No son decisiones fáciles las que las madres y padres de familia peruanos deben tomar por estos tiempos. Desde hace 18 meses, más de ocho millones de escolares vienen estudiando desde sus hogares ya sea a través de computadoras, la televisión, la radio o celulares. Solo 230 mil, en las zonas rurales, están asistiendo a sus colegio desde noviembre pasado. Lo cierto es que el gran grueso de la población estudiantil no tiene contacto físico con la escuela desde que comenzó la pandemia del coronavirus, lo cual se está traduciendo en una hecatombe en su formación.
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Ellos esgrimen no exagerar y cuándo uno escucha -o lee- lo que tienen que decir, cae en buena cuenta que tienen razón. Jaime Saavedra, actual director de Educación Global del Banco Mundial y ex ministro de Educación (2013-2016) es uno de ellos. Reconocido en el mundo como experto en gestión educativa, conversa con Somos sobre la vital necesidad de que se acelere el regreso de los niños, niñas y adolescentes peruanos a los salones. No como en “la vieja normalidad”, evidentemente, pero sí de una forma segura, voluntaria y muy bien planeada. Esta tarea, enfatiza, será una en la que deben comprometerse decididamente todos los involucrados: maestros, directores, padres y los mismos alumnos.
–¿Cómo está repercutiendo en el Perú que los escolares no hayan asistido por año y medio al colegio?
Como en todo el mundo, en el Perú estamos viviendo la crisis más educativa más grave de los últimos 100 años. A mí me preocupa mucho que no estemos interiorizando la magnitud del shock que estamos afrontando. Esto es una bomba de neutrones que no está impactando el capital físico de los países, sino el humano. Interrupciones de clases de uno o dos meses hemos tenido muchas veces, pero nunca una tan larga como la que vivimos ahora. Y esto va a tener un impacto muy grande en los aprendizajes de los chicos, en su proceso de socialización, en la salud mental. Hoy, lamentablemente, no tenemos data dura sobre el Perú que nos permitan saber con certeza la magnitud de esa perdida.
–Se extravió la escuela como gran punto de encuentros.
Así es. Este es un impacto, además, desigual. Con todas las mejoras que hay que hacer en las escuelas, la escuela es al fin y al cabo, un espacio de igualación de oportunidades. En cada escuela habrán chicos que en casa tienen estímulos educativos, libros, padres que los pueden apoyar. Pero en esa misma habrán quienes no tienen esas condiciones. Cada chico es un mundo. No obstante, la escuela les ofrece a todos el mismo espacio de aprendizaje y estimulación y ese espacio ha desaparecido para muchos y por mucho tiempo.
–Citaba usted en uno de los últimos artículos que escribió sobre este tema al ministro de Educación de Chile, quien decía que lo se vive es un “terremoto en el sector educativo”. ¿Por qué aquí es tan difícil de ver eso?
Es cierto, yo veo que hay distintos niveles de sentido de urgencia. Un funcionario del Ministerio de Educación de Dinamarca nos decía en julio del 2020, con muchísima preocupación, que había que regresar lo antes posible a las escuelas porque lo que más sufrían eran los chicos más vulnerables. Dinamarca, ojo, donde la conexión la Internet es del 100%. A pesar de ello había un sentido de urgencia por resolver ello dado que eso estaba repercutiendo sobre el futuro de los chicos, repito, especialmente de los más vulnerables. Ya entonces se discutía cómo iban a volver, cuántos días. En Europa, efectivamente, los escolares volvieron a clases entre la primera y la segunda ola. Sus procesos también han sido complejos, parciales, difíciles. En ningún lado está siendo fácil, pero había que hacer algo. Y al mismo tiempo hay países donde se cerraron las escuelas y se dijo “ya veremos cuando se abren”. Eso en el Perú nunca pasó y ahí acabó la discusión.
–Entonces se pensaba que los colegios eran focos muy infecciosos. Mucha gente lo cree aún. Ahora se sabe que no.
