Decía George A. Romero, el padre del cine de zombies moderno, que el verdadero horror en sus películas nunca eran los muertos vivientes, sino los vecinos, es decir, los humanos; esa gente aparentemente normal, con hijos y que paga las cuentas, pero que es capaz de las peores infamias cuando las cosas se ponen difíciles o se impone el sálvese quien pueda generalizado.
Desde su debut con La noche de los muertos vivientes (Romero, 1968), es un consenso pensar en los zombies como metáforas de ideas más complejas de las que aparentan a simple vista. Ellos son una crítica al consumismo descerebrado que nos tiene a todos comprando; un reflejo de las contaminaciones ambientales causadas por la codicia o productos colaterales del capitalismo salvaje. Romero ibas más allá: veía a los zombies como monstruos de clase obrera.
Los muertos también sirven para reflexionar sobre taras muy cercanas a la Lima del 2019, como la discriminación o el racismo. En Aj! zombies, la comedia de acción de pronto estreno en el país, la capital sucumbe al tan temido apocalipsis de los muertos vivientes. Pero los habitantes están tan ensimismados en sus burbujas amicales y sus tecnologías, en sus fiestas privadas y su hedonismo de fin de semana, en sus brumas alcohólicas, que pocos reparan en la amenaza que ya vive en sus calles.
UN ESPEJO DE LA SOCIEDAD
Ahí está Claudia (Anahí de Cárdenas), el arquetipo de la pituca limeña que no se entera de nada, que confunde al zombie que golpea la ventana de su auto con un mendigo y le arroja una moneda. Luego está el borracho (Miguel Iza) que piensa que uno de los monstruos es su compañero de tragos. Solo Felipe (el destacado Emilram Cossio), un estudiante universitario de Biología, es lo suficientemente sensible para percibir el peligro que los rodea. Hay muertos en todos lados, en el salón de clases, en el micro, pero los limeños que viven en su individualismo, con los ojos en el smartphone, no se dan cuenta.
“La idea surgió un día en que Julián Estrada y yo nos pusimos a pensar cómo sería el apocalipsis zombie contado desde la perspectiva de la China Tudela. Así empezó”, anota el director y publicista Daniel Martín Rodríguez, hijo del cineasta Daniel Rodríguez. “La lógica era contrastar al personaje de Felipe, que es este chico sensible, que es hijo de una empleada del hogar, con Claudia, que es esta pituca que es absolutamente ciega a lo que pasa a su alrededor, para quien personajes como un jardinero o un borracho no existen, se mimetizan con el fondo”.
UNA LLAMADA INESPERADA
Como se recuerda, Aj! zombies nació en el año 2014, como una serie web compuesta por cortos de apenas unos minutos de duración. Se filmaban por amor al arte, por generosa cortesía de unos actores que no cobraban. El equipo de producción eran solo cinco personas. Aun así, consiguieron hacerse un nicho y ganaron algunos premios internacionales. El director Rodríguez había pensado dejar las cosas ahí y dedicarse a otra cosa cuando una llamada inesperada desde Francia le cambió todos los planes.
La gente de Canal + había visto Aj! zombies por YouTube y le proponía continuar con la serie para su plaforma virtual de videos. “Recuerdo que les dije que no era barato hacerlo. Que si aceptaba, tenía que ser un producto mucho más profesional. Me dijeron que no me preocupara y me pusieron una cifra que era cinco veces más de lo que yo había considerado como lo mínimo que podía aceptar. Les dije ‘ya pe, vámonos con todo’”, recuerda Rodríguez entre risas.
Así nace Aj! zombies en su segunda encarnación, como una serie de diez capítulos. La inyección de capital hizo que el rodaje pasara de cinco amigos a sesenta personas. Si se sumaba a los zombies, podían ser hasta 100 en un día. Es esa serie, que no llegó a ser vista en el Perú por problemas con Canal +, la que se ha vuelto a montar, ahora bajo la forma de un largometraje.
Aj! zombies no es una cinta de terror. Anahí de Cárdenas la describe como una comedia de acción. Aquí hubo hasta dobles de riesgo en escenas peligrosas, que incluían un salto, un caballo y un carro. A su personaje le toca repartir golpes con palos de golf, disparar a zombies en la cabeza y otras destrezas físicas que demandaron entrenamiento.
UNA FÁBRICA DE MUERTOS
El apartado de efectos especiales también tuvo sus propios retos. A cargo del maquillaje estuvo Víctor Zapata, quien tuvo la agotadora chamba de maquillar hasta 60 muertos en una madrugada y dejarlos listos y horrorosos para las 7 a.m., cuando el director decía acción. “Acabábamos trabajando como en una línea de producción: poníamos a los muertos en fila y con mi equipo les iba poniendo los ojos, luegos las cicatrices, el pelo, las prótesis; si no, no había forma de llegar a tiempo para la filmación. Ha sido el reto más grande que me ha tocado”, dice el hombre que ha trabajado en películas como Cementerio general y Django 2.
Zapata no recuerda haber usado más sangre en otro proyecto que en este en particular. “En otras películas he usado una botellita o mucho menos. Acá fueron 50 galones de sangre para película, y eso es solo la que utilicé yo. La producción también consiguió su propia sangre para la escena final, que fue una cosa loca que involucró más de cincuenta muertos juntos en una sala”.
El viaje interno que hacen los personajes, desde la diferencia de clase y el no reconocimiento al otro, hacia la cooperación y la unión, es uno de los mensajes que deja la película, en medio de las carcajadas. La misma La noche de los muertos vivientes, la película de George Romero que inició todo, era un alegato fuerte contra el racismo, solo que sin las bromas y en blanco y negro. A Anahí le queda claro que la película trata sobre la necesidad de mirarnos y reconocernos como iguales, para poder avanzar y ser mejores. Es interesante, piensa, porque se da cuenta de que a veces tienen que pasar cosas monstruosas, aunque sean ficticias, para que empecemos a vernos y comprendernos mejor. //