UN “ESPECTADOR HORRORIZADO”. Ampuero camina cuatro kilómetros, todos los días. Al inicio de la cuarentena, los malecones desolados le parecieron un trágico augurio, y los acantilados de Armendáriz se convirtieron en escenario de uno de sus cuentos. Tres años después de que una moto lo atropellara, todavía usa un bastón, aunque ahora “al estilo Johnnie Walker”. (Foto: Richard Hirano)
UN “ESPECTADOR HORRORIZADO”. Ampuero camina cuatro kilómetros, todos los días. Al inicio de la cuarentena, los malecones desolados le parecieron un trágico augurio, y los acantilados de Armendáriz se convirtieron en escenario de uno de sus cuentos. Tres años después de que una moto lo atropellara, todavía usa un bastón, aunque ahora “al estilo Johnnie Walker”. (Foto: Richard Hirano)
Rafaella León

Una parte de la entrevista fue hecha por teléfono, otra por WhatsApp y en buena cuenta por correo electrónico, como si estuviéramos en medio de una guerra glo­bal e interminable, o como si hubiera que dejar un último rastro por escrito. (Lima, 1949), acostumbrado a la soledad, como casi todos los escritores, ha seguido al pie de la letra las recomen­daciones para sobrevivir a esta hecatombe sanitaria, lo cual se puede leer de dos ma­neras: primero, no ve a nadie –lo que no le impide observar todo con una proximidad melancólica–, y segundo, se dedicó a escri­bir y a hurgar en su propio baúl de capítu­los perdidos. De allí el nombre de su libro más reciente, que es un mar de evocaciones y un modo de aceptar que “la vida siempre pende de un hilo”. La nostalgia y la ironía en nuestras conversaciones se mezclan con preocupación por el futuro político del país. Periodista de televisión y redacciones (entre ellas la de Somos, en la que fue director), sabe que lo que se avecina es, básicamente, una tormenta perfecta. Quizá por ello este sea el mejor momento para hablar de la imaginación como un último refugio…

—¿Cómo es ser escritor en medio de una pandemia?

Estoy abrumado por tantas desventu­ras, lo cual significa que me siento más neurótico y afligido que hace un año y cuatro meses. Soy, si se quiere, un espec­tador horrorizado, sobre todo al ver a los enfermos muriendo en las puertas de los hospitales y a las familias sumando más dolor al dolor, cuando gastan en vano todos sus ahorros y venden la casa y el auto. Lamentablemente, esta tragedia va a continuar, no sé por cuánto tiempo (ojalá que no exceda el par de años que los científicos calculan), y solo espero que el Perú no llegue a las calamidades de la India o el Brasil.

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—La pandemia nos ha puesto en un paréntesis. ¿Cómo recuperar el tiempo perdido?

Todo tiempo de parálisis solo es recupera­ble si lo dedicamos a la reflexión.

—“Mientras paseaba al perro” es uno de los cuentos de tu nuevo libro, ‘Seis capítulos perdidos y otros extravíos’, en el que nos habla un vecino miraflorino. ¿Eres tú?

No. Pero admito que es alguien que se me parece. Ese vecino narra un inciden­te que aconteció al inicio de la primera cuarentena, mientras deambulaba por los malecones desolados. Aquello, para él, fue como el clarinazo del ángel ex­terminador.

AFECTO ANIMAL. Cayetana, una border collie, se convirtió en la gran compañera de cuarentena para Ampuero. Salían a caminar por los malecones, hasta que fue llevada a vivir a Buenos Aires. Ahora se miran por la pantalla del WhatsApp. (Foto: Nancy Chappell)
AFECTO ANIMAL. Cayetana, una border collie, se convirtió en la gran compañera de cuarentena para Ampuero. Salían a caminar por los malecones, hasta que fue llevada a vivir a Buenos Aires. Ahora se miran por la pantalla del WhatsApp. (Foto: Nancy Chappell)
/ NANCY CHAPPELL

—Caminas a diario y paseas al pe­rro. ¿Estas rutinas te salvaron de volverte loco durante los pri­meros meses del encierro? ¿Qué habría sido de ti sin tu perro? ¿Te sirvió para conservar la calma?

Me sirvió una enormidad. Pero ya no tengo al perro: se encuentra desde prin­cipios de este año en Buenos Aires, nos lo habían dejado para cuidarlo un tiempo... Ahora lo vemos por el WhatsApp.

—Trabajaste este volumen en el 2020, en plena pandemia, con la idea de que podía constituir una obra póstuma. ¿Sientes eso todavía?

Por supuesto, pues las cosas están peor. Pero el ser humano es un animal que bus­ca adaptarse y resistir, y por eso se dice a sí mismo una frase que, según cuenta una leyenda china, era utilizada por un emperador en cualquier ocasión, sea esta buena o mala. La frase es: “Todo esto pa­sará”, y para reconocer la sabiduría que entraña, basta recordar los penosos y su­cesivos desastres que nos agobiaron en el siglo XX.

ARTE Y AMISTAD. La servilleta en la que Víctor Humareda lo retrató, en un café a fines de los años 60. “Varios de mis amigos artistas ya no están en este mundo; sus obras me hacen buena compañía, las contemplo cada día de mi vida”.
ARTE Y AMISTAD. La servilleta en la que Víctor Humareda lo retrató, en un café a fines de los años 60. “Varios de mis amigos artistas ya no están en este mundo; sus obras me hacen buena compañía, las contemplo cada día de mi vida”.

—La pandemia debía ser nuestro tema más importante, pero en poco tiempo hemos dejado de lado el conteo diario de camas y balones de oxígeno, por el conteo diario de votos indecisos. ¿Te has sentido antes frente a un abismo político y social tan profundo?

