Gabriela Flores y Genoveva Huerta participan en diversos proyectos culturales. El más reciente fue una clase maestra, organizada por D1 y Nike, en el Centro de Alto Rendimiento de Alto Perú, en Chorrillos. (Foto: Iceberg)
Gabriela Flores y Genoveva Huerta participan en diversos proyectos culturales. El más reciente fue una clase maestra, organizada por D1 y Nike, en el Centro de Alto Rendimiento de Alto Perú, en Chorrillos. (Foto: Iceberg)
Vanessa Cruzado Alvarez

Resiliencia. Esa es la palabra que constantemente menciona Gabriela Flores (21) cada vez que se refiere a la danza. Hablar del arte la estremece y luego de conocer su historia, uno entiende las razones. Su primer contacto con el baile fue en 2012, cuando acompañó a su prima al concurso Trome Dance. Admite que no tenía intenciones de participar, pero la energía que transmitían los bailarines la contagió. Se inscribió y ganó una de las 20 becas para estar tres meses en la Asociación Cultural D1, fundada hace más de una década por Vania Masías. “Ahí llevé mis primeras clases de danza. Aprendí a canalizar mi energía e ideas porque era una chica con problemas”. Ese ambiente la ayudó a sobrellevar la ausencia de su padre en casa.

Un año y medio después, en su intento por retomar la danza, participó de Proyecto Milagros (también de D1). El programa dirigido por Harold Echevarría daba clases a quienes gustasen del baile a cambio de que, como una especie de pago, realizasen ayuda social en el asentamiento humano 12 de junio, en Villa María del Triunfo. “Quise dedicarme al arte y en 2016 ingresé a la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático”, cuenta la ya graduada de la carrera de Educación Artística.

Genoveva Huerta (25) comparte una situación similar. Era 2011 y sus amigos del colegio la animaron a asistir a una clase de D1 cerca de casa, en Pachacútec (Ventanilla). “De adolescente estaba molesta con el mundo por las cosas que me había tocado vivir. No había oportunidad de soñar, pero el entrar en el ambiente la danza me ayudó a ver todo de otra forma”. Además de motivar la resiliencia, la joven afirma que el arte empodera. “Cuando vienes de un ambiente lleno de violencia, siempre miras abajo. Cuando tienes que bailar –y mirar a tu compañero– sabes que eres importante. Que están prestando atención a lo que quieres transmitir con tu cuerpo”.

En 2017, Genoveva Huerta (en el centro) asumió la coordinación en tres proyectos culturales de D1 en Trujillo. Actualmente, se desempeña como docente en la sede de Bellavista.  (Foto: Archivo Personal)
En 2017, Genoveva Huerta (en el centro) asumió la coordinación en tres proyectos culturales de D1 en Trujillo. Actualmente, se desempeña como docente en la sede de Bellavista. (Foto: Archivo Personal)

Actualmente, Gabriela y Genoveva se desempeñan como profesoras en ‘RevelArte, arte para liberar tu potencial’ el programa de D1, el Ministerio de Educación y Alicorp, que busca promover el desarrollo integral de estudiantes de secundaria de las zonas más vulnerables de Lima Metropolitana bajo una consigna: el arte como agente de cambio. “Somos conscientes de que estamos moviendo historias. Tenemos que capacitarnos constantemente en otras artes para brindar una mejor orientación a cada alumno y saber canalizar la energía”, enfatiza Huerta.

Ambas se han convertido en referentes femeninos de liderazgo y transformación cultural por medio de la danza. Son, además, el orgullo de la asociación cultural. En cada clase buscan inspirar a jóvenes para que, como ellas, encuentren en el arte una luz al final del túnel. //

SOBRE REVELARTE

2019-2020 es el periodo en el que se llevará a cabo el programa piloto. Constará de tres etapas: capacitación a docentes, implementación de los grupos y evaluación de los aprendizajes.

4.000 alumnos de 30 colegios públicos de 17 distritos de la capital serán beneficiados con este proyecto.

Anualmente, D1 –fundada por Vania Masías– forma alrededor de 7 mil jóvenes de las zonas más vulnerables del país.
Anualmente, D1 –fundada por Vania Masías– forma alrededor de 7 mil jóvenes de las zonas más vulnerables del país.
/ Renzo Salazar

170.000 personas han sido impactadas positivamente con el trabajo de la Asociación Cultural D1 desde su creación en 2005.

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