“Una de las principales razones por las que vine a Lima fue porque no había oculistas en Mollendo”. Juan Carlos Oblitas empieza así a recordar con humor el periplo de una vida en la que ha dedicado al menos 54 de sus 71 años al fútbol. Adjudica su educación a unos padres que siempre le dieron libertad de pensamiento, a las conversaciones con los mayores en las plazas de aquel tradicional pueblo costero y a la cuidadosa observación que hace de las gentes y de las situaciones, convirtiendo en paradoja su tradicional apodo: “Ciego”.
La primera vez que usó lentes de contacto en un partido de fútbol, en el Estadio Nacional, miró a su alrededor, se sintió como un gladiador en el Coliseo Romano, y pensó: “¡De qué me estaba perdiendo!” “Si yo eligiera un súperheroe sería Superman, porque tiene el poder de ver a través de las paredes. Pero más que eso, lo que yo siempre quise fue solo ver”, dice entre risas desde su casa, al lado de su esposa y sus tres hijos, un reducto que siempre ha mantenido en privado y en el que encuentra la paz y el equilibrio leyendo, regando su jardín o jugando con sus nietos, pero que hoy, poco antes de un partido trascendental, abre para Somos.
—Quizás su miopía, siendo tan marcada, le ayudó a desarrollar, a cambio, una gran intuición…
Yo creo que sí, soy intuitivo. Muchas veces, incluso, he obrado con intuición y casi siempre me ha resultado. Tú sabes que eso es algo que muy pocas personas me han preguntado, pero sí, soy intuitivo, lo cual, a veces, me ha hecho equivocarme, porque te equivocas con ciertas personas o en ciertas cosas y ahí uno valora la importancia de lo racional. Pero no se puede ser racional en todo. El sentimiento viene con la intuición.
Juan Carlos Oblitas abre las puertas de su hogar
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—Con todo lo que implica, ¿Cómo se hace para vivir más de 50 años dedicados al fútbol peruano y no volverse loco?
(risas) Bueno, yo lo último que estoy es loco, pero sí hubo momentos duros, muy difíciles. Yo soy un sobreviviente del fútbol en el Perú. Yo me veo, me juzgo así. Soy un sobreviviente, porque este es un medio duro, con un fútbol, en general, no el de la selección, sino lo que engloba al futbol como institución, que está a años luz, inclusive, de algunos países de Sudamérica. Pero hay una cosa increíble: la exigencia es mayor que en otros lados que tienen un fútbol de primer nivel.
—¿Es difícil esa supervivencia en nuestro fútbol?
Creo que todo en la vida es difícil, duro. El fútbol no es difícil, el medio es difícil. Un profesional que trabaja toda la vida sabe que presenta un proyecto y hay cosas que subsanar y avanza, pero en el fútbol juegas un partido, lo pierdes y chau, hasta el siguiente. Mientras, estás expuesto a la crítica. Al ser hombres públicos, la gente cree que somos diferentes, pero somos comunes y corrientes. Nos podemos equivocar. Una parte del público es muy posesiva con los jugadores.
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—¿Siente que esta selección tiene un vínculo especial con el público?
Sí. En este momento, creo que hay una empatía muy grande que hacía tiempo que no veía entre el hincha y la selección. Me he quedado sorprendido. La última vez que vi eso fue el 81, 82. Y eso se lo han ganado los muchachos. Pero el hincha también está cercano a la selección porque, además de lo que ha dado o de ganar, perder o empatar, está con la esperanza siempre en el triunfo, y esta selección le ha dado esperanza al peruano en general. Hace 7 años, desde el 2015, que venimos así. Hemos tenido derrotas, hemos venido mal, pero el hincha no nos ha abandonado. Por eso es que cuando yo veo cómo estamos desesperanzados en muchas cosas aquí en el Perú, el fútbol me dice “No, mira, sí se puede hacer algo si estamos todos en la misma dirección”.
—Lo hemos visto muy notoriamente el año pasado. El Perú se sintió más dividido que nunca en las últimas elecciones, pero de pronto jugaba la selección y todos hinchaban. Por eso mismo, ¿Hubo algún conflicto dentro del grupo cuando una parte de los jugadores eligió apoyar una opción política?
