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Enrique Bernales
Ana Núñez

Enrique Bernales (77) prepara una celebración nacional mientras sostiene una de las más importantes batallas personales. Miembro de una generación casi extinta de políticos que dio cátedra en el Senado, en donde era llamado ‘el académico’ por su gran vocación por la enseñanza, lidera la comisión que prepara los festejos por el Bicentenario de nuestra Independencia y se alista para presentar su autobiografía en la Universidad Católica, porque los grandes hombres –como él– “tienen el deber de transmitir todo lo que aprendieron”.

Preside la comisión de las celebraciones del Bicentenario, doctor Bernales, y entiendo que uno de los objetivos es reforzar la identidad nacional. En este país donde somos clasistas, racistas, elitistas, ¿podemos hablar de una identidad nacional?

Las palabras que has pronunciado no son casuales. Apenas conseguida la independencia, la ausencia de una clase política impidió que la República consolidara orgánicamente su presencia. Vinieron los golpes de Estado. Prácticamente hasta que llega Manuel Pardo, en 1872, la historia del Perú republicano es una historia de intrigas, ambiciones y batallas cuarteleras que dejaron al Perú sin un gobierno nacional. Incluso en el siglo XX hubo no menos de seis o siete golpes de Estado. Es decir, la república democrática en muchos momentos fue un paréntesis y los ideales que estaban presentes en el momento de la independencia se fueron diluyendo en el desorden, en el caos.

Hoy, en el 2018, “la promesa de una vida peruana” de Jorge Basadre sigue siendo una promesa.

Es que la promesa de la vida peruana se basa en los ideales de la independencia. Basadre se pregunta: ¿y por qué se independizó el Perú? Para ser un país libre. Pero libres todos, no unos pocos. Un país en el que se culminara el proceso de la integración territorial, social y política. Y todo eso, que eran ideas positivas, se abandonaron por el desorden en que vivíamos, desorden que nos llevó incluso a tener una serie de conflictos limítrofes y a que el tamaño del Perú se fuera angostando. Entonces, creo que a estas alturas tenemos que hacer un balance, analizar qué hicimos bien, qué dejamos de hacer y qué costo ha tenido eso que hemos dejado de hacer. 

Así las cosas, pareciera que no hay mucho que celebrar el 2021...

Yo creo que sí. Todo lo que hemos dicho es cierto; sin embargo, pese a ello, hemos salvado al Perú como país independiente.

¿Cómo así?

Hemos podido permanecer en la idea de que somos un país libre y soberano, y hemos comenzado a desarrollar la conciencia de que tenemos que organizarnos para poner en valor todo lo que es nuestro país, todo lo que son nuestras riquezas. La idea de Basadre sigue siendo vigente como propuesta, como tarea colectiva. No podemos perder más tiempo. Por eso digo que esta celebración no es fiesta, propiamente tal. Esta celabración es un ‘y ahora, cómo recuperar esto’. Eso significa mejorar en todos los aspectos, dejar de lado las rivalidades, los odios, los antis, entender que la mejor manera de hacer gobernable un país es con el diálogo y tendiendo puentes. Hay tantas tareas que hacer...

El día a día nos dice que nuestra política está muy lejana de todo eso...

Tú has utilizado la expresión clave: no se puede gobernar un país día tras día, porque el día tras día lleva, inevitablemente, a que eso se convierta en improvisación y las tareas sustantivas se dejan de lado. La improvisación es lo más cercano a la posibilidad de medrar en el poder. Y el resultado de la improvisación más medrar en el poder se llama corrupción. Bueno, ya es tiempo de acabar con eso.

Usted ha sido senador en otras épocas. ¿Qué diferencia encuentra entre la política actual y la de aquellos años?

A mí me tocó ser senador muy joven. En realidad, yo debí ser diputado, tenía 39 años, pero Barrantes se empeñó en que fuese senador... Por primera vez en el Perú desde los tiempos de Mariátegui, Barrantes logró unificar toda la izquierda, haciendo que coexistieran izquierdas diferentes pero conscientes de que nos unía un programa, la defensa de la democracia, y la atención al desarrollo, comenzando por los pobres. Por eso un hombre no marxista como yo podía estar unido a un Jorge del Prado, que era del Partido Comunista, o a Carlos Malpica, y sentar cátedra de lo que era ser parlamentario. Y junto a nosotros, los otros partidos, el PPC, Acción Popular, el APRA, llevaban sus mejores cuadros y la cuota de invitados significaba que grandes intelectuales y académicos aceptaban ir en esas listas porque estar en el Parlamento era una manera de acrecentar un prestigio ya ganado en el trabajo, la academia o la empresa.

