En un país futbolero por excelencia, Juan Pablo Varillas (Lima, 1995) ha logrado lo que hasta hace poco parecía imposible: que el apasionado hincha peruano siga el vaivén de una pelota de tenis. Este 2023, Juanpi clasificó a la cuarta ronda de Roland Garros, un hecho que el propio Jaime Yzaga, héroe tenístico de los años ochenta y noventa, describe como “diez veces más grande que la clasificación del Perú al Mundial de Rusia”. No es exageración, si se tiene en cuenta que se trata de un deporte donde, además de talento y técnica, se necesita de buena salud financiera para competir. Y que el Perú exporta un jugador top a los torneos de élite cada 15 o 20 años.
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Por estos días, Varillas se encuentra encaminado en el circuito profesional ATP, donde ocupa el puesto 70 entre los mejores tenistas del mundo. Hace un par de semanas, compitió por primera vez en el US Open, y quedó eliminado en segunda ronda por el estadounidense Taylor Fritz (puesto 9). A pesar de la dura derrota, el tenista tomó de inmediato un vuelo a Lima y se integró a la selección peruana, capitaneada por Lucho Horna, que este 16 y 17 de setiembre, en el club Lawn Tenis, enfrentará a Noruega en el arranque de la Copa Davis. “Tenísticamente hablando, Juanpi está en un nivel muy alto”, le cuenta Horna a Somos. “Estoy convencido de que este es el mejor momento del tenis peruano en la última década, o algo más. Ha surgido una generación de jugadores que me llena de mucha ilusión”, añade
Para la trascendental fecha de este fin de semana, el equipo peruano, conformado por Varillas, Ignacio Buse (19), Gonzalo Bueno (19) y los hermanos Conner (27) y Arklon (29) Huertas del Pino, ha venido entrenando a doble turno con el propósito de llegar en la mejor forma física y emocional. La concentración ha sido máxima, como amerita este tipo de encuentros. De hecho, Juanpi apenas ha tenido dos apariciones públicas en los últimos días: una conferencia de prensa en la que presentó a su nuevo patrocinador, y una visita al estadio Monumental de Ate para ver jugar a Universitario de Deportes, club del cual es hincha. “Trato de mantenerme con mi círculo cercano. Si voy a festejar, lo hago con ellos. Prefiero estar aislado de todo lo demás. Creo que me mantiene concentrado, humilde, lejos de todo lo que me podría distraer”, sostuvo la primera raqueta nacional en una entrevista con el suplemento “Deporte Total”.
Laura Arraya, la gran tenista peruana de los años ochenta y noventa, nos dice que “este momento inédito que atraviesa el tenis nacional” se debe principalmente al sacrificio personal de los jugadores, que desde muy jóvenes deciden enfocarse al cien por ciento en este deporte, únicamente con el apoyo de sus familias. “En el caso de Juan Pablo, tuvo que mudarse a Argentina hace unos años para tener una mejor preparación física. Yo lo sigo desde el comienzo de su carrera, y la evolución que ha tenido es notable. Detrás de él hay muchos chicos con buenas condiciones, pero no todos pueden viajar a las competencias, básicamente por falta de dinero”, complementa Arraya.
En junio pasado, Lucciana Pérez jugó la final del Roland Garros Junior e hizo historia en el tenis peruano. Tiene diez títulos singles Junior Femenino y tres de ellos los ganó en los cuatro primeros meses del año. “Siempre fue mi sueño jugar los Grand Slam Junior”, le contó a Somos en aquella oportunidad.
AÑOS MARAVILLOSOS
Para comprender la tradición tenística en el Perú nos tenemos que transportar a la década del 50 del siglo pasado. Durante esos años, el joven arequipeño Alejando Olmedo llegó a Estados Unidos para estudiar en la universidad y conseguir soporte para su carrera como tenista. Era tal su destreza golpeando la raqueta que en 1958 fue campeón de la Copa Davis con el equipo estadounidense. Un año después, haría lo propio en el Australian Open y Wimbledon, logrando un sitial especial en el olimpo de la era dorada del ‘deporte blanco’. “Aunque cierta prensa de la época trató de desacreditarlo por no representar al país, lo cierto es que los triunfos de Olmedo tuvieron una gran repercusión aquí. La gente seguía sus encuentros por la radio. Incluso, vino a hacer una serie de exhibiciones en el Estadio Nacional, en Lima y en su ciudad natal. Fue recibido como un héroe”, comenta Alonso Pahuacho, investigador y especialista en cultura popular y deporte.
