Esta es la segunda vez en mi vida que no veo a Juan Pablo riendo ni haciendo reír a los demás. La primera vez fue hace veinte años, en el ‘Lolito’, el bus que —pese a sus averías diarias— partía desde Breña hasta las canchas de Campomar “U”. Iba repleto y destartalado, al volante del ‘tío Iván’, llevando a todos los chiquillos que soñábamos con debutar en la “U”. Juan Pablo iba siempre atrás. Desde allí tenía panorama para fregar. Aquella vez estaba extrañamente serio y armando un cubo de Rubik. “La “U” no me ha dado nada”, me dijo refunfuñando.
Pese a destacar en más de una decena de equipos peruanos, Juan Pablo nunca abandonó el anhelo de volver a la “U”, club del que era hincha y donde debutaría en 2003. “Cuando nosotros nos juntábamos, siempre decía que quería volver, siempre decía que se moría por jugar en la “U”, explica Martín Prieto, ex back central en menores de Universitario y uno de los mejores amigos de ‘Piochi’, como le decíamos. Con él compartió la categoría 85 y las aulas del colegio San Agustín de San Juan de Lurigancho, donde Juan Pablo estudió becado por su talento con el balón.
Tras una infancia con carencias y una carrera esforzada, Juan Pablo Vergara estaba listo para empezar un segundo tiempo de vida promisorio, más acorde a su talento y perseverancia. Acababa de convertirse por tercera vez en padre, estaba asentado en lo personal y tenía la posibilidad de salir campeón del fútbol peruano con Binacional. No con la “U”, como soñaba, pero sí ante Alianza: el clásico rival al que marcó goles desde calichín.
“Yo me inicié con él a los nueve años y salí de la “U” a los 21. El profesor Raúl García lo jaló en la “Copa Toto Terry” junto a mí y otros chicos. De toda una vida lo conozco. ‘El Chato’ era jodido, carismático, muy buena persona”, comenta Mitchel Lagos, ex capitán de la categoría 85 de la “U”. “El tema de sus hijos es lo que más me ha dolido. Cada vez que hacía un gol, ponía las fotos de ellos. Yo acabo de ser padre y no sé cómo sería si mi hijo me perdiera”, confiesa Russo Mariño, amigo y ex lateral derecho de Juan Pablo en la categoría 85.
Un niño con personalidad
Jugar en la “U” no le trajo a Juan Pablo ninguna mejora económica. Siempre corrió cuesta arriba. Como su madre, quien vendió mazamorras y tamales para costear sus zapatillas y pasajes, él aprendió a ganarse la vida con el sudor de su camiseta. Así lo refleja un anécdota en Chile. “Fuimos a Arica a jugar un campeonato y nos instalamos en casa de jugadores de allá. Un día lo vimos vendiendo chupetes. ¿Ese no es Juan Pablo?, dijimos y reíamos”, cuenta Mitchel Lagos, capitán de aquella escuadra.
La personalidad y picardía caracterizaron a Vergara dentro y fuera de la cancha. También su chispa, su rapidez mental. A los entrenadores y compañeros les ponía apodos. Era desfachatado. Por eso algunos le decían ‘Pompín’, en referencia al cómico popular.
Junto al arquero Miguel Escalante, Juan Pablo cumplió uno de sus sueños. Debido a una huelga de jugadores en 2003, ambos debutaron en primera junto a otros juveniles. Aquel empate ante el Deportivo Huanca fue el único partido que Juan Pablo jugó como profesional para la “U”. “Siempre nos citaban en el ‘Lolo’ unas horas antes del partido. El punto de reunión era el cuarto de Juan Pablo. Era el centro de las carcajadas, las secretarias Nadya y Zaila lo querían mucho. Pese a que era chato, siempre se tiraba el equipo al hombro”, recuerda.
Una pegada innata
La tarde de enero del 2001 en que 400 chicos llegaron desde distintos rincones de Lima y provincias por un lugar en los calichines de la “U”, el entrenador Enrique La Torre le puso “A” de nota a Juan Pablo. “Puse eso porque Vergara pateaba los tiros libres, le pegada de afuera y le daba con las dos piernas. Hay dos tipos de jugadores: el innato, que pules, y al que lo haces con trabajo. Juan Pablo tenía las condiciones innatas”, comenta el formador, quien dirigió a Vergara por tres años.
Uno de los que más disfrutó —y sufrió— su pegada fue el arquero de la categoría 85 Henry Vanegas. “Juan Pablo se quedaba a practicar penales conmigo. También pateaba los tiros libres. Era preciso y le pagada arriba”, comenta Vanegas, quien pagaba a Juan Pablo las apuestas con bolsitas de chicha del quiosco de Goyito. “Me dio pena que no haya hecho carrera en la “U”. No sé por qué no se dio. Era el mejor de nosotros”, afirma Vanegas.
Otro portero que padeció sus zapatazos fue Josué Castells, ex arquero de Sporting Cristal y otros equipos de primera. Castells conoció a Juan Pablo en las canchas de Villa Sol en Los Olivos. “Entrenamos a los diez u once años. Pesquero lo quería jalar. Uno de los mejores partidos que he tapado en mi vida fue en 2013 contra Alfonso Ugarte de Puno. Faltaban tres minutos cuando Juan Pablo le pegó cruzada y no llegué. Era un jugadorazo, hubiera sido un gran aporte si hubiera llegado a la selección”, asegura Castells.
