Desde que el gobierno anunciara una cuarentena forzada por el coronavirus, las reacciones de la gente fueron extremas, desde el pánico y la histeria por el papel higiénico hasta el júbilo. Que lo digan los pequeños de ese colegio que cantaron la disposición gubernamental como si se tratase de un gol de Cuevita. Para los adultos las cosas no son tan sencillas. El que menos quiere pasar más tiempo con sus hijos, sí, pero ¿todos los días? ¿A todas las horas? Los pequeños están intranquilos en casa. Sus papás más. ¿Y qué se puede hacer con todo el tiempo que sobra en estos días de prevención?
“Definitivamente [en este contexto de cuarentena], la casa puede ser una fuente potencial de stress”, dice la Dra. María Elena Escuza, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Norbert Wiener. Al teléfono, reconoce que normalmente pasamos menos tiempo en familia del que solemos creer. Los padres trabajan. Los hijos están en el colegio o la universidad. “Nos quedan para estar juntos las noches y por ahí los domingos, pero una situación de estar todos juntos, durante 24 horas, por 15 días, es una experiencia única que nadie ha vivido antes. Algunas personas no van a saber qué hacer, otros estarán aburridos. Una cosa es quedarse en casa de forma voluntaria y otra que te obliguen”, dice.
Cuando hay stress al interior de la familia o de un grupo humano que convive forzadamente, empiezan a haber roces por cosas tontas. Hay fastidios por situaciones que, en otras circunstancias, no ameritarían molestarse en lo absoluto. Todos son síntomas del aislamiento prolongado en grupos humanos, algo que preocupa mucho, por ejemplo, a los científicos que estudian ciencias aeroespaciales. El síndrome de aislamiento es una gran barrera para emprender proyectos de largo aliento como el hipotético viaje humano a Marte, básicamente porque aún se estudia cómo encerrar a tres seres humanos en un viaje de dos años y que no se maten entre ellos por si alguien usó la taza del otro. La duda es real.
UNA HISTORIA DEL HOGAR
Solemos pensar en la casa propia como ese lugar idealizado que nos da seguridad –en líneas generales, porque también hay mucha violencia familiar- y en el que podemos dejar la máscara pública y ser nosotros mismos. La casa es el castillo, el lugar en el que uno vive, ama, comparte y duerme. Pero esa es una noción bastante moderna de lo que es un hogar. En la Edad Media, como ha anotado el escritor Bill Bryson, en su libro En Casa: una breve historia de la vida privada, tales asociaciones eran impensables. Todas las comodidades de las que goza una vivienda hoy no existían hasta hace doscientos años.
Estar en casa entonces era vivir en un solo salón hacinado con otras personas, con la familia, con los criados y a veces con los animales, todos viviendo en el mismo cuarto y durmiendo sobre las mismas pajas. “Hasta el siglo XVIII la idea de sentirse cómodo en casa era extraña”, escribe Bryson, quien además sostiene que el concepto de espacio personal en el domicilio (o sea, la habitación), que hoy suena tan natural, era inconcebible hace unos siglos. Su concepto fue una revelación con el arribo de Edad Moderna.
Hace 30 o 40 años, cuando los que hoy son padres eran niños, había menos estímulos para el goce de lo privado y muchos más para el disfrute colectivo. En un mundo sin tablets, televisores en cada cuarto o smartphones, las familias jugaban juntas. Desde los juegos de mesa hasta ver en la sala la misma película, porque apenas había cinco canales para escoger y solo un TV.
“Antes en las casas se jugaba el “Ritmo A Go Go”, que era un excelente juego para padres e hijos, para poder desarrollar lenguaje en los niños as como las asociaciones rápidas”, recuerda Maria Lucero Ugaz, docente y jefa de la sección académica de inicial en la Universidad de Piura, quien propone a los padres en estos días recuperar ese espíritu de cuando eran niños y la casa una fuente inagotable de diversión.
Ugaz recomienda estrategias como hacer horarios y rutinas específicos, tanto para los padres y para los hijos, que deben respetarse para sobrellevar una convivencia basada en justicia y reglas claras. “Las familias en estos días pueden ver una película juntos o leer el capítulo de un libro y comentarlo juntos”. Desde luego, no se recomienda dejar a los niños a su suerte y al influjo de tablets, smartphones o videojuegos todo el día. Es deber de los padres imponer esa disciplina.
APRENDER A VOLVER AL NIDO
El nesting, una suerte de ética y filosofía nórdica que recomienda quedarse en casa sin hacer nada, como una forma de contrarrestar el frenetismo laboral de estos días, podría ser el norte a seguir para volver a reconectar con el sentido de hogar, no solo en los tiempos de la cuarentena, sino cuando esta crisis sanitaria pase. “Para las personas que están muy ansiosas en casa lo que recomiendo son tutoriales de relajación o de yoga que hay en YouTube, o de mindfulness, que significa conciencia plena, que pueden ayudar a bajar los niveles de ansiedad y manejar los pensamientos que a veces pueden dispararse y crear un caos en la cabeza que no debería haber”, dice la dra. Escuza.
¿Tienes un hobby? Estos días de ocio obligado son el momento ideal para practicarlo y evitar el estrés del encierro. Leer. Bailar. Tocar un instrumento. Aprender un idioma nuevo a través de aplicativos como Duolingo. Pocas cosas más relajantes y que despejan la mente que practicar la jardinería. En YouTube hay miles de tutoriales sobre cualquier cosa, desde hacer cerveza en casa, ser un maestro del origami, hasta lograr el lip synch perfecto (para los loquitos Tik Tok).
Una recomendación final que las especialistas consultadas para esta nota hacen con énfasis: huir de la sobreinformación catastrófica de estos días. Buscar un horario del día para consumir noticias pero no dejar el televisor prendido con la cobertura de 24 horas del coronavirus. Esto solo hace que se disparen los miedos, las paranoias y psicosis y no ayudan en nada a la necesaria calma familiar. //