Nunca. Esta es la peor crisis del Perú en toda su historia. Ni siquiera en la guerra con Chile murió tanta gente; ni tampoco durante el terrorismo. Todo se ha juntado y, a estas alturas, ante la segunda vuelta, no nos queda espacio para el optimismo.

—¿Qué te dice el olfato de periodis­ta cuando observas a Keiko Fuji­mori y a Pedro Castillo?

Que los peruanos nos encontramos en un callejón sin salida, y que, salga quien salga elegido, nos obligará a estar vigilantes para defender el siste­ma democrático.

Sobre la elección en segunda vuelta, el escritor opina que “los peruanos nos encontramos en un callejón sin salida, y que, salga quien salga elegido, nos obligará a estar vigilantes para defender el sistema democrático”. (Foto: Richard Hirano)
Sobre la elección en segunda vuelta, el escritor opina que “los peruanos nos encontramos en un callejón sin salida, y que, salga quien salga elegido, nos obligará a estar vigilantes para defender el sistema democrático”. (Foto: Richard Hirano)

—¿Imaginaste alguna vez que podría volver un gobierno fujimorista?

Hasta donde sa­bemos, solo que­ría eso un 13 % de la población.

—¿Y qué opinas del candidato Pedro Castillo?

Castillo representa un genuino (y vis­ceral) voto de protesta. Pero si él busca aplicar el obsoleto modelo de gobier­no que nos anuncia, veo un tremendo riesgo. Sin embargo, su presencia deja en claro que el país necesita cambios urgentes; la gente lo reclama.

—Vargas Llosa considera que Keiko (a quien él antes llamó “la hija de un ladrón y asesi­no”) es la mejor opción para la presidencia del Perú. ¿Piensas como él?

No. Pero entiendo los temores de Mario, dado que Castillo se perfila como una vía directa hacia una iz­quierda totalitaria, y, de otro lado, valoro su gran estómago para decidirse por una candidata que no le gusta nada. Yo, en cambio, espero que la ciudadanía confronte con ente­reza a cualquiera de las dos atrabiliarias alternativas políticas que tome el poder.

—También por te­léfono me dijiste: “A uno lo quie­ren y lo odian y hay que aprender a vivir con eso”. Mario quizá ya lo aprendió. ¿Y tú?

Sigo intentándolo. Pero claro, yo no tengo la proyección pública de Mario y, si alguien ahora me odia por decir lo que pienso, me tiene sin cuidado.

EL CRONISTA. Fernando Ampuero cuando era director de esta revista, entre los años 1996 y 2008.  (Foto: Cecilia Durand)
EL CRONISTA. Fernando Ampuero cuando era director de esta revista, entre los años 1996 y 2008. (Foto: Cecilia Durand)

—¿Por qué dices que te has vuel­to un viejo quisquilloso y cada vez más aislado?

El temperamento quisquillo­so ha de ser un hecho biológico, creo yo, como un plus de vitalidad para quienes se van haciendo mayores. En las novelas del siglo XIX se describe a un hombre de cin­cuenta años como un anciano, cosa que me asombra; a los cincuenta, yo viví en la plenitud. Hoy, a los casi setenta y dos, noto el paso del tiempo, desde luego, aun cuando salgo a caminar cuatro kilóme­tros por día y mantengo el buen humor. A decir verdad, debería estar muerto hace veinte años, dado que en mi familia muchos se fueron temprano. En cuanto al aislamiento, no es algo que me irrite; los escritores estamos acostumbrados a la soledad, pero, naturalmente, extraño sentarme en un café con los amigos.

—¿Caminas con bastón?

A tres años del atropello que sufrí, llevo el bastón al estilo de Johnnie Walker, porque ya no lo uso todo el tiempo; solo cuando me canso o requiero mantener el equilibrio.

A sus 72 años, Ampuero dice notar el paso del tiempo, aun cuando se ejercita y mantiene el buen humor. “El aislamiento no es algo que me irrite; los escritores estamos acostumbrados a la soledad, pero, naturalmente, extraño sentarme en un café con los amigos”. (Foto: Richard Hirano)
A sus 72 años, Ampuero dice notar el paso del tiempo, aun cuando se ejercita y mantiene el buen humor. “El aislamiento no es algo que me irrite; los escritores estamos acostumbrados a la soledad, pero, naturalmente, extraño sentarme en un café con los amigos”. (Foto: Richard Hirano)

—En el libro dices que la edad de José Tola puede “con­tarse en centurias”, y sobre Toño Cisneros, que fue “siempre (has­ta viejo) un joven que irradiaba poesía”. ¿Tú cómo te ves?

Sin edad real, o con edades variables: me miro en el espejo de la escritura. La prueba está en este libro antojadi­zo, donde compilo reminiscencias que me permiten viajar libremente en el tiempo y combinar ficción y no-ficción, e incluso echar mano a diversos géne­ros literarios. Tola y Toño han sido dos queridos amigos a quienes recuerdo con admiración; los conocí cuando yo tenía veinte, y ambos me llevaban siete años, por lo que entonces me parecían unos viejos. Diez años después, la edad ya no nos importó: éramos contemporáneos.

—¿Qué es lo primero que que­rrás hacer cuando acabe la pandemia?

Salir a bailar, ir al teatro y al cine, abra­zar a la gente que quiero. //

EL LIBRO

Seis capítulos perdidos y otros extravíos pertenece a la colección Andanzas del sello Tusquets Editores. Tiene 249 páginas, cuesta 69,99 soles y desde el 15 de mayo estará disponible en librerías de todo el país.
Seis capítulos perdidos y otros extravíos pertenece a la colección Andanzas del sello Tusquets Editores. Tiene 249 páginas, cuesta 69,99 soles y desde el 15 de mayo estará disponible en librerías de todo el país.

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