En Lima, la ciudad que respira neblina, el frío invernal es una incomodidad que se combate con el arsenal de costumbre: chompas, chalinas y, en los casos más privilegiados, con un acogedor equipo de aire acondicionado. Pero para los peatones de esta urbe de 10 millones de habitantes, el frío es una maldición que se cuela por las hebras de la ropa, sobre todo cuando se va por la calle. Es en esas mañanas de bostezos rumbo al trabajo, o por las tardes, mientras se va a casa con la cara salpicada de garúa, que aparece la figura salvadora de un emoliente para calentar el alma.
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El emoliente es la bebida clásica de la estación fría, y muchos limeños confían en él por sus propiedades medicinales. Para muchos, el fin de estas bebidas es proveer una fuente de calor interna que opere de forma instantánea y haga más llevadera la inclemencia del clima capitalino. Y los encargados de elaborar estos brebajes son los emolienteros, guardianes del calor y continuadores de una tradición que en nuestra ciudad se remontaría a las épocas del virreinato, cuando en las calles de Lima se ofrecían tisanas, unas bebidas calientes de supuestas propiedades curativas.
En Barranco, en el pasaje Sánchez Carrión, nos encontramos con Obdulia Panuera (34), dueña de Obdulia Emolientería, que, como las tisaneras del pasado, tiene claro que su función es, ante todo, llevar salud a sus clientes. Desde 2015, Panuera ha encontrado en el emoliente una forma de unir su formación como enfermera técnica con su curiosidad por las hierbas medicinales, conocimientos que en Apurímac, su tierra, eran comunes. Lo que pasó después con su negocio es lo que sucede cuando se hacen las cosas bien. La meticulosidad que ponía en la higiene de la elaboración, aunado al sabor de sus emolientes medicinales, la llevó a ampliar su cartera de clientes, que venían a probar sus preparados, los que cuestan más que el clásico emoliente de carretilla.
“Siempre me preguntan por ese tema. Lo que yo digo es que no vendo el clásico emoliente con alfalfa. Esta es una oferta distinta, más elaborada, con otros sabores que yo he desarrollado”, dice. Sus bebidas, además de linaza y cola de caballo, pueden tener plantas como la moringa o el cushuro, que es una especie de alga que nace en zonas altoandinas. Últimamente está incursionando en las bebidas afrodisíacas, ideales para levantar los espíritus alicaídos por el frío en algunas alcobas.
En 2023, Obdulia dejó la carretilla por un local con ventana al público. Desde ahí, procura seguir con una filosofía de cuidado ambiental, que se expresa en su interés por usar vasos de cartón y botellas de vidrio, que sus clientes pueden comprar y así hacer un negocio sostenible.
Tradición e innovación
En el distrito de Surco, en el mercado de San Roque, la carretilla de Emolientes Claudio’s es una estampa inconfundible del lugar. El negocio lo lleva Claudio Manrique (50), un ancashino que desde hace 20 años atiende sin falta en el mismo lugar. El señor Manrique es una celebridad en el mundo emolientero, algunos lo llaman ‘el Rey del Emoliente’, por su continua presencia en medios y canales de TV. Lo primero que dice es que su vida cambió en 1996, cuando su cuñado le enseñó a preparar la clásica bebida de linaza. Fue un punto sin retorno para su vida. Su ‘point’ es fijo en la zona y mucho más allá, pues también hacen delivery a toda Lima.
“He tratado de expandirme. En 2020 puse un local, pero llegó la pandemia y nos fue fatal. Perdí todo, más de 50 mil soles”, apunta. Perseverante, el señor Manrique consiguió reponerse y seguir en la brega, con sus emolientes para la gripe, para la gastritis y para los problemas digestivos.
Nuestro recorrido concluye en Lince, en Emolipoint 23, la sensación del momento en redes y hasta en algunos programas de televisión gracias a su original carta de bebidas frutadas. Si camina por la tarde, cerca del mercado Lobatón, en Lince, quizá se sorprenda con la fila de personas que aguardan por su emoliente. Pueden ser más de cincuenta. Al frente de esta carretilla está César Ducos (24), un joven cajamarquino que heredó los conocimientos de su padre emolientero, y los llevó al siguiente nivel, con una oferta renovada y sabores para todos los gustos y con estrategias de márketing y de marca.
Gracias al éxito ha podido dar el salto y adquirir una carretilla de metal, más moderna, dice. Ducos recuerda que el despegue de su negocio se dio en 2022 cuando la ‘influencer’ Andrea Mori compartió de forma espontánea un video en el que elogiaban su producto. Al poco tiempo, se llenó de ‘influencers’ y ‘tiktokeros’ que llegaban hasta allá para conocer los famosos emolientes frutados de Lince. Algunos han querido cobrarle por la promoción, pero él no ha aceptado porque desea que su crecimiento sea orgánico.
Sus días empiezan muy temprano en la mañana, a las 4 a.m., cuando tiene que ir al mercado a escoger la mejor fruta. “Mis padres querían que fuese un profesional. Yo estudié comunicaciones, porque mi sueño era salir en la tele. Pero lo tuve que dejar, para poder sobrevivir de esto”. Lo que César no imaginó es que gracias a los emolientes, su sueño de salir en televisión, y a cada rato, se iba a hacer realidad. //