Quizá sea una práctica Bicentenaria: a los peruanos nos gusta peruanizar. Encontrar raíces andinas en una celebridad del cine, festejar los orígenes limeños en alguna carta 3 estrellas Michelin; hallarle madre peruana a un delantero que no tenemos. Una tarde del verano del 2008, asustado por el tráfico del Centro y conmovido por su foto en todos los periódicos, Andrés Vásquez Rueda-Pinto, llegó a la redacción de El Comercio en un viaje de vacaciones y de curiosidad. Vásquez jugaba en el fútbol de Suecia y había marcado un golazo de rabona, una habilidad futbolística que consiste en disparar la pelota luego de pasar un pie por detrás del otro. El Bichi Borghi jugó el Mundial de México 86, donde fue campeón, entre otras razones, por esta destreza. Rabona Vásquez consiguió el costado de peruanidad que le faltaba: tenía 21 años, jugaba en el Goteborg y era de origen sueco y madre peruana. Chemo del Solar lo citó a las Eliminatorias rumbo a Sudáfrica 2010 y dijo que no. Como Lapadula hace un tiempo.
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