Tres amigos un poco ebrios en un bar de Everett (Washington) se lanzan a soñar con una empresa que fabrique juguetes cómicos. Como no encuentran una parecida, fundan la suya, en el garaje de la casa de uno, a la que bautizan como Funko en 1998. Como todo emprendimiento pequeños, ellos se encargan de todo al principio. Un fin de semana se lo pueden pasar encerrados, empaquetando miles de pedidos.
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