Con el protocolo que envidiaría un jefe de Estado, el hombre ingresa por la puerta 6 del Estadio Monumental y se activa un déjà vu: este edificio de palcos, estas tribunas, solo existían en su memoria. En las manos trae ese pasado: fotos de la inauguración y el tricampeonato, el primer folleto publicitario del estadio y una jumbo que lo emociona: un abrazo con el Nobel Mario Vargas Llosa en el palco presidencial. Mientras le preguntan cómo está, cómo ve a la U y, más importante aún, cuál es su pronóstico para la fecha final del campeonato, el doctor Jorge Alva Flores resume en una frase su diagnóstico:
—A esta cancha vamos a venir siempre a ver a la U porque la queremos.
Eso pensó cuando en 1989 fue el hombre clave para la construcción del Monumental. El sueño de la casa propia, que el año pasado recibió una gala inédita, pese a todos sus problemas: River Plate y Flamengo por la final de la Copa Libertadores 2019.
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En todos los capítulos felices de los últimos 50 años del fútbol peruano está él, Jorge Alva: porque alguna vez atendió a Chumpitaz con Perú, porque alguna vez acompañó a Hugo Sotil a una operación en Buenos Aires; porque él fue quien le dio el oxígeno a Beto Carranza en esa tarde de Cerro de Pasco cuando corrió 40 metros a 4.500 m.s.n.m. y él lo salvó.
Ahora que el Monumental es supervisado las 24 horas al día por la Conmebol, ahora que se vigilan los arreglos en las butacas, los vestuarios, las luces, la iluminación de los accesos, el doctor acepta una sesión de fotos para Somos y entra al estadio como nunca antes: como el ideólogo del Monumental.
“Es verdad. Fui yo quien en el año 1989, en una visita con la selección peruana, pude conocer el Monumental del Barcelona de Guayaquil, Ecuador, y contacté al promotor de dicha obra. Yo soy hincha de la U y siempre teníamos la idea del estadio propio”, dice él, más de 20 años después. ¿Quién fue ese promotor? Nada menos que el ingeniero Walter Lavalleja Sarries –que ya había trabajado en la construcción del estadio de Alianza Lima–, quien de inmediato aceptó sumarse al proyecto de lo que sería, 30 años después, el estadio de la final de la Libertadores 2019.
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Todo en el fútbol es fe. Fe tienen los 12 mil hinchas de Flamengo que viajaron hasta Lima para saldar la deuda de no salir campeón de la Copa desde 1981. Fe tuvieron los millonarios de River, que confían a ciegas en Marcelo Gallardo, su técnico. Fueron los días de la primera final única de la Copa Libertadores, jugada en el Monumental. Volteó Flamengo 2-1. Fe tuvieron los entonces administradores de la U, quienes rezaron toda la mañana del 7 de noviembre, día en que se eligió el Monumental como sede de la final. “Más allá del dinero, la exposición de la marca U alcanzará límites que superan nuestra proyección”, dice Jean Ferrari, gerente deportivo del club. “Nunca antes el Monumental ha recibido esta atención, este cuidado, este nivel de preocupación a nivel continental”, explica Carlos Felipe Barrientos, el jefe de marketing de la U que ahora responde llamadas en portugués y español, cada 10 minutos. Hombres con insomnio.
A inicios del 2000, solo a un grupo de hinchas el Monumental no los dejaba dormir.
Una de las 45 historias del libro Crema, mi gran amigo (Estruendomudo, 2019) cuenta en detalle lo que ocurrió una noche del 2006, decisiva para el futuro de esta cancha. Henry Rodríguez, cineasta peruano egresado de la PUCP e hincha de Universitario desde niño, había recibido la advertencia de amigos e historiadores sobre el terreno en que estaba edificado el estadio: el cementerio inca de Puruchuco. Se lo había profanado, es decir, invadido su espacio sin respeto. Indagó en el Instituto Nacional de Cultura y consiguió su testimonio. Nadie se percató de ese enorme detalle: el terreno para la construcción del Estadio Monumental -214,000 metros cuadrados-, ubicado en la urbanización Mayorazgo, en Ate, que fue comprado por la directiva de Jorge Nicolini al señor Eugenio Isola Cambana por la suma de US/. 2.145,536.00, era terreno inca y había que pedir perdón.
Rodríguez entonces decidió filmar un documental sobre el tema y así viajó a Cusco para contactarse con un sacerdote que lo ayudara a entender esa cosmovisión. “Hablaron con el pampasamiyoc Luis Chura –escribe Alex Tovar, autor del texto y uno de los testigos– y les confirmó que debían hacer un pago a la tierra”. Para sanar.
El documental se terminó de filmar en 2005, y lleva por título Los Visitantes. La sesión se hizo cerca de uno de los arcos del Monumental. Unas hojas de coca trajeron lo que parecía imposible en el eterno club de la pelea: paz. La escena final del documental -más de una hora de duración- es el último crédito que le queda a los hinchas de Universitario, testigos de cómo su club querido es visto como un botín. O peor, mirado como un anciano indefenso al que le quieren arrebatar lo poco que le queda. Una voz que mira cómo los más de 100 invitados a la ceremonia se abrazan, se prometen cosas, brindan por una nueva etapa, dice:
“La U es un espíritu. Y acaba de conocer otro espíritu. O se reencontró con ese otro espíritu que quizá tiene. Es bueno encontrarse con sus raíces. Es bueno encontrarse con la tierra. Conocerla y respetarla. Y al menos hinchas como nosotros, que no tenemos ninguna decisión institucional en la ‘U', hemos traído a los Q’eros para bendecir nuestra casa”.
Muchos de esos 100 fanáticos presentes fueron invitados a la única programación del filme, en el Centro Cultural de la PUCP. Era finales del 2007. El video está en YouTube y es el recuerdo de unos años violentos en los que todavía quedaban esperanzas de sanear un club de este tamaño. Se mezclan imágenes de los barras bravas, la historia del Monumental y el viaje del pampasamiyoc Luis Chura a Lima, a conocer el mar. El fútbol une.
Meses después, Universitario rompió el maleficio: ganó el Apertura 2008 y el título nacional 2009. Dos años después, Universitario ganó por primera vez la Copa Libertadores Sub 20, a Boca Juniors. Y el año pasado, su cancha hizo historia otra vez: se jugó una espectacular final continental, que puso la marca U en los ojos de toda la región.
La tierra del estadio Monumental estaba bendecida, nuevamente. //
LA PREHISTORIA DEL MONUMENTAL
El terreno para la construcción del Monumental –214,000 metros cuadrados–, ubicado en la urbanización Mayorazgo, en Ate, fue comprado por la directiva de Jorge Nicolini al señor Eugenio Isola Cambana por esta suma: S/. 2’145.536. Ese día, el 18 de octubre de 1994, plazo final para la compra, nació de verdad el Monumental.
“El 18 de enero de 1991 fue un día histórico para la familia crema”, recuerda Carlos Enciso Pérez-Palma, ex jefe de prensa de Gremco. Jorge Nicolini colocó la primera piedra en el fundo elegido en Mayorazgo, acompañado por el entonces alcalde de Lima Ricardo Belmont.