Lamentablemente al inicio de la pandemia entró en la gente esta lógica de que cerrar la escuela era un instrumento muy eficaz para combatir la pandemia. No se tenía evidencia científica, pero eso fue el año pasado y nadie sabía nada, era razonable quizás hacerlo en ese momento. Pero ya cuando las economías se han empezado a abrir la pregunta ha sido: ¿y por qué abren unas cosas y no las escuelas? No hay ninguna evidencia de que las escuelas sean más contagiosas que otros espacios. Veo que hay más discusión al respecto aquí en el Perú, pero esa discusión tiene que acelerarse.
–El Ministerio de Educación estima que unos 700 mil escolares han desertado del colegio o están por hacerlo. ¿Cuán complicado será revertir esta situación?
Lo será y mucho. Los chicos de la secundaria que desertan no vuelven a la escuela tan fácilmente y por lo tanto se requiere de una campaña de orientación y comunicación extremadamente agresiva para asegurarse a que regresen. La verdad es que es muy difícil saber si el chico se conecta o no a la modalidad virtual. Algunos profesores han tratado de comunicarse por WhatsApp, pero es difícil monitorearlos realmente. Unos se engancharon, otros a medias y otros nada. Tanto en educación secundaria como étnica, incluso universitaria, se ve que hay una salida del sistema. Las cosas, finalmente, se pueden remontar, pero sí requieren de una acción muy agresiva.
–Empieza a ejecutarse la semipresencialidad en escuelas de Lima y otras ciudades. Tal como se desarrolla la pandemia en el Perú, ¿debería perdurar solo esta modalidad en el tiempo, es decir, no volver a la presencialidad absoluta?
Creo que en todos los países del mundo se debe manejar la pandemia. No se trata de “se acabó la pandemia, entonces regresamos a clases”, no. Hay que gestionar el proceso [...]. Si se toman todas las precauciones, los chicos pueden estar en la escuela, donde estarán probablemente más seguros que en un centro comercial. Si llegase una tercera ola, y esta es muy agresiva, los colegios se cerrarán; luego abrirán. Hay que ir midiendo los pasos.
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–Como ha pasado en muchos países.
Así es. Abren, cierran, luego abren con aforos reducidos y menos días, y luego se amplía…se hace lo que se pueda. Pero los chicos tienen que tener, en mayor o menor grado, un estímulo educativo. Este será dinámico, cambiará por periodos, pero deben tener algo. Lo que no podemos tener es una solución dicotómica: o no hay nada o regresamos como antes de la pandemia. Eso no. Ese no va a ser el mundo durante varios meses todavía.
–¿Qué experiencias de otros países podríamos adaptar al Perú sobre las modalidades de retorno?
Algunas medidas de las que tenemos evidencias que funcionan es vacunar a los maestros y al personal del colegio y ahora en Perú esto es posible. Eso es importantísimo. Otra medida son las formaciones de las burbujas, es decir, dividir los salones en grupos. Los chicos de cada una solo interactúan con los de su burbuja de siete personas, por ejemplo. Los recreos son escalonados; las horas de entrada y salida, también. No todos tienen los mismos horarios, deben ser flexibles así como los calendarios escolares. Normalmente es de marzo a diciembre; bueno, tendrá que cambiarse. Las vacaciones tendrán que ser más cortas. Lo que importa es que los chicos aprendan. A mí me preocupa mucho la sensación de “ya recuperarán el aprendizaje cuando regresen” y no. No es tan claro eso porque es muy difícil repetir ciertos años de la vida. No es lo mismo el año 40 de tu vida que el número 7. En los niños pequeños, esos años son aún más difíciles de recuperar.
"Experiencias de países donde las escuelas han reabierto sugieren que, con estrategias de mitigación adecuadas, las escuelas suponen un riesgo bajo de transmisión para estudiantes y maestros"
— Jaime Saavedra (@JaimeSaavedra22) August 9, 2021
Nota de Política - BM "Es seguro reabrir las escuelas?"
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–¿Qué hacer con el traslado al colegio? Muchos escolares usan el transporte público, importante foco de contagio.
Muchos países han vinculado ese tema a reflexionar a qué escuela está yendo un escolar. ¿Queda cerca o lejos de casa? Son tiempos complicados y hay que tomar decisiones complicadas: hay que ir a la escuela que está más cerca para evitar el transporte público. ¿Eso es ideal? No. No lo es, pero este es un momento de guerra. Estos tiempos no son normales, son de hacer cosas extraordinarias. No es momento de la escuela ideal, pero sí de hacer lo más que podamos por darles algún estímulo educativo a los chicos. Va a ser mejor que vayan a una escuela cerca, aunque no sea a la que iban, a que sigan de forma remota. Eso hay que internalizarlo.
