Lima es una ciudad gris que pareciera tenerle miedo al color. Uno lo nota desde el plomo de su cielo hasta en el cromatismo apagado de sus casas, autos y ropas de sus habitantes. En verdad es un problema internacional: hay un estudio del Museo de Ciencias de Londres (otra ciudad gris) que analiza cómo el color se ha ido perdiendo en la vida de las personas. Se analizaron más de 7.000 objetos y se halló que los tonos de las cosas se han apagado con los años. Hasta el rojo intenso de la cadena McDonald’s se ha oscurecido y en otros países ha mutado a verde oscuro. Por otro lado, las estéticas alternativas o populares, pródigas en color, están todavía jerarquizadas en una escala de discriminación subjetiva basada en lo que se considera “elegante”.
“Nosotros escuchamos a la gente decir ‘uy, eso es muy chillón’ cuando ven un color llamativo, mientras que al ver un negro o gris dicen ‘qué elegante’; pero si volvemos a nuestras raíces originarias, no solo en el Perú, sino también en África, vemos que el color siempre está presente, como símbolo de vida”, dice Carla Magán, artista muralista y cofundadora de la Asociación Color Energía.
Su colectivo, en asociación con el proyecto Arco Iris de la marca de pinturas Qroma y Aporta, la plataforma de impacto social del grupo Breca, se encargó de ejecutar una intervención en una de las zonas más pobladas de la ciudad: el barrio de Leticia, en el Cerro San Cristóbal. Durante la pandemia, conversaron con los vecinos de la zona y los involucraron en el pintado de sus casas, muros y plazas para así elaborar un macromural con chacanas de colores, que se pueden ver a la distancia. Fueron más de 800 casas en un proyecto que duró ocho meses. Esto se complementó con murales en paredes dedicados a vecinos y personajes de la zona.
Habilitado desde el año pasado, ha tenido un impacto significativo en sus habitantes, efecto que se ha podido medir a través de encuestas encargadas a Ipsos en el área de ejecución y en asentamientos cercanos. “Hicimos una medición antes y después, y encontramos cifras como el aumento de la sensación de satisfacción de los vecinos con la vida, que pasó de 41% a 52%. La cantidad de vecinos que afirman que su barrio es un buen lugar para vivir se disparó del 45% al 61%”, cuenta Ivo Saona, de Aporta. Otros datos: la cantidad de vecinos que desean que sus hijos vivan ahí aumentó del 35% al 50%. En contraste, en los barrios no afectados por la iniciativa, los porcentajes disminuyeron en comparación con la primera medición.
San Cristóbal aún tiene muchos problemas por resolver, especialmente en cuanto a la seguridad; sin embargo, se ha dado un primer paso al mejorar el orgullo y el sentido de pertenencia de la gente hacia su lugar. “Hay personas que nos han dicho que ahora confían más en sus vecinos; pueden sacar una silla a la puerta para que descanse el abuelo, sin miedo. Otros nos comentan: ‘después de 20 años, por fin puedo celebrar mi cumpleaños aquí’. Estas experiencias no aparecen en las métricas, pero son lo que nos alegra escuchar”, afirma Magán, que es también una orgullosa vecina de Leticia.
El proyecto Arco Iris no se detiene y este mes ha realizado una nueva intervención en el cerro Franco, de Villa María del Triunfo, gracias a un voluntariado compuesto en su mayoría por mujeres. De otro lado, recientemente se ha visto trabajos de Color Energía en distintos locales de la cadena McDonald´s. Ellos han realizado una serie murales artísticos en varios “AutoMacs” de la cadena, con personajes peruanos como el gallito de las rocas, la princesa Ñusta, la montaña de siete colores y más, todo con pinturas especiales ecoamigables.
Si desean obtener más información o visitar las zonas de intervención de Color Energía, pueden contactarlos a través de sus redes sociales en Facebook e Instagram. Por su parte, Color Energía
Contenido Sugerido
Contenido GEC