Coca-Cola, una de las empresas más grandes del mundo, se ha expandido en más de 200 países. Su presencia no solo en el mercado, sino en la mente de los consumidores, es tan importante que se calcula que se consumen -a nivel global- 8 mil refrescos de la marca cada segundo del día.
Teniendo en cuenta estos números, los esfuerzos internacionales por cuidar el medio ambiente, los problemas que vive el mundo por los residuos de plásticos, etc., la compañía estadounidense lanzó en febrero del 2018 un programa llamado “Mundo sin residuos”. ¿El objetivo? Recolectar y reciclar, para el año 2030, el equivalente al 100% de envases que se han puesto en el mercado. Ambicioso, sí.
En Coca-Cola Perú se decidió dar un paso gigante en relación a esta iniciativa mundial. Sandra Alencastre, Directora de Asuntos Públicos, Comunicaciones y Sostenibilidad, nos cuenta cómo fue el proceso de pensar, diseñar y fabricar la primera botella hecha 100% de material reciclado. O sea, de otras botellas plásticas. Algo que solo sucede en Australia y México.
“Queríamos ser los primeros en Sudamérica. Fue una apuesta de nuestro equipo. Detrás de esta botella hay todo un proceso de innovación multidisciplinario muy importante. Sabemos que la creatividad de los peruanos hace posible cualquier cosa y nos decidimos a hacer lo mismo que vimos en esos únicos dos países que lo han logrado”, explica la ejecutiva.
En noviembre del año pasado se hicieron las primeras pruebas y en mayo del 2019, luego de varios testeos, se llegó a crear la primera botella 100% de material reciclado. No fue fácil, porque había que cumplir con todos los estándares que pide la matriz.
Desde abril, la botella de 625 mililitros de San Luis -formato de mayor transacciones- se fabrica sin utilizar plástico virgen. “Para diciembre de este año, la proyección es haber recolectado, reciclado y reutilizado 30 millones de botellas. Por cada botella reciclada, se fabrica una nueva. El ratio es uno de uno”, comenta Sandra.
¿Por qué se eligió “San Luis” y no otra marca de Coca-Cola Company? “San Luis tiene en su ADN el promover el balance en la vida de sus consumidores. Balance de todo tipo: en el día a día, el trabajo, las amistades, la familia, etc. Pero también balance con el medio ambiente”, asegura.
EL PROCESO
El círculo empieza a pintarse con el consumidor. Éste compra una bebida plástica de cualquier marca, la consume y luego la desecha. Un reciclador se encarga de recoger esa botella, compactarla y venderla a, este caso, Coca-Cola. En la fábrica que se ubica en el Cercado de Lima, lo primero que se hace es lavar el plástico reciclado. Luego pasa por una máquina picadora que convierte la botella en hojuelas, trozos pequeños. La chapa se quita antes, pues sigue otro proceso. Estas pequeñas hojuelas pasan por procedimiento en el que se funden y se convierten en pequeñas bolitas. Las bolitas pasan a expandirse y se transforman en pequeñas preformas. Esas preformas entran a lo que se llama una “sopladora” y se convierten en nuevas botellas.
Esta botella, la nueva de San Luis, si la vuelves a elegir en el mercado y la vuelves a reciclar, vuelve a tener este proceso. Y así. “Este es un empaque que de manera visible puede generar economía circular. No termina siendo un residuo. Tiene todas los propiedades y materiales para volverse a convertir en botella”.
“Lo que nosotros queremos es reducir la cantidad de plástico virgen que se inyecta en el mundo", dice la representante de Coca-Cola. “Como compañía ahora tenemos la misión de que el plástico no llegue a sitios como los mares, por ejemplo. Sabemos que tenemos una responsabilidad. Ahora le estamos dando una segunda vida real a los plásticos desechados. La idea es que esto de infinitas vueltas”.
La botella de San Luis fabricada 100% de material reciclable también es más fácil de reciclar que otras de su misma especie. Es “eco-flex”, por lo que es mucho más sencillo aplastarla, compactarla. Así, el círculo nunca se cierra.