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Fiestas Patrias
Alejandro Neyra

Nuestra participación en el mundial de fútbol 2018 ha tenido diversas consecuencias y una de ellas es fundamental en el camino al reconocimiento de nuestra propia identidad. Después de muchos años, desde el Perú hemos seguido atentos las noticias de una selección, pero también la de miles de peruanos llegados de los cuatro suyos del mundo que, actuando en armoniosa comunidad, vestidos con la camiseta blanquirroja, caracterizados como incas o cubiertas sus cabezas con chullos multicolores, acompañados de llamas inflables y con orejas postizas, han sido felices compartiendo nuestro pisco y comida en la inmediaciones de la Plaza Roja. Y ha vuelto quizás esa pregunta que ya se han hecho antes intelectuales y ciudadanos de a pie: ¿Qué somos los peruanos? ¿Cómo nos ve el resto del planeta? ¿Qué es realmente el Perú? O la que se debe haber hecho tanto ruso y turista mundialista: ¿de dónde salieron estos seres tan exóticos que no dejan de cantar y beber y que están felices pese a que volverán llenos de deudas y con el recuerdo de un único triunfo? 

El maestro Luis Loayza se hizo algunas de estas preguntas –las extra-futbolísticas, claro– en un ensayo genial titulado Vagamente dos peruanos [1] en el que bajo el pretexto de haber encontrado un personaje peruano en Stendhal y otro en Proust empezó a cavilar sobre nuestra identidad (que es lo mismo que hacemos los peruanos cuando nos encontramos en una plaza de Moscú, en un café en Buenos Aires o en un avión rumbo al triángulo de las Bermudas). La gracia de la ficción es lo que descubre del mundo real. Y la elección de la nacionalidad de un personaje o de una ciudad o apenas una vaga mención a una característica propia de un país, lo sabemos, no es gratuita. Entonces, ¿por qué el Perú? 

Desde hace casi diez años busco emular, seguramente con menos gracia aunque con gran tesón, a Loayza. Voy buscando así esas novelas de tradición no hispanoamericana en las cuales el Perú o personajes peruanos aparecen mencionados o apenas esbozados, sabe dios por qué designio oculto de ese demiurgo que es el autor novelesco. Verse en el espejo de una narración –escrita además en un idioma que no sea español, como parte del desafío– me resulta una forma de enfrentar mi propia curiosidad y de lanzar una llamada de auxilio al universo. A lo largo de este tiempo he recibido la ayuda de escritores y amigos de diferentes latitudes que han ido mencionándome obras que van desde la brillante El puente de San Luis Rey de Thornton Wilder hasta La mujer justa de Sandor Marai, pasando por novelas y relatos de Henry Rider Haggard, Emanuel Carrere, Kim Young-Ha, Jonathan Franzen, Sylvia Plath y Kurt Vonnegut, entre muchos otros grandes y pequeños creadores de los siglos XX y XXI (sin contar apariciones en series de televisión, cómic y cine, que dejo para otros aficionados o geniales investigadores como Ricardo Bedoya que ha hecho esto mismo que planteo en el cine). 

El método que he decidido develar y compartir con Somos y ustedes, lectores que quieren continuar imbuidos en el sentimiento de peruanidad que nos trajo el mundial y que nos acerca el mes patrio, es el que explico a continuación. 

Luego de encontrar una obra con contenido “peruano” en la ficción, leo aquel texto con todos los sentidos que puedo y busco entender por qué aquel personaje, objeto, ciudad o mención al vuelo ha recibido esa nacionalidad que nos une, enorgullece y pinta de rojiblanco. Sea cualquiera el resultado, lo planteo como una posibilidad y la comparto en un breve ensayo sin ningún afán más que el de fomentar el interés por la peruanidad –y por la lectura, por supuesto. No sé si en el camino haya tenido algún éxito. Pero continúo en la brega, buscando peruanos en la ficción, con la esperanza de que en alguno de esos relatos, algún día, me encontraré de frente con nuestro “ser” nacional explicado de manera precisa. Como en la biblioteca borgiana, confío en que quizás haya un ejemplar –una novela francesa, un relato corto coreano, un poema hebreo- que contenga la respuesta a esa pregunta que nos atormenta: qué es el Perú y qué somos los peruanos. Y mientras tanto, busco, leo, pienso y comparto mis lecturas en las que la peruanidad está teñida de exotismo, de historia, de alegría y de aventura, pero también de violencia, corrupción y machismo, pues la peruanidad de ficción se parece a la peruanidad del día a día. 

A pocos años de conmemorar nuestro bicentenario la pregunta sobre nuestra identidad y nuestro destino es una que permanece sin respuesta. Pero tenemos la excusa perfecta para hacer que esa necesidad que tenemos los peruanos por sentirnos reconocidos –desde el peruano amuleto del entrenador de Rusia hasta el hincha israelita, pasando por el peluquero de Messi y los impresentables machos– y ese inextricable orgullo por la selección de fútbol y por lo peruano, se extienda y se entienda gracias a estos ejemplos novelescos que Somos, en su edición web, publicará desde hoy, y que espero entretengan a todos aquellos que, como yo, comparten el fetichismo de sentir que allí donde hay un corazón henchido de patriotismo, un estómago lleno de cebiche y un rostro pintado de rojiblanco, allí estará la felicidad. Contigo siempre y hasta arriba Perú. 

[1] EL sol de Lima, Mosca Azul Editores; Lima:1974.

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