Con un ‘look’ bastante relajado –jean, polo y zapatillas deportivas–, Federico Salazar Bustamante (Lima, 1960) nos recibe en el tercer piso de la casa donde vive desde hace veinte años. En este espacio ha implementado una nutrida biblioteca con libros de economía política, literatura hispanoamericana, arte contemporáneo, entre otras temáticas. Sobre sus paredes de madera descansan una serie de cuadros que revelan su lado más personal: fotos de viajes junto a sus hijos y su esposa, la actriz Katia Condos; con su papá, el recordado periodista Arturo Salazar; y los amigos del diario “La Prensa”, con quienes mantiene una amistad de más de cuatro décadas. “Después del noticiero, aquí es donde me desconecto de todo”, nos cuenta.
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En su lugar más íntimo, Federico confiesa que a veces se siente cansado de conducir el noticiero de América Televisión todas las mañanas. Más que por el trajín de madrugar e ir y venir del canal, es en realidad por las noticias que por estos días nos afectan a los peruanos: crisis política, tomas de carreteras, muertes de manifestantes y policías. “A mí me gusta mi trabajo, sobre todo, por el contacto con las personas. Pero es inevitable que uno se cargue con todo lo que está pasando”, explica.
¿Nos hemos acostumbrado a vivir en convulsión en el Perú?
Lo que creo es que estamos en un mal momento. Definitivamente, estamos en un riesgo de perder el Estado de derecho, o lo poco que queda de él. Y eso sí sería fatal. El problema en todos lados es la corrupción. Y no hay nadie quien plantee un cambio real de institucionalidad. Se cree que se si cambia de Constitución, cambia el país. Pero no creo que sea necesariamente así. Eso es parte del problema. No le damos cabida al cambio gradual.
¿Ves salidas a esta situación?
De poder, sí se puede. Pero lo veo bien difícil. No hay razones para el optimismo. Aún está por verse hacia dónde desemboca todo esto. Me refiero al tema del Congreso y de la presidenta Boluarte. Ahora, el Perú es un país sorprendente o, mejor dicho, sorpresivo. Todo puede pasar.
En el tiempo que llevas ejerciendo el periodismo, ¿habías vivido un momento tan polarizado como ahora?
Sí, es una historia que se repite. A mí me tocó primero en la época de Velasco. Recuerdo que mucha gente apoyaba la dictadura. Había una prensa oficial y oficiosa. Otro momento fue cuando Alan ganó en el 85. Y también en la época de Fujimori. Después del golpe del 5 de abril, escribí una columna en el diario “Ojo” en la que hablaba de la ruptura institucional y el director de esa época me cuestionó. Me dijo por qué no cambias de tema. Hoy lo que vemos es un quiebre entre Lima y el interior del país debido a las postergaciones que han sufrido muchos peruanos.
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El pasado domingo 26 de febrero, sostenías en tu columna de El Comercio que no debemos creer en héroes. ¿Cuál es el perfil que debería tener el próximo presidente?
Considero que debe ser una persona que maneje bien dos temas: economía y derecho. En realidad, no importa la ideología. Si fuera alguien de izquierda, pero que sabe de los temas que menciono, estaría bien. El problema es que, por ahora, vemos gente que quiere el poder para beneficio propio. En ese sentido, los anteriores presidentes han ido reduciendo la posibilidad del Perú de salir adelante. Ellos siempre han pensado en el plazo inmediato. Y eso nos conduce a la regresión.
¿Qué le cuestionarías al sistema en el que vivimos, que para muchos califica como liberal?
Yo no creo que sea liberal, sino no tendríamos la refinería de Talara, entre otras cosas. Además, el poder político no tendría la discrecionalidad que tiene. En un esquema liberal, los poderes son limitados. Acá el presidente casi es un rey. Mira todo lo que se sabe del expresidente Castillo y todavía no se le puede iniciar un debido proceso. Definitivamente, no hemos tenido un gobierno liberal.
¿Ni en los últimos 30 años?
Lo que pasa es que se confunde la liberalización con el liberalismo. Veamos los años hacia atrás. Vizcarra no fue liberal. PPK no hizo nada al respecto. Humala, menos. En su segundo gobierno, Alan García tuvo la suerte de las altas cotizaciones de los metales y se cree que por eso fue liberal; pero ¿qué hizo con ese dinero? Toledo era simplemente un corrupto. Y Fujimori fue un dictador. Los últimos treinta años han sido el declive.
Todo esto coincide con los años que llevas en televisión. En este tiempo, ¿cuál ha sido la crítica más injusta contigo o la que más te ha dolido?
Lo que me duele es el insulto. Porque eso no te permite discutir ideas. Por ejemplo, en la época de Vizcarra, comienzo a ser crítico con él a raíz de todo lo que se veía. Y muchos, como era anti-Vizcarra, creían que yo era fujimorista. Me pusieron ese rótulo. No es cierto que yo sea fujimorista. Al contrario, yo he sido muy crítico. Lamentablemente, en el Perú hay mucha intolerancia de pensamiento.
¿Extrañas ese periodismo de antes, como el que hacías cuando estabas en “La Prensa”?
Más que el periodismo, extraño las juntas. Era lindo. Mirando atrás, digo: “Qué bacán que viví toda esa historia”. Hice grandes amigos. Trabajábamos juntos, almorzábamos juntos, salíamos juntos. Los sábados teníamos la famosa cuchipanda. Trabajábamos hasta el mediodía y de ahí nos íbamos a almorzar. Esos almuerzos eran larguísimos, terminábamos rociadísimos.
¿Has pensado en ponerle fin a tu etapa en la televisión?
A mí lo que me gusta es trabajar. Si es en la tele, está bien. No sé si cuando salga siga viendo noticias en las mañanas, probablemente no. No está en mí poner fecha de retiro. Imagino que eso sucederá en algún momento. //
1980/ La Prensa
Aquel año ingresó a ese diario como redactor de informes especiales. Tuvo como practicante a un joven Jaime Bayly. Dicha etapa fue retratada en la novela “Los últimos días de La Prensa”.
1984/ Pulso
Pocos lo recuerdan, pero antes de ser conductor de noticieros, fue panelista del famoso programa de análisis y actualidad de Panamericana. Ese fue su primer contacto con la TV.
2001/ Buenos días perú
Fue conductor del noticiero matutino de Panamericana, tras renunciar a América TV en el año 2000. Allí se mantuvo hasta el 2003, cuando regresó a su casa de siempre.