Solo llegaban grandes hombres al Senado.

Era una especie de culminación... Cuando, en una de las ideas más infelices que tuvo Fujimori, suprimió el Senado, creo que en ese momento se sentó las bases de la decadencia que progresivamente ha tenido el Congreso. Hoy en día, y se lo digo con pesar, usted invita a un intelectual a que vaya al Congreso y dice ‘no’.

Sienten que se desprestigian.

Es que una golondrina no hace un verano. Los países se gobiernan con políticos, no con outsiders o improvisando gente que no está preparada para gobernar. 

¿Habremos tocado fondo ya, políticamente hablando?

Los fondos de la política son como los abismos de los océanos...

¿Por qué no volvió a hacer política usted?

Tuve muchas invitaciones, pero... ¿regresar a dónde? ¿Al Congreso unicameral? Si yo no creo en el Congreso unicameral. Habría sido un acto de hipocresía. Luego, yo acababa de comenzar una carrera internacional con cargos en Naciones Unidas y en la Comisión Andina de Juristas. Y por otro lado, había reforzado lo que dejé inconcluso cuando acepté ser senador: la vida universitaria. No es que la hubiese dejado, pero durante ese período le dediqué un tiempo menor que el que me dice mi vocación. Mi vocación es la academia. En el Senado el apodo que tenía era ‘el académico’. Cuando se cerró el Senado, me di cuenta de que esa etapa de mi vida había terminado. Si ahora se reabre el Senado, ya es muy tarde para mí. 

¿Por qué, doctor Bernales?

Porque el país necesita de jóvenes con interés en la política y que estén bien formados. A todos mis discípulos yo les he entregado lo mejor de mi conocimiento. ¿Para qué voy a postular, para quitarle ese puesto a un joven brillante de los tantos que he formado? No tiene sentido. Sería muy egoísta de mi parte.

¿Cuál siente que es su lugar ahora?

Mi lugar ahora es escribir, reflexionar. Acabo de terminar mi autobiografía, que va a ser presentada en la Universidad Católica. Ahí digo muchas cosas sobre la vida universitaria. Creo que los hombres de mi edad tienen el deber de transmitir lo que la vida les enseñó.

Hay quienes dicen que en nuestro país los buenos políticos son una raza casi extinta. Hace rato se fueron los grandes líderes: Barrantes, Haya, Luis Alberto Sánchez. Quizá Bedoya sea uno de los pocos que aún quedan.

Es que todos esos son hombres de partido. Yo ingresé a la Democracia Cristiana cuando tenía 16 años. En esa época teníamos clase hasta las ocho de la noche en el antiguo local de la Católica y a esa hora nos íbamos a la Escuelita de Cuadros de la Democracia Cristiana y recibíamos clase hasta las diez, once de la noche. Eso nos formó muchísimo. Y yo era de la Democracia Cristiana, pero me entusiasmaba la mística que impartía Belaúnde Terry a sus militantes, lo mismo que Haya de la Torre en sus diálogos con la Juventud Aprista. ¿Por qué se han perdido los partidos politicos? Porque han dejado de ser partidos políticos para convertise en alianzas efímeras electorales. 

Y esto ha hecho que desaparezcan los grandes líderes.

Yo creo que van a volver a aparecer. Durante el fujimorismo hubo marchas en las que hubo gran participación de universitarios. Aunque eso no persistió, en los últimos años las protestas contra la Ley Pulpín y otras cosas no han nacido de partidos, han partido de las redes. Aunque no trabajan en organización y solo hacen posiciones políticas en función de determinados objetivos de corto plazo, los jóvenes que están atentos a eso podrían dar el salto: no de meterse a los partidos si no les gustan los actuales, sino de tratar de organizar juventudes políticas universitarias o simplemente juventudes políticas, punto. Y como juventudes políticas, buscar gente que les pueda dar clases, que los pueda formar con desinterés. 

¿Solo la juventud salvará al Perú, doctor Bernales?

En el mundo entero, los jóvenes, tarde o temprano tendrán la misión de hacer más fuertes a sus países y para ello tienen que formarse políticamente. A mí me da mucha pena cuando escucho a gente que desahucia la política. Entonces ¿con qué se gobernará el país? ¿Con tecnócratas? Acabamos de pasar una terrible experiencia. ¿Con gente improvisada? Ya sabemos a dónde lleva la improvisación. ¿Con golpes militares? Gracias a Dios ya pasó ese ciclo. La tarea es de la juventud, de jóvenes que tienen que recuperar para sí una política limpia y decente.

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