MDN
(Fotos: El Comercio)
Álvaro Rocha

Noche en las montañas. Las personas reunidas en torno a una fogata parecían una asamblea de espectros. Caminaban lentamente en círculos y se frotaban las manos y los rostros. Lo único que los diferenciaba de los zombis es que permanentemente miraban las estrellas: algunas se asemejaban a pequeñas cabezas de alfiler y otras eran relucientes como diamantes en el sudario de la noche andina. La Luna esparcía su delicada luz en la laguna de Marcapomacocha y en los nevados de la Cordillera La Viuda.

Esta visita es altamente recomendable para todos, pero especialmente para los que sufren de estrés o están al borde de un ataque de nervios por los martirios a los que nos somete el tráfico, los trabajos rutinarios, las deudas y nuestras impredecibles autoridades. Por ello mi consejo para llegar a este destino es evitar la tortuosa Carretera Central y coger la vía que transcurre por el valle de Canta, cuya carretera ya ha sido asfaltada hasta Cullhuay, a un paso de la Cordillera La Viuda.

Siguiendo esta ruta –mucho más tranquila– se disfruta de la legendaria campiña de Obrajillo y de la cuarentena de lagunas que existen en la zona, como Chuchún y Siete Colores, aún en la Región Lima; y Yantac y Marcapomacocha, la más grande de todas, en Junín. Además de espléndidas cataratas como Pomora y Carispaccha, y el sobrecogedor espectáculo de ver tropillas de vicuñas y rebaños de alpacas y llamas transitando entre melancólicos pastizales en la frontera del hielo y la nada.

Puede ser un full day, como también alojarse, baratito nomás, en el hotel municipal de Marcapomacocha, comerse una truchita y recordar, alrededor de una fogata, que nuestro paso por la Tierra significa sobre todo trascender, que la espiritualidad, la solidaridad y las fibras más sensibles de nuestra infancia no sean avasalladas por una forma de vida que suele abrumarnos. //

MÁS INFORMACIÓN
Recomendable ir por Canta (5 horas y media) y regresar por la Carretera Central a la altura de Casapalca (km 120), para no perderse el mirador del Rajuntay, el nevado más alto de esta zona.

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