De la película original solo se conservan 45 segundos de metraje. Fue filmada hacia setiembre de 1898 y la calidad es tan mala que, quienes la han visto, aseguran que apenas se reconocen algunas jugadas. Aún así, su valor documental es incalculable pues se trata del primer registro fílmico que existe de un partido de fútbol, un encuentro entre el West Brom y el Blackburn, jugado en Ewood Park (Lancashire, Inglaterra). El cine tenía apenas tres años de nacido.
Aquel registro documental, informativo y sin ninguna vocación narrativa, marcó el punto de partida para una alianza entre el cine y el balompié que continuó a lo largo de las décadas, en una asociación que ha tenido momentos felices como otros de no tan feliz recordación. Un fanático del deporte y del sétimo arte quizá recordará algunos títulos, Escape a La Victoria, El Chanfle, Gol, Rudo y Cursi, Fiebre en las Gradas, Shaolín Soccer, Metegol, como representantes de una tendencia que también ha llegado al Perú.
La película La Foquita, el 10 del pueblo, es el ingreso local más reciente en este peculiar subgénero de cine en nuestro país. La cinta, sobre la vida y pasión del delantero peruano Jefferson Farfán, se estrenó el último jueves y fue la más vista ese día, con más de 50 mil espectadores. Una cifra interesante, que logró superar a apuestas hollywoodenses como Bad Boys, con Will Smith, pero que no araña lo hecho por otra película de corte similar, Guerrero, que cuenta los inicios del nueve Paolo Guerrero, y que jaló más 111 mil espectadores en su día de estreno.
Cine Peruano y Fútbol
En el Perú, la tradición del cine pelotero arranca en 1972, con Cholo, película dirigida y escrita por Bernardo Batievsky, que produjo también Espejismo (1973), de Armando Robles Godoy. La última fue aclamada pero Cholo quizá no tuvo el mismo prestigio. Se estreno en 15 salas y duró muy poco en cartelera.
Aunque la estrella de Hugo ‘Cholo’ Sotil, el protagonista, estaba en ascenso –un año después firmaría por el Barcelona–, era evidente que lo suyo eran los chimpunes y no las cámaras. Cuentan que Sotil era tan inexperto que había que amarrarle un hilo a la camisa y jalarlo de ahí para que no se salga del encuadre. Que se aprendiera sus diálogos fue otra hazaña.
En la película vemos a un Sotil conflictuado. Tiene habilidad para el balón, pero no quiere ser futbolista. Tampoco le gusta que le llamen ‘Cholo’. Le gusta pintar cuadros, pero prefiere regalarlos antes que venderlos. Un importante segmento de la cinta ocurre en Europa, en donde lo vemos pasear meditabundo por Londres y Paris, sumido en reflexiones. “Fue un fracaso completo”, recuerda el crítico Isaac León Frías.
Tendrían que pasar 34 años para que se intente otra película sobre el tema. Esta llego de la mano de Coco Castillo, que en Peloteros (2006) narró las peripecias de un grupo de jóvenes de Breña, aficionados al balón que van aprendiendo a vivir. En años más recientes hemos visto que las películas de este tipo han sido abordadas desde géneros distintos.
En F-27 (2004), de Willy Combe, se usó un esquema de thriller con teoría de conspiración para relatar la caída del avión que transportaba al equipo de Alianza Lima de 1987. A última hora, los productores de la cinta decidieron cambiar los nombres, pues la tesis que postulaban (que los jugadores habrían sido asesinados porque el avión llevaba droga) resulta, aún ahora, aventurada por la poca evidencia.
Guerrero (2016), la cinta de Tondero sobre la infancia del delantero peruano, tuvo en su año el récord nacional de la película peruana más vista en su semana de estreno. Pero se ganó varias críticas por el tono dulcificado del relato, como si se tratase de la biografía de un santo. Por algo el crítico Ricardo Bedoya no dudó en llamarla “el primer relato evangélico del cine peruano”.
Por su parte, Calichín (2016), de Ricardo Maldonado, se valió de la comedia costumbrista para retratar a un futbolista peruano arquetípico (juerguero y desordenado), que alguna vez tuvo su momento de gloria pero que cuya estrella se ha apagado, debido a su indisciplina. Venido a menos y agobiado por las deudas, firma por un minúsculo equipo de la sierra, mientras intenta averiguar cómo ser padre de una niña de 10 años.
El actor de Calichín, Aldo Miyashiro, presentó al año siguiente la taquillera comedia Once Machos (2017), que fue protagonizada y dirigida por él mismo, sobre un equipo de barrio que deben jugarse el futuro de su vecindarios y sus casas mismas en un partido de fútbol. La película tuvo una secuela, presentada el 2019. Ambas fueron las películas nacionales más taquilleras en su año de estreno.
La televisión también nos ha regalado historias en las que el fútbol es la trama sobre la que transitan los personajes, como en las novelas Tribus de la calle (1966) y la miniserie Misterio (2004), ambas dedicadas al fenómeno noventero de las barras bravas. La dos funcionaban más como animadoras del debate sociológico que por sus virtudes dramáticas, pero igual se las ingeniaron para concitar algún interés. //