La sala donde está ubicada es una suerte de minifortaleza. Antes de ingresar es necesario llamar, pedir permiso y aguardar unos minutos. Cualquiera no puede abrir esas puertas herméticas y de acero inoxidable. Solo algunos tienen el privilegio y también la tarjeta secreta que, tras ser expuesta a un sensor exterior, da luz verde a nuestra visita. Nos encontramos en el Centro de Investigación de Bioingeniería de la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC), un lugar donde constantemente se experimenta con nuevas tecnologías. En minutos seremos testigos de cómo funciona la primera bioimpresora 3D del Perú, un aparato que fabrica piel, cartílago y hueso con células vivas. “Puede imprimir una oreja para un trasplante”, así lo resume el doctor Julio Valdivia, jefe de esta unidad de investigación.
Lo difícil no es entender esa afirmación, sino cómo es que se puede pronunciar tal frase sin que suene a broma. “Primero se necesita un archivo computarizado. Es decir, si una persona pierde un oído, lo que se hace es escanear el otro con aparatos de última generación. De esa forma se puede definir la estructura de la oreja que se va a imprimir”, explica Valdivia al hablar del primer proceso. Lo siguiente tiene que ver con la tinta –o la biotinta, mejor dicho– a utilizar. “En este caso, hablamos de un gel compuesto de células epidérmicas y de cartílago, extraídas del propio paciente”, indica. Esta oreja impresa no servirá hasta después de varias semanas de cultivo, en el que todos su biomateriales cobran vida, por así decirlo.
Si bien puede hacer todo eso, la impresora es utilizada actualmente para otros fines. “Vamos de a pocos. Queremos enseñar a los alumnos a utilizar los biomateriales, a que entiendan cómo son los procesos, a qué temperatura vive una célula, etc. Por eso fabricamos solo muestras a escalas muy pequeñas”, recalca Julio, la persona que promovió que la UTEC hiciera esta adquisición.
UNA EMINENCIA
Christopher Mckay es el astrónomo más famoso del mundo. Su nombre es sinónimo del planeta Marte: nadie sabe tanto de ese astro como él. Trabaja en la NASA, hace todo tipo de investigaciones espaciales y hasta hace unos años era el jefe de Julio Valdivia, el mismo que ahora nos explica cómo opera la bioimpresora 3D. El cusqueño de 40 años llegó a la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio en el 2009, después de hacer un doctorado sobre astrobiología en México.
“En este posgrado yo hacía investigaciones sobre el espacio y me tocó un asesor, Rafael Navarro González, que participó en la misión Phoenix del 2008 a Marte. Con su recomendación postulé a un posdoctorado en la NASA”, cuenta. Estuvo ahí casi siete años, trabajó en la base de California y en dos áreas importantes. Empezó en astrobiología, donde estudiaba la supervivencia y adaptación de organismos vivos en el espacio. Luego laboró en el área de regeneración de tejidos, donde conoció la impresión 3D con biomateriales. De ahí su amplio entendimiento sobre el tema.
¿Por qué volvió al Perú? “Por romántico. Lo extrañaba”, dice con una sonrisa. Gracias a su iniciativa, el Perú avanza en un universo entero aún por explorar. //