Figura en UTC
Pese a que en los últimos años se le voceaba para el equipo de Gareca, Juan Pablo solo tuvo una chance en la selección. Fue con una sub 17 en el 2003. En la “U”, mientras muchos de la categoría 85 eran promovidos a primera —Willy Rivas, Raúl Fernández, Jean Tragodara— Vergara se cansó de esperar. Tres años en segunda división fueron suficientes. Quería ir por más. “El ‘Chato’ tenía su esencia, él siempre tenía que resaltar. Aparte de su hinchaje por la “U”, donde lo llamaran él iba a jugar, incluso si lo llamaba Alianza”, asegura su amigo Martín Prieto.
El Sport Ancash le abrió las puertas en las temporadas 2005-2006. Volvió a la “U” en el 2007 pero no jugó ningún partido oficial. Luego representó en Copa Perú a los Diablos Rojos de Puno, ciudad donde dejó un gran recuerdo, pues el Binacional lo ficharía en el 2019. En 2009 regresó al Ancash e hizo 9 goles en 36 partidos. Aliada con la altura, su pegada se hizo letal. Nueve clubes disfrutaron de su fútbol hasta que llegó al UTC en 2015. Con su carisma y sus golazos, Juan Pablo alcanzó su mejor forma y obtuvo en Cajamarca el reconocimiento que no obtuvo en la “U”.
“En UTC jugó tres temporadas y se hizo ídolo, lo querían mucho pero Juan Pablo siempre quiso jugar en la “U”. Quiso tener un lugar, pero su estatura fue su principal antagonista”, explica Francisco ‘Pancho’ González, quien fue jefe de departamento de menores y conocía a Juan Pablo desde niño. “Él era especial. Empezó de diez y terminó jugando de ocho y de seis pero siempre quería ser diez. Ese era su puesto”, afirma Russo Mariño, compañero de Vergara en la “U” y en Sport Ancash en 2009.
“No se quedó en la “U” porque era muy chico, casi todos en su puesto eran más altos. Yo no estoy de acuerdo con marginar a los chatos pero en la “U” no se quedó por eso”, asegura su entrenador Kike La Torre. Tal como hizo desde niño, Juan Pablo labró su propio camino. “Nunca tuvo padrino, él mismo se las agenciaba”, afirma el arquero Henry Vanegas. La “U” se perdió así al mejor jugador de segunda división en 2013 y al integrante del equipo ideal de primera división en 2017.
Goles al cielo
A diferencia de muchos jugadores que llegaron a primera, Juan Pablo Vergara nunca olvidó sus raíces. Eso atestiguan quienes jugaron con él en Amigos F. C., su equipo de siempre en el barrio. “Él siempre estuvo con la gente, siempre daba la iniciativa para juntarnos. Incluso cuando jugaba en provincia, llegaba a las finales. Él era agrandado porque aspiraba a más, pero siempre nos trataba a todos por igual. Nunca dejó de saludar”, revela Martín Prieto.
Dentro y fuera de la cancha Juan Pablo contagiaba alegría. Sus golazos los gritaba con el alma y se los dedicaba a la hinchada, en especial a sus tres hijos. Eso hasta que un hecho imprevisto hizo que empezara a dedicar sus goles al cielo. “A su hermano Michel le dio una enfermedad. El ‘Chato’ se colgó un montón, era bien pegado a él pues siempre lo alentaba. Cada partido que tenía lo recordaba”, cuenta Mitchel Lagos, ex compañero de la "U".
Pero su hermano no era el único a quien Juan Pablo dedicó sus dianas. La partida de José Vanegas en 2017, el delegado de la categoría 85 de la “U”, fue otro duro golpe para él. “A mi papá lo quería un montón, mi papá a veces le daba para su pasaje. Se quedaba a dormir en mi casa con Willy Rivas. Allí teníamos un restaurante y Juan Pablo siempre pedía ceviche, le encantaba”, recuerda Henry Venegas. El día en que murió su padre, Juan Pablo se comunicó con Henry.
JP: “No sabes cuan arrepentido estoy por no haber llevado a comer el ceviche a mi tío. Espero poder juntarnos en verdad para volver a estar unidos, como en los tiempos que pasaron cuando vivía en tu casa. Como hermanos que éramos. Solo quiero regalarte mi camiseta. ¿Puedo?”
HV: Gracias. Sí claro, yo encantado. Hazte un gol y dedícaselo. Siempre fue tu hincha.
JP: Sí. Todos mis goles van para mi hermano que está en el cielo. Pero se compartirán con mi tío y será especial para él. Siempre seré agradecido con ustedes, por el apoyo que me dieron. Mándame tu número para comunicarnos.
Aquel encuentro entre dos hombres que se querían y amaban a sus familias y a la “U” por sobre todas las cosas, no se pudo concretar, como otros anhelos truncados por su prematura partida. Uno de esos sueños pendientes era disputar el título peruano con Binacional. “Yo no he disputado ninguna final nacional. No me la quiero perder por nada del mundo. Es una final. Eso queda en la historia de cada uno de nosotros. Es para nuestros hijos, para los hijos de nuestros hijos. No podemos dejarlo pasar”, decía Vergara en una entrevista antes del partido.
“Sin jugar esta final ya eres campeón. Por siempre Piochi”, fue el mensaje que los jugadores de Binacional inscribieron en sus polos el día que golearon por 4-1 a Alianza en la primera final del campeonato peruano. Los golazos que por mucho tiempo Juan Pablo Vergara gritó al cielo para su hermano Michel y su ‘tío Vanegas’, esta vez los cantaron sus amigos para él.