Las ceramistas del Cenepa se organizan en talleres donde enseñan a las más jóvenes a identificar los bancos de arcilla, transportarla y mezclarla con otros insumos del bosque, así como las piedras especialmente elegidas para el pulido. Es una tarea sagrada: para la recolección no deben estar menstruando ni embarazadas. Algunas incluso cumplen dietas estrictas. (Foto: Leslie Searles)
Las ceramistas del Cenepa se organizan en talleres donde enseñan a las más jóvenes a identificar los bancos de arcilla, transportarla y mezclarla con otros insumos del bosque, así como las piedras especialmente elegidas para el pulido. Es una tarea sagrada: para la recolección no deben estar menstruando ni embarazadas. Algunas incluso cumplen dietas estrictas. (Foto: Leslie Searles)
Rafaella León

La tela que tejió una araña a diez centímetros de uno de los dibujos geométricos de la cerámica awajún le abrió un mundo inimaginable a Josefa Nolte (67), antropóloga, especialista en artesanía y conocedora del arte de las comunidades amazónicas desde la década del 70. Llevaba buen tiempo tratando de descifrar lo que podrían significar las rayas, los círculos y los puntos que las mujeres awajún dibujaban en sus vacijas de arcilla. “Les pregunté varias veces si eso quería decir algo, si representaba algo; se reían. Teníamos que usar un traductor”, recuerda sobre los siguientes encuentros alrededor de talleres en los que se les ayudaba a perfeccionar lo que ya era perfecto, pero que en el mercado de Lima requería mejores acabados. Tomó una foto de la tela de araña y se la mostró. Ellas rieron aún más pero, a partir de ese momento, se logró una confianza que a su vez permitió que ellas mismas fueran nombrando sus dibujos: ‘Escama de shirui’, ‘Tronco de almendro’, ‘Pecho de tortuga’...

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