La pareja se deja ver poco por estos lares. Lima a veces puede ser esa atmósfera asfixiante y cucufata en la que el amor entre dos personas que nacieron con dos décadas de diferencia, todavía es visto con asombro o sospecha. Miami no solo es el lugar donde viven, sino el refugio donde decidieron formar una familia y crecer como escritores: Jaime, cuando no está en el canal donde cada noche habla sobre actualidad; y Silvia, por las noches, cuando el día se acaba y ella puede dedicar algunas horas a avanzar, compulsivamente, sus textos. El más reciente, ‘Si me dejas, me mato’ (Crossbooks), revisa episodios de un amor tóxico que experimentó durante su adolescencia, pero que fue un tormento todos estos años. Volcar ese episodio de su vida en libro es una forma de liberarse de todo ello.
Antes de su arribo a Lima para la presentación (el 6 de mayo en Crisol del Óvalo Gutiérrez), Jaime Bayly reveló por qué vive loco de amor.
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—Alguna vez Silvia declaró que el secreto para tener una vida junto a Jaime Bayly es “tratarlo con mucho amor”. ¿Sigue siendo tu cable a tierra? ¿Ese cable está más fuerte? ¿Por qué?
Me enamoré de Silvia tan pronto como la conocí. Ocurrió hace 14 años, cómo ha pasado el tiempo. Ella vino al estudio de El Francotirador con su novio. Lo primero que me impresionó de ella fue su belleza sin aspavientos, su audacia para seducirme y dejarse seducir y, con apenas 20 años, su determinación kamikaze de ser una escritora. Cuando me dijo que estaba dispuesta a dejarlo todo para ser una escritora, y que estaba dispuesta a tener un hijo conmigo que al final (mucho mejor) fue hija, la amé con todos los riesgos que ese amor entrañaba y nos lanzamos juntos al vacío sin saber si caeríamos parados y saldríamos ilesos. Tantos años después, nos amamos todavía más. Conoce mis heridas, mis zonas blandas, vulnerables, y me quiere debido a mis defectos y a pesar de mis virtudes. No trata, nunca ha tratado, de cambiarme, mejorarme, reformarme. Le gusta que yo sea el desastre que soy. Se ríe conmigo y sobre todo se ríe de mí. Generalmente me dice Sofía.
—¿La Silvia escritora es obsesiva? ¿Es insegura? ¿Es vehemente? ¿Eres su principal lector, editor y crítico?
Sí, es obsesiva; de otro modo, no habría escrito cinco novelas en 12 años. Sí, es insegura; todos los buenos artistas se preguntan si en verdad tienen talento, se cuestionan el valor y la utilidad de lo que hacen. Y sí, es vehemente: cuando hay un problema, ella lo resuelve o trata de resolverlo. Por eso, suerte la mía, me ayudó a resolver el problema de mi adicción a las pastillas. Gracias a Silvia, que me obligó a ir a los médicos, algo que yo detesto, descubrí que soy bipolar y ahora tomo las pastillas correctas y conozco una felicidad tranquila y predecible que me había sido esquiva. Silvia escribe en las noches, las cinco o seis horas que yo paso en el canal de televisión. No ve mi programa, nunca lo ve. No le interesa la política, trata de no contaminarse con el veneno de la política. Entonces, cuando yo salgo al canal al final de la tarde, ella se sienta a escribir con su vino tinto y su música. Yo solo leo lo que ella me da a leer, cuando ya ha terminado un manuscrito. Trato de no meterme mucho en corregir el texto porque respeto su voz, su estilo, su sensibilidad. Confié en ella como escritora cuando tenía apenas 20 años. No me equivoqué. Estoy muy orgulloso de ella, de su coraje, su persistencia y su audacia para atreverse a contar las historias que más le duelen. La admiro mucho.