Tú vas al estadio y te olvidas de los de derecha, de izquierda, blanco, cholo, indio, chino, negro. No. Todos con el fútbol somos iguales. Lo único que ha unido al Perú en estos últimos años ha sido el fútbol. Yo siempre, cuando tengo la oportunidad de hablar con algunos jugadores, les digo eso: Ustedes le están dando esto al peruano. Y ojalá que los que están al frente, arriba, en el poder, aprendan sobre estas cosas, que se den cuenta. Y al resto de peruanos, todos nosotros, lo único que nos queda es hacer bien nuestro trabajo. A pesar de que había algunas diferencias en sus opiniones, dentro del grupo no hubo ningún conflicto por el momento político. Desde lo de Merino hubo ánimo de manifestarse de algún modo, pero todos estuvieron de acuerdo en que la mejor manera de apoyar al país era dándole un triunfo. Aunque sí hubo una cosa que no me voy a olvidar nunca…
—¿Qué sucedió?
El mismo día, la misma mañana del partido de eliminatorias contra Colombia, la fiscalía le envío citaciones a los jugadores que publicaron videos en sus redes sociales apoyando a una opción política. Querían que fueran a explicar si les habían pagado o no. Eso sí perturbó a los afectados y al grupo. “¿Cómo nos mandan esto justo hoy? ¿Yo cómo voy a cobrar por decir lo que pienso?”, me dijo uno de los muchachos. Claro que, dentro del grupo, cuando he estado concentrado con ellos, no sentías nada, ningún problema. Pero ahí está la cabeza de cada uno. Hubo peruanos que llegaron a decir que gritarían los goles de Colombia. Y nos ganaron 3 a 0.
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—En su caso particular, ¿Cómo maneja el fútbol con su familia, en el hogar?
Ahora pensaba si la que ustedes me están haciendo ahora es la primera foto que tengo con mis hijos en familia. Y sí. Me han tomado otras, pero cuando estaban chiquitos. Y es que yo he tratado siempre de deslindar la parte profesional de mi vida privada. Me decían que yo era muy paternalista cuando era técnico de futbol, y sí, lo fui, porque había jugadores que por equis motivo no tenían el sentimiento paterno y había que suplantarlo de alguna manera. Cuando ves ahora los grandes técnicos de futbol en Europa, la mayoría son paternalistas. Pero claro, una cosa es ser así y, otra, abrirse más. Por ejemplo, en mi casa nunca he recibido a un jugador. Solo Juan Reynoso, con el que hemos charlado por muchas horas. Quizás exageré en esa separación, porque quise mantener la línea del futbol para un lado y para el otro mi familia, porque yo podía ser tóxico para ellos por todo este ambiente que trae el fútbol y prefería separarlos de eso.
—¿Cómo gestionaba en casa las fluctuaciones de humor, inevitables tras una derrota?
Sentí más eso, La derrota me afectaba, sobre todo, cuando era técnico. Como jugador, la responsabilidad es compartida con todo el equipo. Inclusive te sale tu lado egoísta, porque pierdes pensando “Pero yo jugué bien”. Y a veces no nos damos cuenta de que es un juego colectivo en el que todos ganan o pierden. Como técnico siempre está la soledad en la derrota. Cuando llegaba a casa me encerraba, así de simple. No hablaba nada, apenas comentaba algo con mi esposa. La que más sufre, lógicamente, es ella, porque está a mi lado, es complicadísimo. Es lo que hace que uno a veces diga “Hasta acá nomas”. Uno muchas veces ya no quiere seguir, por la familia. Pero al final la sensación del triunfo te tapa todo lo demás. Y estas alegrías que hemos dado estos últimos años, el ver la felicidad que tienen ellos, para mí es impagable. Al día siguiente de las derrotas igual me tenía que levantar. Y así aprendí algo: así como en la derrota sentí eso, en el triunfo debía manejarlo de la mejor manera, tranquilo, porque la semana siguiente toca nuevamente jugar y puedes nuevamente perder. Lo más difícil en la vida es mantener el equilibrio y para eso se necesita sentido común y el sentido común es lo que más está faltando en este país.
—¿Hay cosas que aprendió del fútbol y le sirvieron en su modo de ser papá o con su familia?
Sí, porque el fútbol lo que te enseña es a ser un equipo, ser un buen compañero, solo no puedes hacer nada, necesitas siempre de alguien que te apoye, que te empuje. Te enseña valores cuando ganas y cuando pierdes. Pierdes, te da rabia, acéptalo. Pero si ganas, manéjalo con humildad, porque mañana te tocara perder también.
—¿Cómo se pasa de esa paz familiar a la euforia del estadio frente a 80 mil almas?
Ah, esa es la gran pregunta que es imposible de responder. Pero lo haces, cambias de chip en ese momento, pero sin dejar de ser uno mismo. Lo más importante es ser uno mismo y hablar mirando a los ojos a la otra persona. Creo que –y eso es parte del fútbol actual también- hay muchos que crean un personaje y ese personaje les gana, termina comiéndose a la persona. Eso es lo peor que hay. Yo soy muy casero. Hay días en que pueden pasar 5, 6 o 7 horas y me encuentras en el mismo sitio en mi sala de estar, leyendo, conversando o viendo TV.
