Han pasado tres días desde que la cápsula Crew Dragon, impulsada por el cohete Falcon 9, saliera del planeta Tierra con dos astronautas dentro y Rosa Ávalos-Warren (31) sigue con la adrenalina revuelta. Importante acotación: ella mueve cosas en el espacio todo el tiempo desde hace ocho años; incluso trabaja con vuelos tripulados con humanos hace dos; pero esta misión, la Demo 2 de Space X y la NASA, es especial. Es la primera vez en nueve años que estadounidenses despegan desde el suelo de su país (lo habían estado haciendo desde Rusia a partir del 2011) y también la primera en que una empresa privada lleva en sus vehículos gente de la NASA a la Estación Espacial Internacional (EEI). Sí, tal como si prestara un servicio de taxi. Esas son, pues, las razones históricas. Pero además están las personales. Un gran paso para la humanidad, y otro gigantezco para la pequeña niña que, por ser tan buena en matemáticas, siempre ayudó a sus tíos con las cuentas en sus negocios; la que hasta los 12 años vivió en el rico Rímac; la que ganó becas universitarias en EE.UU.; la que nunca dejó de mirar las estrellas.
A Rosa la conocí en el 2013 en Cusco. Tenía 24 años, pero parecía de menos. Menuda, tímida. Con toda la pinta y la energía de ser la primera de la clase. Allí había llegado para dar charlas a escolares sobre la importancia de estudiar ciencias. Para inspirar a las niñas. Hoy, mucho después, da muy segura de sí conferencias internacionales y charlas TED. Sucede que su trabajo le da la autoridad para hacerlo: encabeza el equipo que hace posible que los astronautas en el EEI, o los que están en cohetes en camino a ella, puedan comunicarse con los diversos centros de control en tierra firme. Ni más, ni menos. Ya casada y con una hija de 11 meses, la ingeniera aeroespacial se ha la pasado trabajando los últimos dos meses en su casa, como gran parte de los terrícolas, debido a la pandemia. Solo ha ido al Centro de Vuelo Espacial Goddard, en Maryland, su “oficina”, en muy contadas ocasiones. Su bebe, Camila, jugando en su corral, la estuvo acompañando los días previos al despegue mientras ultimaba junto a sus compañeros los detalles para la hazaña. Somos conversó con ella.
El lanzamiento de la cápsula Crew Dragon nos sacó por un momento fuera de este mundo golpeado por la pandemia. ¿Cómo fue la experiencia para ti en estas circunstancias?
Tengo una mezcla de sentimientos. Por un lado estoy muy contenta, pero también siento tristeza por lo que estamos pasando con el coronavirus. Pero es bueno que la noticia del lanzamiento del vehículo haya traido a las familias de todo el mundo otra perspectiva de la vida. A pesar de todo se siguen haciendo esfuerzos importantes. Qué bueno que haya refrescado en la gente, en niños y grandes, esa pasión por la exploración espacial.
¿Pudiste dormir bien la noche anterior al lanzamiento?
Mmmm… No estaba tranquila, precisamente. Mi mente estaba enfocada en el lanzamiento. Chequeaba mi computadora constantemente. Estos últimos meses han sido claves para sentirnos confiados al lanzar este vehículo, pero igual siempre uno quiere estar pendiente de todo.
¿Cómo empezaste el día ese 30 de mayo?
Me levanté a las 5 am. Mi hija suele levantarse a las 7 am, pero seguro escuchó la bulla que hacía yo moviéndome, yendo y viniendo, y abrió los ojos también. Así que, primero, a atenderla. Después me puse a chequear y re chequear que estuviera llevando todas mis cosas al centro de control de Goddard: mi fotocheck, los cables de mis equipos personales… luego manejé de mi casa al centro unos 45 minutos más o menos y allí a seguir todos las medidas de seguridad...
Uno tiene la idea de que las instalaciones de la NASA siempre son inmaculadas. Con la situación por Covid-19, las medidas serán más extremas...
Uf, sí. Full limpieza. Todos estamos tomando las medidas necesarias para protegernos y cuidar el equipo. Eso es clave para el éxito de todas las misiones que tiene NASA. Algo muy interesante, te lo comento, es que antes del Covid-19 los astronautas siempre pasan por cuarentenas de dos semanas antes de ir a cualquier vuelo, eso es necesario para prevenir alguna enfermedad que ellos puedan llevar al espacio. Esta vez no fue la excepción. En los centros de NASA seguimos los protocolos. Hay gel sanitario y pañuelos húmedos con lejía por todos lados.
Esta ha sido una misión que tú esperabas con particular emoción, más allá de los motivos que la hacen histórica.
Sí. Yo entré a NASA en el 2012 y perdí mi chance de trabajar con expediciones de humanos porque el programa de transbordadores estadounidense había cerrado en el 2011. En ese entonces empecé a trabajar como ingeniera de operaciones mecánicas, manejando los paneles solares de la EEI para obtener energía y que esta funcione, entre otras tareas. Ya desde hace dos años trabajo con misiones tripuladas, pero este vuelo ha sido muy significativo para mí porque no imaginas el tiempo, el sudor y las trasnochadas que he invertido para el mismo. Mucha gente me ha ayudado para cumplir esto: mis padres y mi esposo, especialmente. Me faltan palabras para describir los sentimientos que he tenido con esta misión. Yo he sentido que detrás mío han estado peruanos y peruanas conmigo. Es un honor representarlos. Y también a las madres. Las madres que criamos y a su vez hacemos estos trabajos. Me siento satisfecha. De todas maneras, aún hay otras misiones de las que quiero formar parte.
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Desde tu posición, tienes el camino más corto que el resto de mortales de ir al espacio, de visitar la EEI. ¿Es eso algo que te interesa?
Sí, mi sueño es ser astronauta. Allí ya estamos hablando de otro nivel de desafío.
¿Es un plan a corto, mediano o largo plazo?
Yo siempre me estoy entrenando. Siempre trato de estudiar, estar lista, preparada. La candidatura para ser astronauta abrió hace unos meses, estas se repiten cada tres años. Sin embargo, por ahora, para mí es esencial que estemos preparados para poder apoyar a una misión adecuadamente. Lo digo porque a mí me marcó mucho la tragedia del Columbia en el 2003. Entonces hoy mi preocupación es qué más podemos hacer nosotros para que una falla no ocasione una tragedia similar a aquella. En el futuro, eso sí, me gustaría ir a la EEI. Me encantaría.
Son muchos años, además, en los que das conferencias a estudiantes de todas las edades. ¿Por qué lo sigues haciendo?
Cada vez que hablo con estudiantes, lo que anhelo, es inspirar. Es que ellos puedan lograr hacer mejores cosas que uno. No hay barrera que los pueda parar. Trabajar en la NASA ha sido mi sueño desde que era pequeña. Si yo pude hacerlo, cualquiera también lo puede alcanzar.//
Del Rímac a Estados Unidos
La infancia en Perú. Ávalos nació en 1989 en Lima, aunque ella se considera chilcana y chinchana. Vivió en la avenida Tarapacá en el Rímac, sobre la desaparecida panadería Malatesta.
Juventud bien aprovechada. A los 12 años, ella y su familia emigran a los Estados Unidos. La secundaria la hace en Virginia, donde aún vive. Siempre destacó en las matemáticas, lo que la hizo merecedora de becas de estudio.
Con honores. Fue la primera peruana en graduarse en Ingeniería Aeroespacial en el Virginia Tech.