Cuando Guillermo Rodríguez, Arkano, subió al cubo de vidrio en la Puerta del Sol de Madrid, aquel octubre de 2016, el tiempo se diluyó en un torrente de rimas sin descanso durante más de 24 horas. Sudaba como si volviera de una maratón. No era solo un desafío físico; era un pulso contra el silencio, un combate donde cada verso libraba una batalla contra el olvido. Al terminar, el récord Guinness fue apenas un trofeo frente a lo que realmente había logrado: abrir un nuevo camino en el freestyle para toda una generación de seguidores, ansiosos por explorar un mundo donde la palabra es la protagonista. Lo había soñado cuando tenía diez años, y ahora, es decir, 2016, lo había conseguido.
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