Desde el virreinato hasta hoy: un repaso por la historia del rumor

La historia del rumor viene de tiempos milenarios. Como para que se haga una idea: el cotilleo se ha dado, dice el sociólogo Guillermo Nugent, desde que existen las relaciones sociales: En un pueblo chico, por ejemplo, alguien ve que una mujer se pone un vestido distinto [al usual] y como es algo que rompe con la normalidad, da origen al rumor. Agrega también que este hábito se ha dado -y continúa apareciendo- en situaciones de incertidumbre como guerras, enfermedades, cataclismos, entre otros.

Para el Dr. Pedro Guibovich, historiador y docente PUCP, el rumor es fruto de la curiosidad y la falta de información. “Hoy en día contamos con medios de comunicación masivos, pero en la colonia cómo se informaban del acontecer más allá de las murallas de Lima. El medio era la correspondencia y la información boca a boca, pero sabemos que esta última termina desvirtuándose”. Cuenta que otro foco de información también era el Palacio del Virrey. Llegaban cartas de España –con bastante retraso– dirigidas al virrey o a la audiencia de noticias y eso se filtraba en las proximidades del Palacio Virreinal (actualmente Palacio de Gobierno). Cuando el virrey decidía divulgar dicha información, reimprimía las gacetas o elaboraba una relación de las noticias y ordenaba su impresión.

(Para leer la gaceta completa, ingrese a http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/41229)

“En la época colonial también circulaban noticias y se tomaban muy en serio los rumores sobre las enfermedades de los gobernantes, porque siempre una crisis de poder es un asunto bastante serio. Entonces, lo que muestran los documentos coloniales (no con mucha abundancia) es que circulaban muchas noticias”, agrega Guibovich.

MIRA: Mónica Lanchipa, la docente de Tacna que da clases por Facebook, WhatsApp y Tik Tok

La profesora de Historia en la UPC Lisseth Ramis adiciona a otro mensajero de la época: las campanas. “Durante la Colonia, si bien no había periódicos, estas anunciaban matrimonios, bautizos, defunciones, guerras. Todos sabían qué significaba cada campanada. Por eso Ricardo Palma decía: ‘quién más chismosa que la campana’, porque ella contaba todos los acontecimientos sociales”. Destaca también a las tapadas limeñas -cuyo origen data de 1560- quienes solían “llevar noticias que no necesariamente liman con la realidad”.

DICEN POR AHÍ

Guibovich rememora un pasaje de 1687, cuando un terremoto destruyó gran parte de Lima, que bien refuerza la afirmación de Nugent sobre los rumores en tiempos de crisis: la llegada de un tsunami. “En plena noche –que era muy oscura porque no había iluminación–, un sector de la población empezó a huir a los cerros próximos. El virrey [Melchor de Navarra y Rocafull] ordenó a unos oficiales que fueran al puerto del Callao a averiguar. Llegaron y encontraron todo en calma. Regresaron y dieron la noticia [de que no había tsunami]. Les costó lograr tranquilizar a la población”.

Para Ramis hay otra figura que cobra vital importancia cuando se habla del retrato -acertado o no- de la sociedad limeña. Viajeros como Alexander Von Humboldt, Ernst Midendorff, Heinrich Witt, Flora Tristán, muestran los más íntimos detalles de nuestra sociedad en sus correspondencias. “Ellos dan una pincelada muy acuciosa sobre la sociedad de ese entonces. Develan sus medios, sinsabores, alegrías. Eso te ayuda a entender por qué las personas hacían lo que hacían y creían en lo que creían”.

Eso, claro, no pasaban desapercibido. Francisco Xavier de Luna Pizarro solía escribirle cartas a su cuñado contándole noticias oficiales y también rumores que circulaban en la ciudad. En sus correspondencias de 1820 (publicadas por Javier de Belaunde) se hace referencia al lugar donde iba a desembarcar San Martín. “Pero ellos cómo podían saberlo. Ni que tuvieran un dron para seguir la ruta de expedición libertadora. (…) Leyendo la correspondencia, uno puede notar la importancia o difusión que podía tener la circulación de estos rumores”, analiza Pedro.

TIEMPOS MODERNOS

Los expertos señalan que en el siglo XIX (en adelante) noticias difamatorias ya eran moneda corriente en los periódicos. “El pasquín se transmitía de manera manuscrita y no pasaban por la censura, se copiaban fácilmente como yo hoy puedo fotocopiar cualquier texto. Los agravados podían iniciar una acción ante una Junta de Censura. Dependiendo de la naturaleza del pasquín, correspondía una multa o el destierro”, agrega Guibovich.

En un futuro se contará el bulo que atemorizó a la sociedad peruana en pleno aislamiento social por el coronavirus y se reenvió -cual cadena de oración- por WhatsApp. En abril de 2020, una niña entrevistada en una radio del departamento de San Martín afirmó que había conversado con Dios. Él –la voz divina– le había dicho que el martes 21 de ese mismo mes tendría lugar el Juicio Final. “Que nadie salga a la calle, porque pueden morir”, insistía.

“Estamos en la realidad de una nueva ecología comunicativa. En ese nuevo entorno donde un Whatsapp o un Telegram lo puede mandar cualquiera, diciendo cualquier cosa, teniendo un alcance global... La única forma de contrastar eso es dándole fuerza al periodismo científico. Que la gente se acostumbre a sostener su idea a partir de investigaciones sobre pruebas que efectivamente ocurrieron”, refiere tajante Nugent. //

VIDEO RECOMENDADO

TE PUEDE INTERESAR