Vivir con afasia: la historia del guitarrista Rafael Amaranto y su lucha por volver a grabar un disco

Su guitarra acompañó a las mejores voces del Perú durante una época fértil de la música peruana, que hoy se considera, con justa razón, una era de oro. Ya por ese entonces, el estilo inconfundible de Rafael Amaranto (La Libertad, 1935) era un sello que garantizaba calidad y también éxito: una introducción de guitarra compuesta y tocada por él tenía más chances de pegar en las radios, entre otras cosas, porque esos impresionantes punteos y bordones que brotaban de su instrumento se volvían recordables al instante, de lo melodiosos que resultaban.

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Los ejemplos sobran: Una carta al cielo y Propiedad privada, de Lucha Reyes; Clavel marchito, de Jesús Vásquez; Mal paso, de Eva Ayllón, además de canciones de Chabuca Granda, Alicia Maguiña, Luis Abanto Morales, por mencionar solo algunos a los que acompañó con el elegante “toque Amaranto”. Estas grabaciones se cuentan por cientos. Lo increíble es que Rafael componía estos elogiados pasajes en segundos, instantes antes de que el productor apretara el botón de REC. Ese vértigo de contar con muy poco tiempo para crear era el mejor motivador de su inspiración.

Hoy son tiempos más sosegados en la vida de Amaranto. No hay prisas, aunque él sienta que le falta tiempo para todo lo que quiere hacer. Nos recibe en su casa de Pueblo Libre con una sonrisa que casi nunca abandona su rostro. Su temperamento optimista, su mirada expresiva, hace que apenas nos demos cuenta de los pequeños inconvenientes de la comunicación. De pronto, estamos conversando en un idioma de gestos y sonidos inventados porque al maestro Amaranto se le complica formar palabras. Es el resultado de un accidente cerebro vascular (ACV) ocurrido el año 2010, que le dejó una afasia, es decir, un trastorno del lenguaje que afecta su capacidad de expresarse, pero no su entendimiento.

En su peor momento, el maestro Rafael tuvo que aprender todo de nuevo, hasta para qué servía la llave del agua y otros detalles cotidianos que supusieron un reto. Lo que el ACV no pudo arrebatarle fue el humor, su tenacidad, la lectura y, por sobre todas las cosas, la música.

La cabeza de Amaranto está tan llena de notas y acordes, que el infarto cerebral simplemente no pudo arrasar con todo ese fantástico banco de datos. Su memoria musical y muscular sigue ahí, casi intacta. Eso le permite la bendición de seguir tocando todas las mañanas, una gracia que él, fiel testigo de Jehová, se la atribuye al Creador. Practica mucho y lee más. Hace unos meses se enteró de que la estrella de cine Bruce Willis anunciaba su retiro de las pantallas grandes precisamente por tener una afasia, y la noticia lo conmovió. Luego se enteró de que Willis es un gran músico y que toca muy bien la guitarra. Entonces se sintió más tranquilo.

Quien comprende mejor a Rafael Amaranto y capta todo lo que este expresa, con una habilidad casi telepática, es la doctora Ana Chávez, su esposa, que lo ha acompañado en los días y las sombras de su relación por más de 38 años. Ella es su apoyo en su día a día y le profesa tal admiración que lo llama “mi maestro”, con sincera dulzura. Por estas fechas en que Amaranto ha empezado a dar entrevistas para contar de sus nuevos planes y sensibilizar sobre lo que es vivir con afasia, la señora Ana ha sido crucial, como su mejor intérprete. Ella lo escucha, lo comprende, le arranca carcajadas y también lo calma, las pocas veces que el maestro se ofusca consigo mismo al perseguir las palabras esquivas.

Es a través de sus recuerdos que conocemos la historia de un Amaranto recién llegado a Lima en los años 50, con su conjunto Los Porteños, para ganar un concurso de música organizado por el trío Los Panchos. Justo fue Alfredo Gil, del grupo mexicano, quien al ver el talento natural de Amaranto le aconsejó que lo puliera en un conservatorio. “Amaranto trae a la música criolla técnicas de la guitarra clásica como el pizzicato, el tremolo. Desde su misma postura cuando coge el instrumento, poniendo el pie sobre un banquito, te das cuenta de su formación como guitarrista clásico”, dice el músico peruano Carlos Cóndor, que ha escrito un libro de partituras para guitarristas llamado 30 introducciones de Rafael Amaranto.

La ‘Primera Guitarra Versátil del Perú’, el hombre que tocaba criollo, boleros y huaynos, quiere que sepamos que tiene una nueva meta. Grabar un nuevo disco de temas suyos. Para ello toca y ensaya todos los días hasta que los dedos se le ponen negros, para recuperar la motricidad fina. Ese empeño ya arrojó una canción grabada (ver recuadro) que es apenas una probadita de todo lo bueno que se viene con él. A estar atentos. //