Una de sus últimas adquisiciones de Iván Vildoso: los dibujos hechos durante el juicio a Alejandro Toledo en una corte de California. Espera algún día compartir su colección con el público, pero mientras tanto la deja ver solo a amigos y artistas.
Vildoso
Luis Miranda

Durante los últimos años, Iván Vildoso adelgazó notablemente mientras su colección de arte contemporáneo engordaba. En su casa con vista al mar de Chorrillos no hay pared ni mesa libre. Todo está tapizado de cuadros, partes de instalaciones y formatos de arte poco comunes, como frazadas, paracaídas hechos de bolsas de mercado y un inodoro pintado de rojo, obras estas de Judá Ben Hur, antes conocido como Bambi, un pintor marginal y alcohólico que gracias a Iván hoy mismo está exponiendo en Nueva York.

Lo suyo es la obsesión por el rescate. Recogió los restos del mausoleo senderista demolido en Comas con el mismo interés que arrancó los exuberantes murales del restaurante amazónico Maquisapa de Lince luego de su clausura y abandono.

Pero lo que más llama la atención en esta colección donde se codean obras de Quintanilla, Bendayán, (iniciales de Juan Cueva Manchego), Juan Javier Salazar, Huanchaco, Hugo Salazar Chuquimango e incluso de Mario Poggi, es un enigmático retrato de Cristo pintado por el ingeniero Alberto Fujimori, fechado en el 2012.

“Supongo que era un autorretrato que pintó en el 2010 o 2011. Pero cuando Keiko perdió la primera elección, quizá sintió que vivía una pasión y lo intervino. Por eso lo extraño de las ojeras”, dice Vildoso. Es como si en ese Cristo sangrante pudieran verse indicios de los lentes y el rictus bucal del ex presidente preso.

Iván se enteró por los diarios que el líder del fujimorismo pintaba en su encierro. Contactó a Kenji y le pidió una de las obras. El hijo menor del ingeniero lo creyó imposible. “No hay peor gestión que la que no se hace”, replicó Vildoso. Poco tiempo después Kenji le daría la respuesta afirmativa.

Hay otra pequeña joya que Iván Vildoso enseña a los amigos selectos: la acuarela de la norteamericana Vicki Behringer que retrata otra pasión, la de Toledo en una corte de Estados Unidos. Ella estaba encantada de la cabellera del ancashino. Lo describió en una entrevista como se describe a un animal extraordinario. Es la misma artista que en el 2005 capturó en papel a un tímido y enfermizo Michael Jackson cuando afrontaba acusaciones de pedofilia.

Vicki hizo otros retratos del proceso seguido al ex presidente en busca de libertad bajo fianza en una sala donde el juez prohíbe cámaras de cualquier tipo. Incluso retrató las reacciones de Eliane Karp. El coleccionista hizo unas llamadas a un familiar en Estados Unidos, quien contactó a la retratista y lo compró. Vildoso recibió la obra en calidad de obsequio. Se sabe que las acuarelas de Behringer cuestan 600 dólares por lo menos.

“Me considero custodio temporal”, señala Iván, que jamás revela cuánto pagó por cada obra. “A donde voy no llevaré nada; si es que acaso sí en mi corazón, el tiempo que pasé con mis amigos artistas. Las obras nunca dejan de ser de Carlos, Peter, , Lautaro, etc. Estas llegarán a donde tengamos que llegar; por ahora yo las cuido”.

En este museo privado no pasan desapercibidas pinturas y esculturas del ex emerretista Peter Cárdenas y el ex senderista Carlos Incháustegui.

“Con Carlos, quien hace más escultura, soy amigo desde su última estadía en Castro Castro, cuando trabajaba en los talleres de cerámica, y a Peter lo conocí a su salida de la base naval. Con él hablo un par de veces al año; migró a Suecia y me dejó las obras que pintó en reclusión, muy coloridas, simbólicas y bellas”.

Un sacerdote muy amigo suyo, Elías Arribasplata, alguna vez remarcó el carácter dostoievskiano de Vildoso, creyente de los puntos de unión antes que de discordia. Esta colección es la prueba. //

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