De pronto, hubo un silencio que se prolongó hasta 1985, cuando Jaime Yzaga irrumpió en escena con apenas 18 años, tras ganar el Roland Garros Junior. Izaga, que llegó a cuartos de final del Australia Open y el US Open, dio sus primeros pelotazos junto a Carlos di Laura y Alejandro Aramburú. Luego vendría la generación de Iván Miranda y Luis Horna, que llevó al Perú por primera vez a la zona mundial de la Copa Davis, en 2007. El periodista deportivo Mario Fernández, cronista de la vieja guardia, lo resume así: “Si hubo un Horna es porque antes hubo un Yzaga. Y si se fuerza la idea del eslabón, podríamos decir que si hay un Varillas hoy es porque antes hubo un Horna”.
Desde el lado femenino, Laura Arraya se alza como la máxima representante del tenis nacional. Tras su retiro del circuito profesional en 1993, ninguna otra jugadora peruana ha podido siquiera acercársele en logros y rendimiento. Las esperanzas están depositadas en Lucciana Pérez (18), finalista del Roland Garros Junior de este año. “Hay que decirlo: este buen momento del tenis no se debe a una política sostenida de la federación, sino al esfuerzo individual de los deportistas”, opina Pahuacho. “Lamentablemente, la empresa privada apoya al deporte solo al ver resultados positivos, cuando debería ser una apuesta a futuro. Si no queremos que los nuevos valores se pierdan, hay que apoyar a los jóvenes desde sus inicios”, añade.
Hoy, Varillas y el equipo peruano de tenis tienen en sus manos —y raquetas— la posibilidad de hacer historia: abrir el camino para que el Perú vuelva a la zona mundial de la Copa Davis. Todo un país estará expectante. //
Hay una anécdota que siempre cuenta Juan Pablo. Cuando va con su mochila de entrenamiento, acá en el Perú le preguntan qué cosas lleva. En Argentina, ven las dimensiones y de inmediato saben que es tenista. Pero en esa maleta, Varillas carga más que sus raquetas, traslada el legado del tenis peruano.
Es nuestra raqueta número uno y si bien su perfil de alto rendimiento lo aleja del día a día común, sigue siendo el chico que acepta dar una clase a los alumnos del entrenador con el que se formó; continúa disfrutando con su familia y se vuelve el más hincha cuando juega Universitario.
“Las cosas caen por su propio peso”, dice cuando lo señalo como el encargado de empujar el tenis peruano, ya que ha hecho que marcas se fijen en este deporte —este año ha sumado dos nuevos auspiciadores—, pero sus logros se notan más en la cancha.
Y no solo hablamos de resultados como jugar los cuatro Grand Slams este año y llegar a la cuarta ronda en Roland Garros, o no perder de local en la Copa Davis desde 2016. Sus logros están en marcar el camino que él no tuvo. A punta de buenas y malas decisiones, armó su carrera, y hoy los chicos lo siguen. No le fue bien formándose en Barcelona y regresó a darse una nueva oportunidad en Buenos Aires. Ahora jugadores como Bueno y Buse saben que en Argentina pueden iniciarse como profesionales.
Y es que todo fue cuesta arriba para Juan Pablo. Cuando empezaba en el tenis, ya Luis Horna estaba retirado. Creció sin referentes en el circuito. Cuando parecía que 2019 sería el año de su despegue, su entrenador Duilio Beretta se alejó del tenis,
Ahora le toca un nuevo reto, colocar al Perú en los Qualifiers de la Copa Davis. Noruega pinta un rival accesible en el papel, y con la localía del Lawn Tennis este fin de semana debe ser positivo, pero en el tenis se celebra con el ‘match point’ concretado. Y Juan Pablo lo sabe.
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