Didi Ibarra no se va a enojar si le dices gorda. No tendría que hacerlo, asegura ella, dado que esta es una palabra que sirve para describir físicamente a una persona, tan igual como alta o crespa. Y eso es lo que es: gorda. El término no es un insulto per se. El problema es que socialmente se usa como tal. Eso lo comprende hoy la popular creadora de contenidos peruana, pero fueron muchos años los que le tomó aceptar y querer su cuerpo.
La batalla contra el bombardeo de mensajes respecto de la delgadez como el máximo canon de belleza –junto con la juventud– empezó para la influencer de 33 años desde que era muy pequeña. Y continúa hoy, ya casada y con una comunidad en Instagram y Tik Tok que supera el medio millón de seguidores. Evidentemente, desde otra perspectiva. Su posición contra la gordofobia, como así se le denomina al acto de sentir aversión o discriminar a alguien por tener exceso de peso, es clara y consistente: no más. “Yo ya no vivo en función a cómo los demás perciban mi cuerpo, sino a cómo yo lo vea y sienta. Y ahora mismo, lo quiero”.
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LAS CONFESIONES DE DIDI IBARRA
Compartir esta forma de pensar a diario en Internet –donde, además, aborda temas vinculados a moda y estilo de vida–, le mereció ser designada recientemente por la revista Forbes como una de las 50 mujeres más poderosas del Perú. “Eso me dice que voy por el camino correcto y que puedo, desde mi lugar, hacer una diferencia”, le dice a Somos. Parte de esa misión la concretó en el 2019, cuando publicó Quiérete, confesiones de una vida no tan rosa, libro en el que relata el viaje que le ha significado aceptarse, para lo que tuvo que vencer trastornos de conducta alimentaria durante la adolescencia.
“Siempre me comparaban con una prima que era muy flaquita. En el colegio, ni qué decir. En las películas, la publicidad. Crecí creyendo que si quería ser incluida, tenía que ser flaca y cerrar el pico”, relata Didi, también conocida por el nombre de su blog, Dolce Placard. “En el 2013, recién graduada de Arquitectura, empecé a escribir en la red, como pasatiempo. Un año antes, en mi deseo por no ser gorda, me hice una cirugía de manga gástrica, por eso la gente me vio flaquísima desde el inicio. Pero comencé a engordar, y los comentarios y juicios sobre mi peso, a aparecer”, agrega.
Didi comenzó a abordar el tema de forma más activa. “Hubo muchísima recepción, la gente compartió sus experiencias. Me estaba convirtiendo en esa persona que yo nunca vi de chica: la que hablaba sobre quererse una como es, sin etiquetas”. Con eso, ella abraza y promueve el alcance del movimiento body positivity (positividad sobre el cuerpo), en tendencia ahora en todo el mundo. “Me escriben: ‘Este verano no iba a ir a la playa, pero vi tu video en bikini y me animé. No me importó si el resto miraba mis rollos, la celulitis o las estrías. ¡Nadé en el mar!’. Eso me da una felicidad incalculable. Todo esto ha valido la pena”.
RADIOGRAFÍA DE UN PROBLEMA
La historia de Didi se inserta en la conversación actual en torno a la gordofobia, un tema del que se está hablando con mayor énfasis ya entrado el siglo XXI debido, en parte, a su visibilización y discusión en redes sociales, libros y podcasts. También en las noticias. Solo basta recordar los titulares esta semana referidos a Britney Spears y las disculpas que dio luego de agredir con comentarios por sus físicos a las bailarinas de Cristina Aguilera. O los que daban cuenta de la galardonada cantante Lizzo, quien dedicó su premio Emmy a las “chicas grandes” como ella.
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Rosario Rodríguez, antropóloga peruana y creadora de la cuenta de Instagram “Bitácora de una gorda”, explica que la gordofobia es una aversión a los cuerpos, por su forma. “Esto trae como consecuencia la discriminación. Al no reconocerse la existencia y la validez de estos, se diseña una sociedad donde no caben. Por eso, por ejemplo, no se tienen asientos para ellos en los buses o aviones, o hay menos oferta de ropa”. Esta segregación, añade desde España la activista Magdalena Piñeyro, “está cimentada sobre prejuicios respecto a los hábitos, costumbres y salud de las personas gordas, los cuales se nutren de la creencia de que estas carecen de voluntad o autocuidado para ser delgadas, motivo por el cual merece ‘castigo’ o rechazo”.
