MDN
game of thrones
Oscar García

Culminada La Larga Noche, lo que sobraba era la incertidumbre. La semana pasada una de las dos macro líneas narrativas de Game of Thrones -la de la amenaza de los Caminantes Blancos y su ejército de zombies- se pulverizó ante nuestros ojos con un certero golpe de puñal tras la batalla por Winterfell. La pregunta que nos dejó tal hecho, más allá de la montaña de cadáveres y los dolorosos saldos de la guerra, era pensar qué ocurriría después de esa sensación de vacío que a no todos gustó. La respuesta de Game of Thrones 8x04 fue volver a lo clásico, a las primeras temporadas, cuando el éxito de HBO se trataba ante todo de traiciones, secretos e intrigas políticas por un viejo trono de metal.

Porque la extinción masiva que prometían los muertos resultó ayer poquita cosa al lado de la capacidad de los vivos para engañarse y hacerse daño entre ellos. Hasta los Caminantes Blancos parecían adscribirse a cierta ética extraña que no sigue ni seguirá la verdadera amenaza para los vivos de esta serie, la reina Cersei Lannister, quien se encuentra en su mejor posición: está resguardada allá en su Fortaleza Roja, satisfecha con su copa de vino y su nuevo ejército, y a la espera de unos enemigos diezmados que se han apostado en su puerta. Como para que nadie diga que no es la mejor jugadora del juego de tronos que se haya visto en Westeros.

Habría que hacer una pausa pequeña acá para destacar lo fantástico de este personaje y con qué sobria entereza lo interpreta Lena Headey. Cersei, ciertamente, ha sido una víctima de esta historia desde el día uno, cuando fue entregada a un rey que nunca la quiso y arruinó su proyecto de felicidad. Todas las decisiones que tomó luego, incluso las más viles y cuestionables, se justifican de alguna forma -siendo bien laxos en lo moral- porque tenían como fin proteger a los suyos. Sus hijos. Su hermano/amante. La vida que había conocido. Cuando Tyrion Lannister (Peter Dinklage), el menor de su familia y el hombre que mas odia, intentó anoche reflexionar con ella sobre la inutilidad de seguir con la guerra, hasta sentimos compasión por ella.

Sus últimas palabras: "Dracarys!"
El sentimiento no nos duraría ni un segundo. Al mandar asesinar al personaje más dulce de esta historia, Cersei ha cruzado el Rubicón que tanto buscaba. No habrá marcha atrás en su proyecto de inducir genocidio, es decir, promover una respuesta salvaje e imprudente de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke), cuyo volátil temperamento fue el otro gran eje del episodio. Desde la primeras temporadas se nos había dado pistas de las posibles perturbaciones que se ceñirían en la cabeza de la blonda conquistadora, en cuyo linaje endogámico los casos de locura son legión. La enajenación era un fantasma que inquietaba a sus seguidores y súbditos desde sus épocas en Essos, así como su tendencia a responder con crueldad a la crueldad.

Quién creyó que promover crucificaciones masivas, asesinar a dos personajes rendidos o no inmutarse por la muerte de su hermano, no eran posibles signos del “giro” que se deslizó ayer, quizá no estuvo muy atento a la historia. Anoche el tema quedó planteado desde el mismo inicio. Tras el duelo de rigor y las celebraciones post batalla, Daenerys hace una movida demasiado gruesa, de forma inconsulta con sus asesores, para ganarse lealtades, al nombrar Lord al bastardo del rey Robert. Más que inteligente cálculo político parece animada por la creciente inseguridad que la agobia y empuja hacia la paranoia. Nunca la habíamos visto más sola y ansiosa que en esa mesa rodeada de gente borracha y feliz.

El buen salvaje de Tormund (Kristofer Hivju) nos da otra clave interesante, un típico guiño de guionista, cuando sostiene con su cuerno en la mano aquello de: “¡para montar a un dragón hay que ser un rey o un loco!”. Y ya sabemos que Jon Snow (Kit Harington) es el legítimo heredero al trono de los Siete Reinos, aunque es consenso que sería un terrible rey. Tiene todo el linaje, los pergaminos, las credenciales militares y es popular. Encima es hombre, como dice Lord Varys (Conleth Hill), dando muestra con ese gélido apunte de un pragmatismo insólito pero verosímil para una serie elogiada por levantar la bandera del empoderamiento femenino.

Lo peor es que  Daenerys no está del todo errada en las tormentas y las confabulaciones que consumen su cabeza. Al menos parece que hay una que estaría ya en marcha, si atendemos la conversación que tienen dos de sus consejeros sobre lo que es “servir al reino”, la frase que el eunuco Varys siempre repite. Servir al reino sería estar del lado del pueblo, de los pobres y no de los aristócratas que convierten sus asuntos personales y vanidad en guerras absurdas. “La araña” Varys parece decidido a conspirar para terminar con un gobernante, una vez más. Toca saber cómo lo hará y con qué aliados.

Todo indicaría que estamos ante la posible eclosión de la última gran antagonista de la serie, lo que justificaría lo dicho por Kit Harington la semana pasada sobre los ecos shakespearianos que encontraba en este capítulo, que le había parecido mejor que el anterior. Tiene razón: el escenario de gran tragedia parece estar ya servido, uno en el que los hermanos, los amantes y los hermanos/amantes quedarán enfrentados como peones en un tablero de ajedrez. Lannister contra Lannister. Stark contra Stark. Clegane contra Clegane (ese duelo va a estar interesante). ¿Targaryen contra Targaryen? Solo faltan dos capítulos para saberlo.

Game of Thrones 8x04 nos devolvió a la primera temporada, cuando no había presupuesto para filmar batallas épicas y estas se resolvían por convenientes elipsis. Lo importante entonces era la política, las componendas y alianzas, pero también la unidad de la familia. Era lo que predicaban los grandes patriarcas del relato, Ned Stark y Tywin Lannister, como lo único que garantizaría el futuro de sus casas. ¿Qué ocurrirá con el noble clan norteño ahora que han llegado a la deslealtad de no poder guardarse ni un secreto entre ellos? El asunto parece avanzar rápido hacia un abismo concluyente, o “el final agridulce” que tantas veces han prometido los productores. Que no se diga luego que no se nos advirtió.

Contenido Sugerido

Contenido GEC