Hace unas semanas, SOMOS contó la historia de las ‘machitas’ caporales que todos los fines de semana se juntaban en la Plaza de la Bandera para bailar la danza altiplánica de la tuntuna, tan común en la fiesta puneña de la Virgen de la Candelaria. Lo novedoso era que estas mujeres buscaban lograr empoderar a más mujeres y niñas a través de este baile. La creación del personaje de la ‘machita’ en sí es un acto de rebeldía desde su orígenes tanto en Bolivia como en el Perú.
Andrea Chuiman, la directora del proyecto Machita Mujer Caporal es actriz y danzante en el Ballet Folclórico Nacional del Perú desde sus inicios, ya hace más de diez años. Este año se decidió a comenzar el proyecto que quería desarrollar desde el 2017: usar el arte para que las mujeres se sientan más seguras de sí mismas.
Sin embargo, la transmisión de hoy va dirigido a todos. “En vista de este encierro justo y necesario por el bien de toda la comunidad, lanzamos esta transmisión en vico para botar las energías acumuladas, liberar la ansiedad”, dijo Chuiman a SOMOS. Para la actriz, el arte de las machas ayudan a ello por ser una danza fuerte, enérgia y alegre. “Acompáñennos a ‘guapear’ y cantar al son de la igualdad”, dijo.
¿QUIENES SON LAS MACHITAS?
En el Perú, la historia de este personaje se remonta a la década de los noventa. Cuando en la fiesta de la Candelaria de 1997 la puneña Josefina Mamani se convirtió en la primera ‘machita’ caporal peruana, no tenía intención de serlo. Solo quería bailar con comodidad la saya, con la que tanto se conectaba. Sí había visto en el carnaval boliviano de Oruro la figura de la ‘machita’, como se le denominaba a la mujer que se vestía con traje de hombre caporal –saco, pantalón y botas con cascabeles– y en el Perú había observado a algunas mujeres que bailaban en el bloque de los varones, casi desapercibidas. Para Josefina, a quien le habían dicho que no podría caminar –había tenido un accidente– y, sin embargo, bailaba para la Virgen de la Candelaria desde los cinco años, no había imposibles. En 1997, a los 23 años, alquiló dos trajes: se puso la chaqueta femenina y el pantalón masculino. Y así bailó.
Recuerda que a lo lejos escuchaba a hombres que gritaban que parecía una ‘machona’, que así no bailaba una mujer. Josefina convirtió todo ese rechazo en fuerza para que sus pasos retumbaran más. No estaba en el bloque de varones caporales, le dieron un espacio especial. Poco a poco más mujeres se unieron y otras compañías empezaron a reclutar ‘machitas’. Muchas ‘cholitas’ o ‘caporalitas’, como se les conoce a las que bailan con faldas pequeñas y tacos, se pusieron el pantalón. La reivindicación de las ‘machitas’ había empezado.
Trece años después, una joven limeña, inspirada en Josefina y en el camino de sus predecesoras, quiere hacer evidente una característica intrínseca del personaje: su poder feminista. Ella es Andrea Chuiman, parte del Ballet Folclórico Nacional desde sus inicios y quien desde hace dos años buscaba crear un espacio para que más mujeres conozcan la figura de la ‘machita’ y, a través de ella, puedan descubrir su fuerza interior.
Para lograrlo tenía que formar un equipo. Convocó a otras actrices y danzantes (Suli Vilcañaupa, Lola Santillana, Maite Avellaneda y Laura Santa Cruz), las ‘machitas’ superpoderosas, como las llama. Con ellas se preparó una performance sobre la historia del personaje que solo duró hasta el 11 de marzo en los auditorios del Instituto Peruano Británico ante la llegada del coronavirus. Ellas esperan retomar las otras funciones cuando pase la crisis para seguir llevando su mensaje empoderador.
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Conoce algunos pasos de las ‘machitas’ caporales:
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