Desde que tuvo uso de razón hasta los trece años de edad, Jean Pierre Magnet (74) recuerda una infancia idílica, como sacada de una novela: por aquel entonces, en la Lima señorial de los años 50, él era el niño que vivía en un hotel. Su padre era el gerente del Country Club de Lima, así que él creció ahí, rodeado de empleados amistosos, pasillos interminables y enormes jardines. Cada rincón en ese lugar era como una promesa de aventura. Al niño lo dejaban trepar a los árboles, cual Tarzán, o bañarse en la piscina los días lunes, cuando no había nadie. Pero algo más sucedió en las instalaciones del Country que marcó su rumbo. Fue allí, en ese hotel de cinco estrellas, donde se enamoró de la música.
Sucede que, por las noches, las orquestas amenizaban El Aquarium, el restaurante del hotel, y sus sonidos melodiosos se elevaban por entre los pasillos como un espectro, hasta llegar a su cuarto. Una vez allí, arrullado por la vibración de esos saxofones lejanos, el niño Jean Pierre se dormía. A los diez años, fue donde su padre y le dijo que quería tocar el saxo. Quizá aún no tenía la fuerza para levantarlo, pero eso era lo de menos. Lejos de encontrar una oposición férrea, como le ha pasado a tantos tocados por la musa de la música, su padre no pudo contener su felicidad. Un hijo músico, para un vascofrancés, era una bendición. Al día siguiente, le proporcionó un maestro, uno de los músicos del hotel, y así nació su vocación.
En los años sesenta, el saxofón no era precisamente el instrumento más popular entre los escolares, quienes preferían la rebeldía de la guitarra eléctrica o el arrobamiento de la percusión. “En la sierra central, había varios saxofonistas, pero en Lima, pocos. A los 15 años, entré a tocar en una banda que se llamaba Los Yens, quienes me trataban mal, pues, porque era el chibolo, me mandaban a callar”, dice y se carcajea. Su suerte cambiaría en esa misma década cuando, con un grupo de sus amigos del colegio Santa María, integró Traffic Sound, la legendaria banda de rock peruano, acaso la de sonido más profesional de la época, la primera que hizo una gira internacional y la más solicitada en las fiestas de los distritos de clase media.
“Esas eran la épocas en que no llegaban los discos de rock al Perú. Entonces, Manuel Sanguinetti, el cantante de Traffic Sound y luego dueño de la radio Doble 9, le encargaba a las aeromozas que le traigan ciertos discos. Él tenía un tocadiscos enorme, en un gran mueble, y ahí estábamos todo el día escuchando a Beatles, Led Zeppelin, Los Kinks, Eric Burdon, Eric Clapton, Cream, Jimi Hendrix. Eso fue una escuela para nosotros. Nos turnábamos de lugar en los parlantes, para ver cómo habían mezclado las canciones. Por eso, cuando íbamos a a grabar a Traffic Sound, ya teníamos una idea de qué queríamos, que instrumento iba a ir a la derecha, a la izquierda, porque habíamos analizado a esos grupos extraordinarios.
Para Magnet, lo de Traffic Sound fue la chispa de un fuego que nunca se apagó. Ya no había marcha atrás con el saxo. Mientras muchos rockeros de su generación resultaron turistas de la música y no se hicieron problemas en dejar las guitarras para ir a la universidad y convertirse en gerentes, él se fue, tras la disolución de su banda, a estudiar música, a perfeccionarse; primero a Buenos Aires y luego a Boston, al prestigioso Berklee College of Music. Su senda estaba trazada.
Romance con la música de los andes
En el Country surgió una cosa más, la semilla de una nueva pasión musical que eclosionaría con el tiempo: la de Jean Pierre por la música andina. Esta no se tocaba en las fiestas exclusivas que se organizaban, pero sonaba por las mañanas si alguien encendía una radio. “Recuerdo que mientras me vestía por las mañanas para ir al colegio, todos los días, lo único que sonaba en la radio era música andina. Era una costumbre de la época. Así que la escuchaba y me parecía tan bonita que se me quedaba pegada”. Las cadencias telúricas de la música de los Andes, su obstinación pentatónica, operaban como una suerte de hipnosis para el músico en formación. Tiempo después, encontrarían su forma de aflorar.
