cifuentes, gerente general de Osiptel.
Al cierre de esta edición, la ministra de Trabajo, Sylvia Cáceres, anunció que en las próximas horas se daría “un decreto supremo que justamente pone a disposición de las empresas un conjunto de opciones” referidas a este tema ante la coyuntura del coronavirus. //
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