La primera viñeta que relata la pasión que Fernando Franco Quiroz posee por los cómics lo muestra a él de cinco años parado junto a su padre en un quiosco de periódicos. Le está pidiendo que, por favor, compre un ‘chiste’. “¡Ese!”, se lee en el globo de texto. En la ilustración, el pequeño señala una portada en la que se ven a Superman y a Batman. El hombre accede a la solicitud, pero ajusta un pequeño cambio. “Una del pato Donald estará bien para tu edad”, le dice y se la entrega. El mundo no volvería a ser uno para el hoy ingeniero de sistemas de la Reniec, de 48 años. Después de hojearla en casa, la realidad se partiría en dos, tres, diez. Todas alternas. Fantásticas. Extraordinarias. Aquel suceso detonaría un deseo por coleccionar revistas desde entonces. Hoy, bien entrado el siglo XXI y ya en el segundo año pandémico, Fernando atesora unos 67 mil ejemplares convirtiéndose en uno de los mayores coleccionistas de cómics en español de América Latina.
Ese número es el último que arrojó el inventario que Fernando hizo en enero del año pasado. Probablemente haya un poco más, cuenta el limeño, pues tras el confinamiento ha continuado comprando a su cadena de proveedores. Entiéndase por ella, amigos que consiguen los ‘chistes’ desde diversas partes del Perú. Ya saben, siempre hay cajas con ejemplares antiguos embalados en algún almacén de las casas de las ciudades grandes y los pueblos chicos. Los cómics de Fernando, pues, datan desde los años 40 hasta mediados de los 80, cuando desapareciera con el terremoto una de las más importantes editoriales de la región, la mexicana Novaro.
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Archi, el Súper Ratón, Lorenzo y Pepita, Condorito, Tom & Jerry, El pájaro loco, Chiquilladas y Cuentos de Walt Disney son algunos de los títulos más recordados que se incluyen en el patrimonio de Fernando. A ellos, claro, se suman todos los referidos a superhéroes: Superman, Batman, La mujer maravilla, Hulk, el hombre increíble, la Patrulla X y más. “Mi historieta favorita, sin duda, es la de Superman. Tengo el 100% de las revistas que salieron publicadas en castellano. De Batman, el 98%”, le cuenta a Somos.
Legado por doquier
La afición de Fernando –también padre de dos niñas que se inclinan más hacia lo ‘otaku’- empasta un sentimiento de estima hacia las ‘revistas cómicas’ con el dorado recuerdo de su padre y a su abuelo. “Yo he aprendido a leer y a escribir con ellas. Papá me apoyó inicialmente, afortunadamente los números eran muy baratos. Costaban lo que hoy sería 0.50 céntimos cada ejemplar. Antes de cumplir los 10 años ya tenían unas 200. Pero mi abuelo también hizo mucho por mi hobby. Él, arequipeño, tenía una cadena de librerías en ciudades del sur que se llamaba La Estrella. Siempre me permitía llevarme lo que quería. Luego, una vez, por ejemplo, vino a Lima a concretar negocios con una distribuidora y me dijo que mientras él terminara, yo eligiera las revistas que quisiera, que él me las compraría. Regresé con tres carritos de supermercado repletos, habían como mil. Él me las compró para darme gusto y también para no quedar mal con sus socios”, narra riéndose el coleccionista.
Después que Fernando terminó el colegio, se dedicó a la universidad y dejó un poco de lado el pasatiempo. Sin embargo notó en 1985 que las revistas que llegaban especialmente de México habían desaparecido. El terremoto de ese país había hecho quebrar a la editorial Novaro (1950-1985) y lamentablemente no se imprimían muchas más. Entre triste y distraído, comienza a perderle aún más la pista de lo que le suceden a los cómics en español. Eso hasta 1992, cuando el mega villano Doomsday asesina a Superman.
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Somos historia
“El cómic en el que muere Superman es uno de los más vendidos de la historia. En su momento este tuvo mucha prensa y, de hecho, fue un artículo de la revista Somos el que despertó un pequeño movimiento en el país. Recuerdo que la portada era negra y se veía a Superman de rodillas. El artículo al interior se titulaba: ‘¿Qué pasó con los superhéroes?’, escrito por Armando Millán, y este daba cuenta de lo que había ocurrido con las tramas y los ‘chistes’ entre 1985 y 1992. Me puse al corriente, así como muchos otros fans. Nos recurseamos para traer esos ejemplares a Lima y comenzamos a ir nuevamente a los sitios de toda la vida en busca de tesoros: el Parque Universitario, Quilca. Finalmente no encontré ‘chistes’ nuevos, sino más bien antiguos. Casi todos de entre la década del 50 y 70. Fue inevitable que comenzara a comprarlos”, describe Fernando.
En Somos, además, se fijaría poco después una sección fija destinada a cómics. En ella se realizó una convocatoria para conectar a coleccionistas y fue así como Fernando conoció a Benjamín Guadamur y Roberto Lagos, los otros dos socios de la conquista con los que lidera el club Kingdom Cómics. Por casi dos décadas, este se ha dedicado a difundir el coleccionismo de historietas, la organización de conferencias y eventos e incluso la promoción de artistas y guionistas locales. Ellos, incluso, fueron quienes administraron el legendario blog de cómics alojado por muchos años en la web de Perú21. “Hemos seguido estando activos durante la pandemia. Estuvimos detrás del Día del Cómic Festival Virtual, por ejemplo”, relata.
Fernando Franco, es pues, una fuente experta sobre la historia de los cómics en español en toda la región. Él continúa compartiendo su conocimiento en el grupo de Facebook llamado Historietas Novaro (aunque también se consignan de otras editoriales). Este ya tiene 4.600 miembros y congrega a dibujantes, guionistas y fans peruanos y extranjeros. Un espacio de encuentro digital, pues, salvaguarda el pasado y se mueve vívidamente en el presente.//
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