Esa fue la simiente de lo que después sería el proyecto “Serenata de los Andes”, un homenaje especial a la música del Perú desde una óptica distinta. “Es música peruana, pero con la fuerza de una ‘big band’ de jazz. Yo estaba acostumbrado a esa fuerza: cinco trompetas, tres trombones, cinco saxofones... entonces para recrear esa potencia, con instrumentos nativos, formé para Serenata tres secciones: siete saxofones, cinco zampoñas, siete violines, además de dos percusiones, arpas, para hacer un sonido poderoso”. Debutaron en 2007 y desde entonces han presentado algunos de los espectáculos que más han retumbado en los teatros de Lima.
Este año regresan al Gran Teatro Nacional, con una propuesta todavía más potente: “Serenata de los Andes - Magnificado”. “Lo he llamado así porque he incluido un teclado para hacer unos colores muy importantes, para dar peso y solidez, como las montañas. Y también he metido un bajo para añadir cimientos. He incluido dos voces femeninas, pero no para cantar letras, sino como un instrumento”. Para este show estará acompañado por músicos como William Luna, Cesar ‘Pudy’ Ballumbrosio, en percusión; la destacada violinista Jana Paredes, además de la presencia del Ballet Nacional de Folclor.
Una música sin límites
Lejos ya de los problemas que le ocasionaron las vacas flacas de la pandemia, cuando tuvo que tocar en parques, fiestas pequeñas y mudarse de su casa ante el golpe económico que ello significó para el bolsillo de muchos peruanos, Jean Pierre Magnet no ha dejado de trabajar ni de motivarse. El año pasado lo vimos entusiasmado con su espectáculo “La nueva música del Perú”, y ahora lo tenemos igual de emocionado con esta reposición de “Serenata de los Andes”. Para él, la música tiene dos momentos en los que más se “vacila”, cuando la compone en solitario y cuando monta sus shows, que es la forma en la que más disfruta presentar sus trabajos. Puede ser un verdadero maniático de la producción, de los que se van desde las 8 a.m. al teatro e incluso almuerzan ahí, con tal de revisar que cada punto del espectáculo esté como él lo ha pensado. Eso puede implicar hasta pararse al lado del sonidista para supervisar que cada nota ejecutada se perciba en el ambiente en su forma más pura. Nada lo transforma más que esas horas previas al show. Dicen sus músicos que es mejor no bromearse mucho con él en esos momentos.
Para alguien que concibe sus piezas como un acontecimiento tanto musical como escénico, el dar un buen show lo es todo. “Mi música no tiene límites, ni de formas ni de estructura, porque yo no compongo para las radios. No hago temas de tres minutos, si alguien quiere conocer mi música tiene que verme en vivo”, enfatiza Jean Pierre.
El color y las visuales son otros elementos importantísimos en su propuesta artística, desde la proyección de imágenes del artista Jorge Piqueras que realiza en escena hasta la elección del vestuario. Como se sabe, entre las curiosidades de Magnet está su gusto por la gama cromática de los lilas y rosados. Tiene un traje morado que cuando se lo pone sus músicos bromean con él, porque le dicen que se parece al Guasón. Él se ríe. “Son mis colores favoritos de toda la vida. Me gustan porque son muy de los Andes. No es como aquí en Lima, donde hay este miedo al color. Allá todo está permitido. Ves los vestidos de las campesinas y no hay miedo. Ves en sus ropas el cielo azul, el sol amarillo, las nubes blancas. Todo es color”. //
Luego de seis años de ausencia, el proyecto de música andina de Jean Pierre Magnet regresará a escena los días 6 y 7 de junio en el Gran Teatro Nacional (Av. Javier Prado Este, 2225, San Borja). Serenata de los Andes es un ensamble de gran formato que cuenta con saxofones, zampoñas, violines, arpa andina, guitarra, charango, cellos y percusiones. El vestuario está a cargo de Meche Correa. Las entradas se encuentran a la venta en la web de Joinnus, desde los S/45 soles. La cita es a las 8 de la noche.