Fue doña Rosario en Los de arriba y los de abajo (1994); Rufina Pérez, en Pobre diabla (2000); Inmaculada de Pajuelo, en Demasiada belleza (2003-04); Josefina Benítez, en Mis tres Marías (2016); Berta Domínguez, en Al fondo hay sitio (2009-2016); y Clarita, en la reciente Maricucha. Apareció también en filmes como Contracorriente o La restauración, y ahora, por primera vez en sus más de 50 años de trayectoria, la actriz peruana Haydeé Cáceres se pone en los desgastados zapatos de una anciana que atraviesa las calles de la ciudad, en medio del caos y la indiferencia.
El corazón de la luna es el primer protagónico cinematográfico de su carrera y ya ha cosechado elogios y premios en festivales internacionales. Cáceres ha logrado darle voz y vida a un personaje sin diálogos, gracias a una cuidadosa y detallada gestualidad. “Haydeé le aportó al personaje un nivel humano que yo estaba buscando, una ternura medida y sin manipulaciones. Ella es la carne y el espíritu de la película”, nos dice Aldo Salvini, director y guionista del filme.
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“El guion me gustó desde el principio, porque tiene una gran carga de emociones y sentimientos, y sin palabras”, nos cuenta Haydeé, quien en esta conversación recuerda sus inicios, y revela lo que para ella significa ser premiada por su talento en el extranjero, pero poco reconocida en el Perú.
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—¿Cómo se preparó para interpretar a una mujer que vive en su propio mundo de fantasía?
A mí me encantan los personajes con retos y este ha sido un reto muy grande. Representar a una mujer que debe sobrevivir en un medio hostil donde reina la desolación, la desesperanza, el abandono, la marginación, ha sido muy fuerte. Nunca me han gustado los personajes tibios, facilitos. Desde que estaba en el colegio e integraba el Club de Teatro quería lo más difícil. Siempre decía: “Los hombres tienen más trabajo, ¿por qué una mujer no puede hacer un personaje masculino?”.
—Entonces, el teatro fue una pasión desde muy joven…
Empecé en secundaria. Sergio Arrau, el legendario director y dramaturgo chileno, fue mi maestro y quien me recomendó que entre al Instituto Nacional Superior de Arte Dramático (Insad). Ahí conocí a mi esposo, el actor Humberto Cavero.
—¿Qué es lo más difícil de construir una carrera como actriz en el Perú?
Primero, la falta de apoyo del Gobierno, que no se ocupa de la cultura ni del arte, solo le dan unas migajitas. Ahora hay un poquito de apoyo, pero no se ha generalizado. Hay también grupos de teatro en pueblos jóvenes, que son muy importantes. Yo conozco porque he trabajado con ellos: en muchos barrios, dirigíamos grupos de teatro y hacíamos servicio social con mi esposo.
—¿Todos estos años de carrera fueron una preparación para su trabajo en esta película?
Sí, por supuesto. Y eso es lo que deben hacer todos los actores, observar, vivir.
—Hay un elemento sobresaliente: su gestualidad en un filme que no tiene diálogos. ¿Cómo la trabajó?
Precisamente, observando y poniendo de mi parte. Los actores vamos asimilando cosas, experiencias distintas. El caminar, por ejemplo, de esta mujer que carga costales para poder sobrevivir en un medio hostil. Eso es lo que se tenía que dar con este personaje y lo hemos logrado.
—¿Qué significó grabar un filme siendo la única protagonista?
Fue un reto muy grande. El actor tiene que hacer diferente un personaje de otro. Hace muchos años hice La vida es sueño, dirigida por Santisteban. Yo interpretaba a Segismundo, y hacía 15 días que había dado a luz. Tenía que fajarme, porque sentía la leche a punto de salírseme [risas]. Así es el trabajo del actor y su responsabilidad.
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—¿Esperaba una oportunidad así en este momento de su carrera?
Ha sido lo más grande que me ha pasado en la vida. Hasta ahora me parece un sueño llegar, sobre todo, al público extranjero y europeo, que ha valorado mi trabajo. Hay cosas que duelen, pero ya estoy acostumbrada. Que la gente te reconozca y te aplauda siendo tú de otro país. ¿Pero en mi propio país? El desconcierto. Lo lindo es que ahora mi trabajo se está viendo afuera y está trascendiendo, es un triunfo del cine peruano.
—¿Por qué cree que es tan difícil encontrar personajes con más fondo en la televisión? Uno se acostumbra, muchas veces, a ciertos estereotipos.
Por el facilismo. Si tú haces de mamá o de abuela, te llaman para lo mismo. No arriesgan, será por miedo o porque piensan que uno no lo va a hacer. Se debe trabajar más en eso para saber lo que puede llegar a dar un actor o una actriz. Yo he tenido la suerte de tener muy buenos trabajos en TV que me han dado grandes satisfacciones.
—¿Cuáles son sus próximos proyectos?
El domingo he terminado de filmar Viejas amigas, con Fernando Villarán. Esta es la versión femenina de Viejos amigos, en la que actuaron Ricardo Blume, Enrique Victoria y Carlos Gassols. Esta será con Ana Cecilia Natteri, Patricia Frayssinet, Milena Alva y yo. Además, estoy en temporada de teatro con Mary Richmond, tú y los otros y hoy empiezo a ensayar otra obra, El hombre sin memoria, que se estrena en noviembre. Figúrate, todo el año he tenido trabajo. //