–Una maestra de escuela pública de La Victoria me decía que se sentía contenta por ver otra vez a sus alumnas, pero que, a la vez, temía porque su salón era pequeño y ellas no tenían recursos para comprar mascarillas.
Ahí entran las políticas públicas. Esto no es “si tienes plata te compras y si no, no”. La escuela tiene que darles mascarillas, así como la posibilidad de lavarse constantemente las manos.¿No hay agua? Se les pone. No vamos a instalar un sistema de agua y desagüe necesariamente, pero podemos llevar kits portátiles que permiten el saneamiento de los chicos; eso se puede hacer, no es física nuclear. Y se tiene que prever que haya distanciamiento social, entonces no pueden ir salones completos. Grupos de ocho que vayan dos días a la semana. Pero eso es mejor que nada. El Estado y la sociedad tienen que asegurar esas condiciones.
–Por otro lado, un profesor de colegio particular me contaba también le alegraba volver, pero que temía contagiarse. Y que le preocupaba el peso de la responsabilidad que le podían dar al profesor respecto de un contagiado en el aula. ¿Cuán vital es el rol que cumplen todos en una comunidad educativa: maestros, directores, padres, incluso los mismos alumnos?
Es correcto lo que tú dices. Es una responsabilidad de toda la sociedad. Sería completamente injusto decir que el responsable solo es el profesor. La pandemia es complicada… A ver. Es como si dijéramos, en condiciones normales, que a los niños que van al colegio los pueden atropellar en el camino, por eso no deberían ir. El riesgo de que esto pase es muchísimo más alto que volar en avión. Y, sin embargo, hay gente que le teme a los aviones porque se pueden caer. Ya sabemos que los colegios no son fuentes particulares de contagios y que los niños no enferman severamente, entonces, no hay nada que no hagamos en la vida que no tenga riesgo. Si alguien se llega a enfermar en clase, ¿es culpa del maestro automáticamente? No, de ninguna manera. Es un riesgo que toda la sociedad en conjunto tiene que asumir y hay que pensar cómo reducir ese riesgo. Por lo tanto hay que ver que si un niño se contagia, bueno tal vez lo contagió otro que el fin de semana estuvo en el centro comercial abarrotado de gente, una actividad mucho menos necesaria que ir a la escuela. Cualquier chico que no esté completamente encerrado en casa tiene un riesgo. La escuela es un espacio de los más seguros si se planea bien. Sería incorrecto como sociedad achacarle solo al maestro ese riesgo.
–¿Qué mensaje compartiría con los padres que dudan de llevar a las aulas a sus hijos?
Hay que asegurar el aprendizaje de los chicos. Ellos tienen que tener algún estímulo educativo para desarrollarse. Tenerlos desconectados del colegio un par de meses se remonta. Pero 18 es mucho tiempo y no podemos darnos ese lujo. Es vital que los chicos vayan a la escuela, más que a cualquier otro lugar. Tienen que volver y con todas las medidas de seguridad, y debe haber un compromiso por parte de los chicos y de los adultos, de toda la comunidad.
–Finalmente, y como peruanos que tienen entre sus gobernantes personas con un vínculo estrecho al sector Educación, como el presidente de la República que es profesor, ¿qué deberíamos demandar como sociedad respecto del tema y de otros tantos que históricamente nunca han sido tratados como prioridad?
Creo que como sociedad necesitamos, y eso incluye a todas las autoridades desde las que tienen un poder político hasta el profesor, es tener ahora ese sentido de urgencia de que lo que están perdiendo los chicos es muy grande y cómo se los recuperamos. Hay que atacar rápidamente por todos los frentes posibles. Por un lado está la semipresencialidad y hay que seguir con los procesos de formación remota, porque no sabemos que pasará en un futuro cercano. Pero hay que evitar la lógica de “ya aprenderán en algún momento”. Se tiene que hacer algo ya. Es urgente esto y requiere de mucha madurez como sociedad. //
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