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Arturo León

Si el esfuerzo de las familias de deportistas fuera una categoría a ser premiada en los Panamericanos Lima 2019, los padres de estos seis jóvenes peruanos se llevarían medallas de oro. En un país en el que el apoyo al deporte escasea, ellos muchas veces hacen de entrenadores, psicólogos, mánagers, mentores y hasta héroes.

DANICA NISHIMURA - BÁDMINTON
Raquetas, plumillas y mucho corazón

Llevarla al entrenamiento requería de una logística complicada. José Nishimura tenía dos opciones: o se quedaba en el auto las tres horas que duraba la práctica o lo dejaba estacionado, regresaba a trabajar y su esposa –después del trabajo– se encargaba de recogerlo, junto con Danica. A veces le tocaba esperar; a veces, no. “Ahora que retrocedo en el tiempo y me doy cuenta de todo lo que he hecho con mi esposa, no entiendo cómo tenía tanta energía. Pero en ese momento sabíamos que ella tenía un techo alto y dimos todo para que eso ocurra”, dice el papá, un ex velocista que representó al Perú en citas sudamericanas.

Fue él quien le dijo a Danica que pruebe con bádmiton. Fue él quien le preguntó si quería meterse en un academia. Fue él quien la empujó, en sus años de secundaria, a no dejar el deporte a cambio de más vida social. “Sin él, sin el apoyo de mi mamá, creo que habría dejado de todo. Me motivaron tanto, que ahora siento que he llegado lejos gracias a ellos”, comenta la deportista peruana que, en Lima 2019, competirá en sus segundos Panamericanos. Estuvo en Toronto 2015 y ahora va por todo en la capital.

Será la primera vez que sus padres la observen de cerca en un torneo de este nivel. Dejaron de viajar en interminables ocasiones a cambio de tener más presupuesto para ella, su carrera, su futuro. Ahora Danica quiere retribuir todo ese esfuerzo con una medalla.

JOSÉ ARROYO - JUDO
El arte marcial que lleva en las venas

En la sesión de fotos les pedimos que realicen una posición similar al judo. Luis, el papá, se pone atrás de su hijo y aplica una técnica con tanta naturalidad que por poco deja sin aire a José. “Viejo, más suave”, ruega el deportista peruano con lo poco que le queda de sonrisa. En 1983, se unió al servicio militar, sirvió a la División Aerotransportada (paracaidistas) y lo primero que le enseñaron fue judo. “La preparación que tuve fue única y muy fuerte. Cuando mi esposa me preguntó qué deporte podía practicar José, no lo dudé. Sabía que esto le daría disciplina”, cuenta Luis. No fue fácil guiar a su hijo en este deporte. Vivía lejos de Chimbote, su ciudad natal, e iba a casa casi una semana al mes. “En lugar de descansar, me encargaba de llevar a José y su hermano a hacer judo. Yo les enseñé, practiqué con él y así le agarró el gusto”, explica el hoy miembro de la Policía Nacional del Perú. Candidato a subirse al podio en los Juegos Lima 2019, José recuerda con mucha nostalgia cuando a los 14, siete años después de que su padre le enseñara este arte marcial, dejó todo para vivir en Lima y dedicarse 100% a la disciplina. “Fue muy complicado. Esa primera semana estuve muy triste. Me encontraba lejos de mi familia. Pero de no ser por todos los consejos, las visitas de mi papá y el apoyo que ellos me daban de lejos, tanto en lo económico como en lo emocional, habría dejado el judo”, cuenta el deportista de tan solo 23 años que ha sido campeón sudamericano junior y también adulto, entre otros logros en torneos internacionales. Hace un año que se prepara para dejar en alto el nombre del Perú y su familia. “Yo siempre digo que peleo por ellos. Por mi papá, mi mamá, ahora también por mi hija Marié y mi mujer. Llevo una rutina complicada. Saber que ellos siempre me apoyan es lo que más me motiva”, asegura. Su papá lo mira y lo abraza. Esta vez con mucho cariño, como cuando recién le enseñaba judo.

MELANIE GIUNTA - SURF
Maestro de las olas

“Sus amigos le decían que estaba loco pero, la verdad, hoy se lo agradezco”. Melanie se refiere al día en que su papá le enseñó a correr olas. Marco lo tenía claro: si le gustaba la tabla, primero tenía que perderle miedo al mar. “Me llevó hasta el fondo y me soltó”, dice la peruana de 22 años entre risas. A Marco no le queda otra que soltar una carcajada. “Pero desde ahí no le tengo miedo al mar y creo que eso me dio una ventaja para aprender más rápido”, añade la tablista, cuyo sueño es ganar el oro en Lima 2019 y luego clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

El año pasado, luego de cinco años compitiendo, ganó su primer torneo de la World Surf League. A diferencia de su familia, fue la única que eligió el surf como medio para vivir. Eso se lo debe a su papá, siempre claro, directo y motivador después de observarla en los torneos. “Cuando he visto que corría mal, se lo decía y le recordaba todo el talento que tiene. Yo veía cómo surfeaba aquí abajo de la casa. La rompía. Pero luego se ‘chupaba’”. Hubo un tiempo en que Melanie se frustró porque no dejaba de quedar tercera en los campeonatos. “Mi papá me dijo: no compitas, disfruta”. Todo cambió.

