Amor a la primera leída. Esa fue la sensación que se le quedó en el espíritu a Giovanni Ciccia al terminar de revisar el guion de la obra “La verdad”, de Florian Zeller. La productora Makhy Arana, a quien Osvaldo Cattone le heredó el hermoso desafío de prologar la existencia del teatro Marsano después de su muerte, lo convocó para dirigir una comedia que permitiese reflexionar al público sobre la mentira y los dilemas que esta le plantea a la condición humana. Cuánto se necesita reír y reflexionar por estos días, pensó el actor y músico de 51 años. Además, se trataba de la primera pieza que se iba a presentar sobre ese escenario miraflorino desde inicios del 2020. Imposible decir que no.
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El éxito de la obra ha sido rotundo en su primera semana de estreno. Un letrero en la boletería de la calle General Suárez da cuenta de localidades agotadas un día y otro y otro, y Giovanni no puede estar más contento. Cattone, desde donde esté, seguramente está encantado. Qué más se puede pedir tan cerca del Día Mundial del Teatro. Somos habló con Ciccia sobre todo ello, pero también acerca de su revitalizada popularidad al integrar desde hace nueve meses el elenco de la serie de TV “Al fondo hay sitio”, así como de la vida con mucho rock y punk junto a su banda Los Chabelos.
Estás dirigiendo la obra con la que ha reabierto el teatro Marsano en una era pospandemia y después de Cattone. ¿Cómo es tu relación con esa sala?
No trabajé con Osvaldo, pero en los años setenta estuve sentado en una de estas butacas viendo algún musical dirigido por él. Debe haber sido “¡Aleluya, Aleluya!” (basada en “La novicia rebelde”) o “El diluvio que viene”. Esas piezas definitivamente me marcaron la vida. Yo vivía enamorado de Regina Alcóver e Yvonne Frayssinet, las veía en este teatro como seres inalcanzables y maravillosos. Después trabajaría con ambas. Mi relación con el Marsano es de toda la vida.
No te costó, entonces, aceptar encabezar este proyecto.
Nada. Me proponían dirigir una obra en el teatro que pensé que se iba a perder… Gran parte de la pandemia yo me la pasé llorando, como muchos. Veía las pérdidas humanas, pero también la de espacios artísticos. El teatro Larco, en el que laboré tanto tiempo, se tuvo que demoler. Todo fue una pesadilla enorme. Ya más estables las cosas, ha sido una alegría que Makhy me haya convocado.
¿Qué te ayudó a sobrevivir en la pandemia?
Mucha terapia y medicación. El 2021 fue para mí un año aún más duro que el 2020. Durante el 2020, pensé que aquello era una etapa que iba a pasar rápido, pero de pronto no acababa. Comenzó a morir gente muy querida… se acababan los ahorros. Todo empezó a convertirse en un pequeño infierno.
Ser parte del elenco de “Al fondo hay sitio” ha revitalizado tu popularidad de una manera impresionante. ¿Eres consciente de ello?
Yo no me había dado cuenta, pero mis amigos y familiares sí. Me decían: “Te están pidiendo autógrafos y fotos más de lo habitual”. Lo observé y sí. Es que la TV llega a muchísima gente. Desde que estoy en la serie, viene ocurriendo; es un show consolidado, una marca potentísima. Pero esto de la popularidad es cíclico. También va y viene, lo tengo claro.
Tu personaje es de ficción, pero en la vida real protagoniza virales en TikTok y titulares en webs de entretenimiento.
Es que, claro, la serie usa mucho la actualidad. Lo que los personajes hacen y dicen está vinculado al momento que se está viviendo. Muchas veces me llega en el guion textos que fácilmente podrían ser pensados por gente como Diego Montalbán. Y yo hago mi aporte. Entonces, la gente se identifica con lo que pasa y eso concita interés y gracia.
¿Cómo se ha transformado Diego Montalbán a través del tiempo?
El personaje apareció por primera vez en la quinta temporada de la serie. Diego siempre fue turbio, convenido, tramposo y mafioso. En esta novena temporada ha vuelto con mucha más ambición. Es un tipo venido a menos que lo perdió todo, y en su desesperación, ha visto en Francesca (Yvonne Frayssinet) la oportunidad de salvarse el pellejo. Yo trato de ver a los personajes como seres humanos. A él no lo veo supermalo. Diego siente un amor muy grande por sus hijos y su familia. Los seres humanos somos grises. Entonces la gente lo odia y lo quiere a la vez.
Al teatro y a la TV le sumas la música. Llevas 20 años con Los Chabelos. ¿Qué te regala la música que no la actuación?
La música siempre está en mi vida. Me sirve para actuar y dirigir. Sin embargo, lo bonito de esta es que cuando la interpretas en vivo la libertad es absoluta. Al actuar tienes un texto con un mensaje que debes interpretar. Pero en un concierto puedes conversar con el público, no tienes un guion. Es un intercambio único, y más aún con el tipo de música que hacemos porque es muy catártica, atrevida y desvergonzada.
¿Y cómo sientes las presentaciones en vivo hoy a diferencia de las de hace dos décadas?
Nosotros empezamos en un circuito muy subte, en locales muy pequeños donde no nos querían ni oír. “Ahí están los actorcitos que se creen músicos…”, decían y nos tiraban botellas. Fue bien duro al inicio, pero de tercos nos fuimos ganando nuestro público. Hoy los conciertos son fiestas a las que van patas con sus hijos. Ya no solo escuchan la música, bailan, gritan. Hay espuma, tenemos muñecones, pasan cosas, es como un performance muy teatral… Este año sacamos nuevo disco, así que seguimos. Bien contentos, la verdad. //
La obra fue escrita por Florian Zeller, el mismo autor de la pieza teatral “El padre”, que tanto reconocimiento le dio al desaparecido actor y director Osvaldo Cattone.
El elenco está integrado por Sergio Galliani, Magdyel Ugaz, Gonzalo Torres y Milene Vásquez. Las entradas se pueden comprar en Teleticket o en la boletería del teatro Marsano.
La trama gira en torno a cuatro amigos y las implicancias que se pueden generar cuando no se sabe dónde termina la delgada línea que separa el silencio de la verdad.