Érase un niño que amaba a Julio Verne, a Jack London, a Fenimore Cooper. En casa de Francisco Sagasti, los clásicos de la literatura juvenil se multiplicaban por un trato especial que tenía con sus padres: si le daban uno y lo terminaba rápido, le compraban otro. Era una política de incentivo que ha aplicado él mismo después, con sus hijas y sus nietas. “Así fui armando una pequeña biblioteca”, cuenta desde su casa en La Molina, en la que miles de libros se reparten en distintos ambientes. Todos están catalogados porque su dueño no los hace descansar: los sigue usando como fuente de consulta a la hora de escribir.
Desde luego, el ex presidente de la República es también un escritor. Ha firmado más de 50 títulos, algunos de ellos en coautoría. Y acaba de publicar Discursos del Bicentenario (Planeta), que recopila 32 de los más de 160 textos que elaboró cuando ocupaba Palacio. Este año, el primer libro que publicó cumple sus bodas de oro. Se llamaba El reto del Perú en la perspectiva del tercer mundo, que escribió con Jorge Bravo Bresani y Augusto Salazar Bondy en 1972. “Tuvo muy buena acogida por ser de los primeros que hablaban de estrategias de desarrollo para el país en lo que era entonces la nueva concepción del orden económico. Se decía mucho que el Perú debía encontrar su propia vía, distinta de la del primer y segundo mundo”.
El expresidente Francisco Sagasti nos enseña su biblioteca
“Era la primera vez que veía mi nombre en un libro y, te soy sincero, me embargaba una sensación extraña. Pensaba que algunos textos podían estar mejor. Nunca me voy a olvidar que le conté eso a Domingo García Belaunde, mi amigo de juventud, y me dijo: ‘No te preocupes, tú eres un mocoso y estás es un sándwich con vacas sagradas. Tú no te preocupes. Y si te critican, siempre puedes decir que fue un pecadillo de juventud. Publica nomás’, y así me animé”. // (Oscar García).
Fernando Ampuero: “Fue como un remedio para serenar mis angustias y pesadilla”.
En 1972 publicó su primer libro, Paren el mundo que acá me bajo, una colección de cuentos que fueron escritos al fin de la década del sesenta, cuando tenía 19 años. Esta era una edición artesanal, tan impulsiva como desmañada, donde el joven Ampuero exponía la desencantada existencia de una novedosa marginalidad juvenil en Lima, tema que generó adhesiones y repulsiones. Sin embargo, “por un increíble golpe de suerte”, asegura él, su librito tuvo acogida y la prensa nacional lo dio a conocer. El Comercio, en su suplemento El Dominical, publicó una reseña a página que firmaba el crítico Wolfgang Luchting; y algo similar hicieron la revista Siete Días y el diario La Crónica.
Hoy, en 2022, se cumplen 50 años de la salida de aquel libro que obtuvo sucesivas ediciones, en las que su autor no solo quitó o incorporó cuentos, sino que incluso llegó a cambiar el título general (las ediciones de 1975 y 1994 aparecieron como Deliremos juntos). En 2007, el editor Álvaro Lasso, de Estruendomudo, le restituyó el título original. “Escribir ese libro fue mi forma de decirle al mundo: ¡Aquí estoy!”, dice Ampuero. “Lo sentí como un remedio para serenar mis angustias y pesadillas; luego escribir se volvió un hábito”. // (Oscar García)
Teresa Ruiz Rosas: “Cada 23 de abril los recuerdo con una inmensa sonrisa de gratitud”.
En 1989, Oswaldo Chanove la conminó a airear de una vez sus cuentos y presentarlos al Premio de la Fundación Alfonso Bouroncle Carrión. Para sorpresa de la autora, El desván obtuvo el galardón. Justo en esa época, el Concytec creó un fondo de apoyo a publicaciones de todo género. “Hice imprimir mi primer libro al amparo de La Campana Catalina, un guiño a una minúscula colección de libros a mimeógrafo que había editado mi padre, José Ruiz Rosas, en nuestra Librería Trilce (1959-1969) en Arequipa”, cuenta Teresa.
Álvaro Pastor Cavagnari le cedió para la portada una bella fotografía de un desván, y Jaime Rázuri, que pasaba por la ciudad, la retrató para la solapa. Lucy Calle organizó la presentación en el INC y un amigo le dijo a la salida que no sabía que fuese tan bonito que le leyeran un cuento en voz alta. En Lima la acompañaron Mariella Sala y Jorge Cornejo Polar en la librería El Portal de Barranco, de María Barea. Al año siguiente salió en Zúrich una segunda edición en el sello de Rubén Gallucci, impresa en Londres con portada de John Christopher Jones y al cuidado de Inés Ferreira. “Cada 23 de abril los recuerdo con una inmensa sonrisa de gratitud”. // (Ricardo Hinojosa)
Pierre Castro Sandoval: “No tuve la idea de publicar hasta que mis amigos me lo sugirieron”.
Un hombre feo (2010) no fue un libro planificado. “A principios de siglo yo usaba muchas plataformas para subir historias, así que podían ser leídas por ahí y tenía contacto inmediato con la gente. No tuve la idea de publicar hasta que mis amigos me lo sugirieron. Claro que lo había soñado, pero me parecía una aventura muy arriesgada”, recuerda Pierre. Cuando por fin decidió hacerles caso y ver si había material, reunió las historias que había escrito en sus blogs entre 1997 y 2010. “Junté unas 200, pero llevé a Borrador, la editorial, unas 50. De esas quedaron 12″.
Poco después, coincidió en una reunión con Oswaldo Reynoso y, como siempre llevaba su manuscrito a todas partes, se lo dio para que lo lea. “Le pedí que lo presentara. Me dijo que solo lo haría si le gustaba. El día que me confirmó que sí lo presentaría, me dijo que se había divertido mucho. Fue una de las mayores alegrías de mi vida”. Esa noche llegaron sus padres y muchos amigos. “Fue como el final de Big Fish, cuando aparece toda la gente que interviene en sus historias”. Luego, el día que firmaba en la Feria del libro, había un vendedor que gritaba “¡Pasen a ver al hombre feo!” y dice que se sintió como El hombre elefante. “El chico había vendido camiones, ahora vendía libros. Lo logró: vendimos un montón”. (Ricardo Hinojosa).
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