El cine histórico enfrenta a menudo la incomprensión de algunos que les gusta analizarlo como si fueran profesores en busca de errores en un examen escolar. En la memoria reciente está el gran debate que se armó en círculos académicos en torno a la cinta “Napoleón” y a las licencias que se tomó el director Ridley Scott a la hora de adaptar la vida del genio militar francés. Al pobre Scott le dijeron de todo y este respondió, molesto, mandando bien lejos a sus críticos. El cineasta peruano Augusto Tamayo, cuyo mejor cine suele ser de inspiración biográfica (“Una sombra al frente”, “Rosa mística”), tiene bastante claro ese tema. Sabe que abordar la historia desde el cine es un camino no siempre grato, y a veces lleno de espinas, pero es una ruta que ha decidido transitar como si fuera una misión personal de vida. ”Nunca hay que olvidar que una película histórica, no es historia; es una construcción interpretativa, es una perspectiva. Nadie está en la cabeza de los personajes para saber qué pensaban”, recalca el realizador ni bien empieza la charla con Somos .
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