“En pleno siglo XXI, es importante llevar el mensaje a las mujeres de que todo comienza desde que empiezas a creer en ti misma. Desde que priorizas amarte y respetarte”, dice Eva Longoria (Texas, 1975), quien llegó a París hace unos días con ganas de empezar su propia revolución. Lo ha hecho toda su vida: rompió estereotipos de la comunidad latina en la televisión, dando vida a una joven millonaria a mediados de los 2000; defendió, entusiasta, su maternidad con más de 40 primaveras en su haber; se identificó siempre con orgullo como descendiente mexicana.
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Esta vez, Eva ha dejado su huella en una de las semanas de la moda más importantes del mundo, escenario que a primera vista podría sonar superficial, pero que en esta ocasión —y de la mano con el gigante del rubro ‘beauty’ L’Oréal— busca demostrar que la moda y la belleza también pueden ser sinónimos de empoderamiento.
—Desde que comenzaste tu carrera como actriz hasta hoy, ¿qué estándares de belleza crees que se han logrado romper?
Bueno, voy a retroceder un poco más. Cuando era niña, nunca me vi reflejada en la televisión, el cine o en marcas de belleza, pues todo siempre era rubio y de ojos azules. Creo que eso ha cambiado positivamente en los últimos años. Ahora, hay más diversidad y representación; así como también la belleza es interpretada de muchas formas en cada país, cultura, entre otros.
—Y si tuvieras que definirla, ¿qué dirías?
Que, definitivamente, no hay nada más bello que el interior. Creo que no hay nada más hermoso que una mujer inteligente y segura de sí misma entrando en una habitación y sintiéndose dueña de ella. Por eso, es tan importante enfocarnos en el trabajo de la autoestima desde temprana edad, tener conciencia de que cada uno vale mucho. Eso es muy hermoso de ver.
—Algo muy latino es heredar tradiciones familiares de generación en generación. En términos de belleza, ¿tu madre o algún otro familiar te heredó alguna enseñanza?
Mi mamá y mi familia nunca pusieron por delante a la belleza, la verdad. Siempre hicieron lo contrario. A ellas les gustaba más potenciar mi inteligencia, mi confianza en mí misma y mi libertad para divertirme a medida que crecí.
—Agradeces que fuera así.
Por supuesto. Vengo de una familia de mujeres independientes y muy fuertes. Ellas no me decían “el físico es todo”, como sí lo hacía la sociedad. Por ejemplo, es duro ver cómo a veces la sociedad presiona a las mujeres a perder peso porque lo consideran sinónimo de belleza. O el hecho de “mantenerse jóvenes y siempre bellas”. No pasé por eso en mi hogar. Y eso me ayudó a construir una relación sana con la belleza real.
—Hablando de cosas que perduran de generación en generación... tu actuación en “Desperate Housewives” es algo que sigue atrayendo fans de todas las edades. ¿Cómo te sientes con eso?
Me tocó la lotería cuando obtuve el papel en “Amas de casa desesperadas”. Fue muy divertido hacerlo. Lograr el éxito mundial interpretando a un personaje innovador en esos tiempos fue increíble. Yo era una latina millonaria con la casa más grande de la cuadra. Eso, aunque muchos no lo vean, fue un avance importante en la historia de la televisión y todo un honor.
—Tienes una legión de mujeres latinas siguiéndote con orgullo. De todas las edades.
Estoy más que orgullosa. Me tomé mi papel muy en serio, y me alegra que eso impacte también en las generaciones más jóvenes. Siempre digo “haz el bien y sé mejor”, con eso me guío.
—Hacer el bien, definitivamente, es algo que tienes claro. ¿Por qué es tan importante para ti complementar tu carrera con la filantropía?
Mi mamá me introdujo al voluntariado desde muy temprano en mi vida. Me enseñó a retribuir, trabajar en comunidad, ayudar a mis vecinos. Entonces, famosa o no, tenía claro que las obras de caridad siempre formarían parte de mi vida.
—Deslumbraste en París frente a la torre Eiffel. ¿Cómo te sientes luego de modelar en la pasarela de L’Oréal?
¡Ha sido un honor! Hemos sido embajadoras, actrices, cantantes, modelos... todas juntas en un espectáculo que reúne la moda con el propósito de demostrar el valor más allá de la belleza y el maquillaje.
—Eva, ¿planeas visitar el Perú algún día?
Tengo ganas. Espero que pueda darse pronto.//