A Lisette Crespo le pasa lo mismo que sienten las millones de personas que transitan por esta jungla de cemento llamada Lima: no soporta el transporte público. No tolera las faltas de respeto hacia al pasajero, ni los riesgos que implica un viaje en combi por las vías de la ciudad. Siempre se ha sentido más cómoda y segura yendo de un lado a otro sobre dos ruedas. Primero en bicicleta y luego en motocicleta, una Yamaha FZ16, cada vez que iba a su antiguo trabajo en el centro de Lima. “Desde que tuve mi primera moto, mi vida cambió. Todos mis recorridos se hicieron mucho más rápidos, lo que me permitía hacer muchas más cosas en el día. Cuando tienes una moto basta con pensar donde quieres estar y puedes llegar en 30 minutos”, cuenta.
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