Como sucedió hace solo unos meses con la previa a la final de Qatar 2022, Argentina no dormirá este fin de semana mientras se encuentra a la espera de obtener un nuevo y simbólico “tricampeonato” mundial. Para orgullo del siempre apasionado país sureño, la película “Argentina, 1985″ está disputando el Óscar a mejor película internacional. De ganarla, sería la tercera estatuilla dorada en la historia de esa nación, algo que vendría a confirmar el excelente momento que vive no solo el cine de ese país a ojos del mundo, sino también la era dorada de los latinoamericanos en la meca del cine.
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“Nunca antes en la historia de Hollywood se había vivido una etapa así para los latinos como en los últimos años”, apunta el crítico de cine Isaac León Frías en referencia a la facilidad con la que Hollywood nomina y premia ahora al talento de habla hispana. Es un cambio que sigue cogiendo por sorpresa a muchos. Hay que recordar sino la cara de Sean Penn el 2015, cuando entregó el Óscar a mejor película al mexicano Alejandro González Iñárritu por “Birdman”. Tan desconcertado estaba al leer el contenido del sobre ganador que le ganó el inconsciente y soltó un comentario de lo más racista. “¿Quién le da visa a estos malnacidos?”, dijo, refiriéndose a la victoria del también mexicano Alfonso Cuarón en los premios del año anterior.
Este 2023, los mexicanos Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro compiten otra vez por premios de la Academia. Cuarón, que ganó el Óscar a mejor película internacional por “Roma” (2019), es el favorito para llevarse el premio ahora en la categoría de mejor cortometraje por “Le Pupille”. De ganar, rompería un curioso récord, pues nunca una persona ha triunfado tantas veces en tan distintas categorías como mejor montaje, mejor director, mejor fotografía y mejor película. Otro seguro favorito es Del Toro, que se llevó dos Óscar el 2018 por “La forma del agua” (mejor película, mejor dirección). El mexicano corre solo ahora en la categoría de cine animado por su gran versión de “Pinocho”.
Con menos chances de ganar, pero con una brillante interpretación, la actriz cubana Ana de Armas compite por su rol de Marylin Monroe en la controvertida cinta “Blonde”. El extraordinario trabajo de Cate Blanchett en “Tár” hace que lo tenga difícil este año aunque quizá podría dar la sorpresa de la noche, si se considera que la actriz australiana ya tiene dos premios Óscar en la sala de su casa, y que la Academia algunas veces opta por decisiones salomónicas.
Para Isaac León, hay varios factores que explican este ‘boom’. “Creo que la relevancia de lo latino tiene que ver mucho con el fenómeno migratorio, que ahora cobra mayor resonancia. No creo que sea un reflejo automático del cambio demográfico que se vive en Estados Unidos. Hay un talento en todos ellos que no se puede negar”, sostiene. Desliza además que algo de esto respondería a esa sensibilidad liberal o progresista que caracteriza a Hollywood, que en los últimos años ha estado más propenso a reconocer el trabajo de las mujeres en el cine o las minorías étnicas como la comunidad latina o afroamericana allá.
-EL EFECTO DARÍN-
Lo que está pasando con Argentina es harina de otro costal. Salvo los talentos de Juan José Campanella (“El hijo de la novia”, “El secreto de sus ojos”) y de Andrés y Bárbara Muschietti -dupla de hermanos encargados de dirigir y producir las dos partes de la película “It”, sobre el payaso asesino-, el país no ha exportado tantos directores a EE.UU. Eso no significa que les vaya mal. Al revisar las estadísticas, es la región que más películas nominadas y ganadoras tiene al Óscar en Latinoamérica. En 1985, se llevó el premio a casa por “La historia oficial” y el 2010 lo volvió a hacer por “El secreto de sus ojos”.
Un dato que llama la atención es que de las ocho películas argentinas nominadas al Óscar desde 1974, cuatro han sido protagonizadas por el mismo hombre, Ricardo Darín (Buenos Aires, 1956), uno de los actores más queridos del continente, como puede atestiguar Marco Mühlethaler, director del Centro Cultural de la Universidad Católica. “Es un fenómeno del cine latinoamericano. Cuando lo tuvimos como invitado en el 2010 para el festival de cine, la cola llegaba hasta el Vivanda de Camino Real. Recuerdo que él mismo cogía la cámara y se tomaba ‘selfies’ con sus fans. Es muy sencillo. Esa vez tuvimos que poner televisores en todas las aulas del Cultural por la cantidad de público que vino a verlo”. La locura por Darín fue tal que a la hora de irse tuvieron que usar a un doble (un empleado del lugar) para que saliera en el auto del actor y así distrajese a la gente.
En “Argentina, 1985″, Ricardo Darín interpreta al fiscal Julio Strassera, encargado de acusar al general Videla y a su cúpula de crear un sistema que torturó y asesinó a opositores. Es un papel que parece hecho a la medida del actor, caracterizado siempre por su aproximación lacónica a la interpretación, sin alardes ni poses histéricas. “Lo que aprecio de él es la honestidad con la que aborda cada uno de sus personajes. No es un actor que se transforma, o que sea camaleónico; él parte de otro lugar más bonito, que es sincero, y eso hace que sus personajes tengan profundidad, peso y una humanidad que conmueve”, dice Mühlethaler.
Para el cineasta Joel Calero (“La última tarde”), lo de Darín es extraordinario (a pesar de que no le gustó mucho “Argentina 1985″, por esquemática y maniquea). “Es de esa estirpe de actores como Clint Eastwood que siempre se parecen a sí mismos y que, al mismo tiempo, son tan distintos entre un personaje y otro. Tienen una presencia actoral fuerte y notas que, con muy pequeñas modulaciones, hacen grandes cosas. Hay en ese tipo de actores una consistencia que engrandece todo lo que hacen. Soy un tremendo admirador suyo”, dice. Sobre por qué Argentina ha llegado tantas veces a disputar un Óscar, la respuesta le sale casi automática: “No es casual que Argentina y Colombia, que reciben apoyos más consistentes del Estado para hacer cine, cumplan un mejor papel en esa liga. Es el resultado de tener una cinematografía madura y con continuidad”. Es un gran pendiente que el cine peruano debe resolver. //
Casi no hay día en que Pedro Pascal no haga noticia. Hasta un simple comentario anodino, como llamar a la palta por su nombre, se vuelve viral, un signo del gran momento atraviesa este actor chileno de 47 años. Hijo de exiliados de la dictadura pinochetista, Pascal vivió desde sus primeros años como un refugiado por la condición de asilados de sus padres. Es por ello que su carrera la ha desarrollado mayormente en Estados Unidos. Su primer gran rol de importancia lo hizo para Neftlix, en la serie “Narcos”, como el ‘Agente Peña’, y luego vendría su participación en el ‘hit’ de HBO “Juego de tronos”, donde interpretó a Oberyn Martell. Este año, Pascal es la estrella de dos de los shows más sintonizados del ‘streaming’ como “The Mandalorian” (Disney ) y, sobre todo, “The Last of Us” (HBO Max), un suceso que cambiará su carrera para siempre