La ideología del Jabón está asociada al colonialismo, racismo e higienismo. Las políticas de blanqueamiento y el ingreso a la “civilización” mediante el consumo de mercancías occidentales presuponían que sucio y no-blanco eran sinónimos, como en este aviso de Pears Soap.
El jabón se convirtió en la materialización de la violencia simbólica colonial y el racismo explícito. Por otro lado, movilizaba las fantasías de modernidad, limpieza y blanqueamiento entre sectores sociales "marrones". La ciencia médica ratifica el triunfo del jabón en el XIX.
En el Perú del XIX, se establece una correlación entre bello, blanco y decente para legitimar la jerarquización racial y la explotación social de indios y negros. Ayer, en pleno siglo XXI, un ignorante empleó un jabón para descalificar a un adversario político.
Todos han escuchado la expresión: “el que no tiene de inga, tiene de mandinga”, atribuida a Palma, como una exaltación del mestizaje peruano. La historia de la frase es problemática, pues refiere a las fórmulas del racismo y a las batallas con las palabras. El antecedente es un sabroso, pero acusador verso de Terralla y Landa (1797): “O hay pasas en la cabeza/ o chicha en los pies corriendo”. La primera formulación registrada fue negativa: “Mi hija no tiene, a Dios gracias/ ni de inga ni de mandinga” (Manuel A. Segura, 1858). Se empleó como afirmación de igualdad por Ricardo Dávalos: “Cuando todos tenemos algo de inga o de mandinga” (1874); otra variación, “El que no pende de inga, pende de mandinga” (Abelardo Gamarra, 1886). En síntesis, la frase fue resignificada en la lucha contra el racismo y hoy encarna el orgullo del Perú de su diversidad étnica y cultural.
La indignación generalizada que ha provocado la conducta de este tristemente célebre candidato es un buen signo de los nuevos tiempos, la plena afirmación y defensa de los derechos ciudadanos de todos en nuestra sociedad.