—¿Y cómo vive el fútbol con sus nietos? Los más chicos pueden ser más directos con sus preguntas…
Sí, son mucho más directos. Ahí sí entro a su mundo. Yo no voy a querer que ellos entren al mío, es difícil y complejo para que lo entiendan, pero yo sí los entiendo a ellos por lo ya vivido. Me trasladan también las dudas y comentarios de sus amigos y conversamos. Pero siempre teniendo claro que, en casa, mi esposa y yo, somos Papi y Mami, como nos dicen, matriarca y patriarca en una dimensión lejos del fútbol.
—Siento que ha hecho un buen tándem con Ricardo Gareca, no solo porque sienten el fútbol igual, sino principalmente porque se entienden como seres humanos de maneras similares…
Creo que más que entender el fútbol es eso que has dicho al final. Con Ricardo tenemos un feeling enorme, una empatía, sin haber sido amigos antes. A veces nos miramos nomás y nos entendemos, pero sobre todo nos respetamos. Yo lo enfrenté como jugador y luego yo técnico y el aún jugador. Y lo propuse como técnico de la selección porque creí que él era el indicado en ese momento y no me equivoqué. Tenemos una excelente relación humana. Cuando él tiene dudas va a escucharme, me pregunta mi opinión, pero siempre toma él la última decisión.
—La búsqueda de tranquilidad y equilibrio que me comentó ¿Puede ser una receta para 50 años de matrimonio?
Sí, puede ser, puede ser, seguramente. En el matrimonio lo que se necesita es equilibrio, sin lugar a dudas, como todo en la vida. No hay vuelta que darle. Todo es difícil en la vida, el matrimonio mucho más para unos que para otros. Pero creo que el equilibrio lo que hace es que uno mantenga esos 50 años de vida con la persona con la que estás desde chico, que es mi caso. Nosotros tenemos toda la vida juntos. Virginia ha vivido conmigo toda mi historia dentro del fútbol.
—¿Cuál es el momento más bonito que ha vivido al lado de la selección?
Con esta selección, específicamente, fue ver cómo, en un determinado momento, Ricardo cambió el chip de los jugadores. Dijo ‘hasta acá nomás’ y ahora voy con estos. Y fue como si te pasaran electricidad y te hicieran reaccionar. Desde ahí se inició todo lo que hoy nos pone ante esta enorme posibilidad que tenemos de, tras jugar un partido, estar en dos mundiales consecutivos nuevamente, como fue en el 78 y el 82. Esto fue lo mejor que le pudo pasar en ese momento a la selección, lo que hizo que este grupo sea fuerte mentalmente. Cuando juegan, la gente sale del estadio pensando que este grupo dio todo lo que tenía que dar.
—Gareca ya es nuestro DT más histórico y tenemos futbolistas legendarios, como Cubillas o Sotil. Pero es muy probable que usted sea, sostenidamente en el tiempo, el hombre más importante para la historia del fútbol peruano. ¿Es consciente de ello?
Hasta hace poco yo no me había puesto a pensar en eso. Que, en todos esos momentos históricos, Copas América, Libertadores, Mundiales, inclusive en momentos malos, he estado yo. ¿Qué significa para mí? Algo bueno tengo que haber hecho en la vida para llegar a eso. Por eso te decía que soy un sobreviviente del fútbol. Cuando era entrenador decía que iba a dirigir solo hasta los 50 años. Y a los 50 dije: “Estoy entero”. Y ahora me siento bien, fortalecido, y ojalá que todavía más. Ahora lo único que tengo en mente es que clasifiquemos a Qatar, por la gente, por los jugadores, por Gareca, por mi familia, por toda la gente del fútbol y todos los peruanos que se merecen que les demos esa alegría.
1968: debuta como juvenil con la U. Un año después lo hace como profesional. Como jugador, fue cuatro veces campeón nacional con la U y dos con Cristal. Ídolo en ambos equipos.
Convertido en una de las estrellas del equipo campeón de la Copa América 1975, pronto fue también uno de los primeros en aparecer en avisos publicitarios, como un recordado anuncio de Glostora y una marca de jeans.
Entre 1978 y 1982 juega con Perú nueve partidos en dos Mundiales. La historia lo recuerda como uno de los mejores punteros izquierdos de todos los tiempos.
Freddy Ternero, su asistente como entrenador cuando nos quedamos a goles del Mundial de Francia, en el 97, fue campeón de la Sudamericana con Cienciano. La influencia de Oblitas también se vio allí.