Si Marco le dio las fuerzas que necesitaba para no bajar los brazos, Sofía Mulánovich fue su gran inspiración. De hecho, la primera tabla que tuvo en su poder se la regaló la campeona mundial.

ÓSCAR TERRONES - LEVANTAMIENTO DE PESAS
Talento inesperado

Para ingresar al Colegio Deportivo Julia Sánchez Dávila, Óscar necesitaba ser bueno en un deporte. Era el requisito principal. Tenía nueve años y en el fútbol no le iba mal. Estuvo a prueba un mes. En ese tiempo pasó por siete disciplinas. Una de ellas: levantamiento de pesas. Por su estatura, musculatura y potencia, era el deporte indicado para él. Nunca había escuchado hablar de ese deporte; su papá, menos. Ingresó al colegio, entrenó y en tres meses supo que el futuro estaba ahí. ¿Cómo se convenció? Por el inesperado y tremendo interés que puso su padre. “Yo sabía que él quería que yo esté en fútbol y, si bien me apoyó desde un primer momento, no me imaginé que se iba a involucrar tanto. Al poco tiempo ya se había estudiado todo sobre el levantamiento de pesas y en casa se convirtió en mi entrenador personal. Eso me motivó”, cuenta Óscar. Con el paso de los años, el hoy ganador de dos medallas en el Mundial Juvenil de Pesas del 2015 necesitó más que eso para seguir adelante. “Hubo un momento en que, por trabajo, viajé a Italia y me vi obligado a dejar a mi familia. Pero, desde allá, hablaba todos los días con Óscar y le mandaba todo el dinero posible. Fueron momentos duros, pero hoy estoy feliz y orgulloso de él”, asegura José Terrones, quien se gana la vida como técnico de estructuras metálicas. A sus 21 años, Óscar siempre recibe consejos de su padre. “Es el más pendiente de mis rutinas de entrenamiento”.

LUIS FERNANDO BARCO- GOLF
Un esfuerzo de tres

Todo se dio de forma natural. Nadie se lo propuso, nadie lo invitó un día al club para ver cómo era y nunca tomó clases para saber si le gustaría. Bastó con ver a su papá un día en el club y listo. Luis Fernando cogió su primer palo de golf para nunca más dejarlo. “Yo no jugaba golf, pero un día me invitaron y lo llevé. Era chico. Pero le gustó. Ahora en la familia todos somos más hinchas de este deporte”, cuenta Fernando, papá de ‘Luisfer’. A medida que fue creciendo, el hoy jugador que compite en el PGA Tour Latinoamérica necesitó de la ayuda logística, económica y emocional de sus papás. “Hasta ahora me ayudan cuando tengo que programar mis viajes o necesito una voz de aliento. Ellos son las primeras personas a las que mando un WhatsApp cuando termino de competir. Siempre están ahí”, dice el máximo candidato a ganar la medalla de oro en Lima 2019. Josefina León, mamá de Luis Fernando, recuerda los esfuerzos que hacía su esposo para pedir permiso en el trabajo y poder llevar a su hijo a los entrenamientos, recogerlo o incluso acompañarlo en los viajes. “Más que un sacrificio, era estar a su lado. Él estaba muy animado con el deporte y queríamos que llegara lejos. Trabajamos mucho con él para conseguir una beca, por ejemplo, y lo logramos”, recuerda. Luis Fernando estudió cuatro años en la Universidad de Purdue, regresó al Perú y se convirtió en golfista profesional. Fue un esfuerzo de tres.

ÁNGEL SOSA - REMO
“Gracias a mi papá, sé que nunca remo solo”

No ha cumplido los 20, vive en La Punta y a solo tres cuadras de su casa está el lugar donde entrena: el mar. Ángel Sosa es remero por convicción, pero amante de los deportes acuáticos por su papá. Rafael Ángel, por su parte, es comerciante y surfista. Lo primero que hizo cuando su hijo mostraba físico para los deportes fue darle una tabla. No le gustó, pero terminó haciendo remo. “Mi papá se puso feliz cuando le dije que me gustaba ese deporte. Desde entonces, no ha dejado de apoyarme en todo lo que he necesitado. Para resumirlo: es lo máximo”, comenta el deportista, quien se ha preparado en Europa para llegar de la mejor manera a la cita panamericana. “Siempre le dije que nunca está solo y nunca lo estará. Al menos hasta que su mamá y yo estemos vivos”, comenta el papá. Ángel asiente con la cabeza. Lo acompañan, lo aconsejan, viajan con él, le dedican tiempo y lo ayudan a perseguir sus objetivos. “Ahora estoy viendo la forma de que compita en el extranjero después de Lima 2019”, revela Rafael Sosa. Luego coge su celular y publica en Facebook: “Se viene la nota de mi hijo en Somos”. Así está siempre: 24/7 pendiente de su campeón.

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