Andrés Anampa, nutricionista y catedrático de la Universidad Cayetano Heredia, coincide en que abundan discursos con ideales de belleza que el mundo contemporáneo asocia a la delgadez. “Curiosamente, en el pasado, esos se vinculaban con la gordura. Si se establece como normal hoy que la delgadez es bella, y la gordura, fealdad, esto ya crea una jerarquía entre las personas. Por eso, quien no cumpla con el canon es juzgado y ridiculizado, con lo cual se desconoce la diversidad entre los cuerpos”. Aclara que alguien puede ser gordo por múltiples factores. “No solo se debe a temas de alimentación. Hay razones históricas, sociales, anatómicas, fisiológicas e incluso de enfermedad”.
Rodríguez y Piñeyro señalan que la gordofobia, que puede atentar seriamente contra la salud mental de las víctimas, se internaliza en las personas desde la niñez. En la casa, el colegio, el trabajo, la vida social. De ahí que haya bullying escolar, acoso callejero y hasta gordofobia médica (cuando doctores atribuyen por default que uno está enfermo por el sobrepeso, sin realizar exámenes adicionales).
La discriminación gordofóbica se extiende a toda la población, pero tiene especial incidencia sobre las mujeres, indica Piñeyro. La mayoría está de acuerdo con ella. Esto se vincula con la brutal exigencia estética y obsesión por la belleza corporal que se siembra sobre ellas, a diferencia de los hombres.
Batallar contra la gordofobia no se trata, por otro lado, de una apología a la gordura. “La gente piensa que no nos preocupamos por nuestra salud. ¿Acaso son médicos de cabecera? Sobre mi salud sé yo y mi doctor. Nadie más tiene competencia ahí”, esgrime Didi. “Todas las personas tenemos factores de riesgo por distintos motivos: la persona blanca tiene mayor riesgo de padecer cáncer de piel que una negra, por ejemplo. ¿Y estamos hablando de eso todo el rato? No”, acota Magdalena.
Como respuesta a esta situación, han surgido en el mundo movimientos que promueven la aceptación del cuerpo como es. Los más conocidos son el body positivity, al que se adhiere Didi Ibarra, y el body neutrality, al que es más cercana la antropóloga. “El primero evidencia una actitud muy positiva, todo el tiempo, al cuerpo que tienes. La onda es ‘siempre todo bien con mi cuerpo y el del resto’. El segundo, que me es más afín, me parece un poquito más realista. No importa si tu cuerpo te gusta o no, todos los días o no. Lo importante es reconocer que hay que cuidarlo y respetarlo”, afirma.
Didi finaliza: “Hay que decir que por más que acepto mi cuerpo y me quiero, este es un proceso que nunca termina. Siempre hay situaciones que activan tus propias actitudes gordofóbicas… Yo digo que aquellas son vocecillas en tu mente a las que hay que bajarles el volumen. Por lo demás, creo que hay mucha gente que tiene la disposición de cambiar su manera de pensar sobre el tema, pero, claro, es difícil. Estamos ‘seteados’ para pensar así sobre la gordura. Esta desprogramación en la cabeza de la humanidad va a tomar tiempo. Aunque sea de a pocos, pero que se avance. Tiene que ser así”. //
La activista Magdalena Piñeyro sugiere:
1. Dejar de utilizar la palabra ‘gordo’ o ‘gorda’ como insulto.
2. Evitar comentar sobre los cuerpos ajenos.
3. Visibilizar la diversidad corporal.
4. Si se es personal médico, escuchar a las personas gordas.
5. Dejar de vanagloriar la cultura de la dieta.
6. Fomentar un vínculo sano con el cuerpo propio, el autocuidado desde el afecto y el amor, fortaleciendo la autoestima y una buena relación con la comida.