A una hora y media de Huancayo, en la comunidad de Patalá, el aire se respira helado por esta época del año y el sol no solo quema, también golpea. Para alguien que llega del llano, los 4.100 metros de altitud se sienten como si el cielo, azul y brillante, intentara aplastarnos la cabeza. Las condiciones climáticas ponen a prueba la resistencia de cualquier forastero, pero no la de los agricultores que viven en esta zona del país, en un paisaje compuesto por colinas amarillas y áridos campos. Ellos han encontrado aquí el escenario idóneo para sembrar cuatro variedades distintas de papas nativas (wenccos, cceccorani, huayro macho y sumac soncco), y han llegado a cosechar casi 300 toneladas el último año, junto con otras 24 comunidades, que fueron adquiridas por Inka Crops, empresa especializada en la producción de snacks de exportación.
En coordinación con las ONG Fovida y Cedinco, la compañía peruana ofreció apoyo logístico, controles de calidad y la compra total de sus cosechas a las familias campesinas. Desde hace cinco años, las comunidades vienen trabajando en la siembra de papa nativa y su venta representa el 50% de sus ingresos. Una de las beneficiadas con este acuerdo es Cinthya Yalapoma (33), mujer agricultora, tejedora experta y madre de tres hijos. Cada día, ella se levanta a las tres de la mañana y dedica su jornada a las labores del campo. “Acá las mujeres trabajamos igual que los hombres. Todos cumplimos una función en beneficio de la comunidad”, dice Cinthya, mientras camina por su chacra, sosteniendo al más pequeño de sus niños entre sus brazos.
Casiano Páucar (52), del centro poblado de Apaycancha, se dedicó desde niño a sembrar papa tomasa, pero cuenta que su vida cambió a raíz de que cosecha papa nativa. Su hermano Aguirres le propuso hace dos años dar un vuelco a su trabajo y, desde entonces, siente la tranquilidad de saber que su producción y excedentes tienen un comprador fijo, lo que a su vez se traduce en un ingreso estable para él, su esposa y sus seis hijos. “Si las cosas siguen así, voy a poder ahorrar dinero para mi jubilación. Me gustaría trabajar unos años más, para luego abrir una tiendita en Tarma y vivir de eso”, comenta Casiano, ilusionado, porque ya comienza una nueva temporada de siembra.
-COSECHANDO SUEÑOS-
La tierra es fuente de vida y, como tal, se le rinde culto desde la época de los primeros peruanos. Con el transcurrir de los siglos, dicha tradición se ha mantenido intacta y hasta el día de hoy se le sigue agradeciendo a la Pachamama, también conocida como la ‘diosa de la fertilidad’. Esta mañana, en la comunidad de Patalá, mujeres y hombres, niños y adultos, están reunidos para ofrendar a la naturaleza algunos frutos, semillas y hojas de coca. Para terminar con la ceremonia, brindamos con licor de caña. Después de tres rondas, el malestar por la altura parece disiparse.
En las zonas templadas, la siembra de papa comienza en primavera. En una primera etapa, los agricultores labran la tierra de forma manual, con picotas y lampas, como lo hacían sus padres y abuelos. Las ‘papas semillas’ se introducen entre 5 y 10 centímetros en la tierra y luego viene la parte más complicada del proceso: hacerle seguimiento a la producción durante ocho meses, con métodos de riego tecnificados y acciones que la mantengan libre de plagas, hasta que la cosecha dé sus primeros frutos.
Tras ello, un nuevo ciclo comienza, como la vida misma. //
CIFRAS:
- 1.500 kilos es, en promedio, la cantidad de papa nativa que se produce en una hectárea.
- 83.103 kilos fueron exportados al mercado estadounidense en el 2019 por Inka Crops, de acuerdo con la Asociación de Exportadores (ADEX).
- 299 familias de 25 comunidades campesinas de Huancayo y Huancavelica se han visto beneficiadas con la producción de papa nativa en los últimos cinco años.
- 77 toneladas de la variedad wenccos, 49 de cceccorani,96 de huayro macho y 71 de sumac socco fueron adquiridas por Inka Crops para la elaboración de sus snacks de exportación el último año.